La última misión del FMI deja, de nuevo, un rastro de alabanza mezclada con insatisfacción. No es virtud típica del FMI su originalidad en las propuestas pero resultaría absurdo creer que estos mensajes pasan desapercibidos para analistas e inversores. De ahí que otro tipo de lecturas, las que se refieren a la distinción entre mensajes directos y otros «entre líneas», sea tal vez más interesante. Es ese un ejercicio de patinaje del FMI en el que es fácil acertar con la crítica pero también derrapar en exceso.
En esa difícil posición de consejero, hay un mensaje claro, sin tapujos: si se quiere completar la recuperación económica, hay que seguir con las reformas y consolidación fiscal. Más allá de «austericidios», esta sugerencia sigue teniendo toda la lógica del mundo, por más que en el debate actual las reformas sigan pareciendo ogros, en lugar de las oportunidades que realmente representan.
Resulta más fácil discrepar de algunas observaciones, como la que sugiere que el esfuerzo de «desapalancamiento» (reducción del nivel de deuda) del sector privado se ha frenado. Los datos, al menos los disponibles públicamente, sugieren que la deuda de hogares y empresas bajó del 192,7% en 2013 al 182,4% en 2014. Parece que el FMI mezcla aquí la evolución del crédito antiguo (a la baja) con las nuevas operaciones (al alza). Prefiero suscribir una afirmación distinta de otra parte del informe que indica que «los esfuerzos colectivos de la sociedad española son la base de la recuperación».
Más entre líneas, el FMI deja el mensaje de que hay dos formas mediante las cuales España la puede pifiar: la mala —no hacer más reformas— y la pésima —revertir las reformas recientes—. Eso sí, se observa un excesivo énfasis en considerar la flexibilidad salarial como clave para la inclusión laboral. Sí parece más conforme con las necesidades de incentivos de este país que si los salarios deben reflejar algo es la productividad, que la dualidad contractual es insostenible y las políticas activas mejorables. Eso sí, subraya que la formación y el reciclaje pierden su seriedad cuando desciende a escala regional (a quien quiera entender…). Se alaban las medidas adoptadas para relanzar la actividad de las pymes y las de alivio de la deuda mediante leyes de quiebra y segunda oportunidad pero se pide más liberalización de servicios profesionales. De acuerdo en la necesidad de este último punto para España, pero aún casi más para países como Alemania, poco acostumbrados a este tipo de recomendaciones y con unos servicios francamente mejorables.
Para finalizar, algunas derrapadas de los patines. Como la de sugerir que hay que reducir los costes de la educación y sanidad públicas. Se puede pedir más responsabilidad en la gestión pero más recortes, es difícil. Al igual que resulta discutible argumentar que los bancos son solventes y necesitan más rentabilidad pero, entre tanto, hay que pedirles aún más capital. Pero la misiva indirecta más dura es que se tocan debates sobre reformas en un momento en que estas están más amenazadas de desaparición que impulsadas por el enrarecido clima político actual.