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Desigualdades de género en el mercado laboral

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El proceso de incorporación de las mujeres al mundo laboral que se inició en España en la segunda mitad de la década de los 80 avanza imparable, así lo muestran los datos sobre participación y empleo.  Esto ha permitido que la diferencia entre las tasas de participación y de empleo de hombres y mujeres se haya reducido, disminuyendo la brecha de género en el mercado laboral, aunque la igualdad efectiva todavía queda lejos. Hay persistentes diferencias por género que hacen que la brecha en participación laboral se mantenga en 12 puntos porcentuales y la brecha en el empleo en 11 puntos, mientras que la tasa de desempleo femenina supera en 3,4 puntos a la masculina.

El empleo precario, la segregación ocupacional y la concentración en determinadas ramas de actividad son características de una parte del empleo femenino y su participación en los empleos con mayores salarios es inferior a la de los hombres. Este tipo de segregación es, en cierta medida, consecuencia de estereotipos de género en las elecciones educativas y laborales, pero también es el resultado de los procesos de discriminación que sufren las mujeres en el acceso a determinados empleos y las dificultades para su promoción dentro de las empresas. El “techo de cristal” frena su acceso a puestos mejor retribuidos y de más responsabilidad y el “suelo pegajoso” las retiene en los puestos peor remunerados y de más baja cualificación, mostrando que siguen existiendo obstáculos sociales y culturales que impiden la igualdad laboral entre hombres y mujeres.

Los datos agregados sobre la mayor presencia femenina en el mundo laboral  no dejan ver que determinadas características como la edad  o el nivel de estudios de las mujeres son claves para entender la repercusión desigual de este fenómeno. Con carácter general, las brechas de género en el mercado de trabajo aumentan con la edad. Por un lado, al llegar a la maternidad muchas mujeres buscan empleos con la suficiente flexibilidad para compatibilizar familia y trabajo, dando lugar a una segregación ocupacional que concentra a las mujeres en puestos de salarios más bajos. Por otro lado, las mujeres acumulan menor experiencia laboral a lo largo de su vida activa, trabajando menos horas o interrumpiendo su participación laboral, lo que supone una depreciación y una menor acumulación de capital humano que se traduce en una penalización salarial.

El gráfico 1 presenta los perfiles de participación laboral de hombres y mujeres, para diferentes grupos de edad, en 2005 y 2017. No cabe duda de que a lo largo de estos años la curva de participación de las mujeres se ha aproximado a la de los hombres, mostrando un importante componente generacional en el ritmo creciente de incorporación al mercado de trabajo y el cambio de patrón de su comportamiento.

Gráfico 1

Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Encuesta de Población Activa, segundos trimestres 2005 y 2017

La mayor presencia de las mujeres en el ámbito laboral ha venido acompañada por cambios en la esfera familiar. Incluso en la evolución más reciente se observan cambios significativos. Así, entre 2005 y 2017 la tasa bruta de nupcialidad de las mujeres ha disminuido un 21 % y la tasa bruta de natalidad un 17 %. La edad media a la maternidad ha aumentado en más de un año y la edad media a la que se tiene el primer hijo casi en dos años. El número medio de hijos por mujer (1,33) está hoy muy por debajo del umbral de reemplazo generacional (2,1 hijos por mujer) que garantiza la renovación de una población.

«Puede esperarse que la presencia de la mujer en el mercado de trabajo continúe aumentando. Ahora bien, el aumento del empleo femenino no debe hacerse ni a costa de la renuncia de las mujeres a la posibilidad de tener una familia además de un empleo, ni a costa de segregar el mercado generando empleos “femeninos” con peor remuneración y con peores condiciones de trabajo».

Si bien es cierto que se tienen menos hijos, es entre las mujeres con hijos pequeños entre las que la tasa de actividad ha aumentado de forma más espectacular, logrando a lo largo del período aumentos  por encima de los 13 puntos. Estos datos ponen de manifiesto que no solo la disminución de la natalidad explica el aumento de participación de las mujeres, sino que también hay un componente generacional, relacionado con la mayor estabilidad y permanencia en el empleo de las cohortes de mujeres más jóvenes.

Gráfico 2

Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Encuesta de Población Activa, datos trimestrales 2005-2017

Cabe preguntarse hasta qué punto los cambios en las formas de familia y la disminución en la natalidad vienen condicionados por la necesidad de conciliar trabajo y familia. No cabe duda de que los cambios en los procesos productivos, en el mercado de trabajo o en los sistemas de protección, son factores “macro” que tienen impacto en cómo los individuos compatibilizan un empleo con su vida familiar. Pero factores como la caída en la natalidad pueden interpretarse como un intento a nivel “micro” de encontrar el equilibrio entre ambas esferas.

A la vista de la evolución reciente de la participación laboral de las mujeres en España puede esperarse que su presencia en el mercado de trabajo continúe aumentando. Ahora bien, el aumento del empleo femenino no debe hacerse ni a costa de la renuncia de las mujeres a la posibilidad de tener una familia además de un empleo, ni a costa de segregar el mercado generando empleos “femeninos” con peor remuneración y con peores condiciones de trabajo que los hombres. Por este motivo es necesario que las políticas se centren tanto en el fomento del empleo y la igualdad, como en la conciliación de la vida familiar y laboral.

Incrementar y mejorar la participación laboral femenina sigue siendo un objetivo por alcanzar, con efectos beneficiosos tanto para las mujeres, como para la sociedad en su conjunto. Un sistema equitativo de organización del trabajo genera incrementos en la productividad laboral, trabajadores más motivados y cualificados, que revierten a la sociedad. La nueva realidad reclama nuevas iniciativas por parte de los empleadores y de las autoridades, y tanto los gobiernos como las empresas están empezando a cobrar conciencia.

Más información en el artículo ‘Desigualdades de género en el mercado laboral’, publicado en Panorama Social, número 27.

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