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Notas sobre el sistema financiero y la transformación digital

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En una de las escenas más hilarantes de Annie Hall, el protagonista, encarnado por Woody Allen, recuerda una visita a la consulta del psicoanalista durante su niñez. El niño Allen está deprimido porque ha leído que el universo se expande y antes o después estallará. La madre reprende su actitud: “eso no es asunto tuyo; tú estás en Brooklyn y Brooklyn no se expande”. El psicoanalista apostilla, “y no se expandirá en miles de años, así que por eso hay que disfrutar de la vida mientras estemos aquí”.

Los retos que tenemos por delante como sociedad vendrán condicionados por nuestra actitud ante tres procesos interrelacionados que marcarán la agenda durante los próximos años: la transición hacia una economía verde descarbonizada, la transformación digital y la evolución del proyecto de integración europea. Estos tres procesos establecerán las coordenadas de la renegociación del poder entre Estados, mercados e individuos y, en consecuencia, nos situarán ante uno u otro escenario en relación con la redistribución de los recursos y el bienestar general.

La magnitud de estos retos hace que las tribulaciones sobre su evolución y efectos parezcan tan inconcretas y lejanas como lo era la expansión del universo en relación con Brooklyn. Es verdad que los procesos están en marcha a escala global y europea y parece que no son reversibles, pero también es cierto que podemos prepararnos e influir en la forma en la que afectarán a nuestras vidas y en el tipo de sociedad que resultará de ellos. En ese sentido, la angustia existencial del niño Allen y el despreocupado carpe diem de su psiconalista no parecen las únicas reacciones posibles.

Si salimos de nuestro Brooklyn particular, encontramos algunas contribuciones interesantes que pueden ayudarnos a comprender los cambios y a enriquecer las actitudes. Concretamente, quisiera comentar tres documentos publicados recientemente sobre transformación digital en el sistema financiero. De entre los muchos papeles efímeros que se publican diariamente, estos tres resultan relevantes en tanto que combinan la necesidad de acción estratégica con la conveniencia de templar o afinar la respuesta.

(1) Plan de Acción Fintech de la Comisión Europea.

El primero de los documentos es el Plan de Acción Fintech: para un sector financiero europeo más competitivo e innovador presentado por la Comisión Europea en su último año de mandato antes de las elecciones al Parlamento Europeo que tendrán lugar en la primavera de 2019. Como el propio documento señala, el financiero es el primer sector en cuanto al uso de las principales tecnologías digitales, léase entre otras, aplicaciones móviles, servicios en la nube, identificación digital, inteligencia de datos, cadena de bloques y registro compartido o inteligencia artificial. Pero además, como ocurre en los otros dos procesos que mencionábamos al principio (el mismo día, la Comisión publicó el Plan de Acción sobre la financiación del crecimiento sostenible), el ámbito financiero resulta clave para el impulso de la transformación digital en el conjunto de sectores económicos y sociales.

«La Comisión apuesta por equilibrar el fomento de la innovación tecnológica con la identificación y reducción de riesgos, ya se trate de amenazas de carácter eminentemente cibernético o de nuevas necesidades de protección de los consumidores, de los datos personales o de la integridad y la estabilidad financiera».

Aunque por el momento la Comisión no se plantee grandes reformas, sí prevé el establecimiento de un grupo de trabajo que estudie si la legislación financiera vigente es adecuada para los usos y las oportunidades abiertas por esas nuevas tecnologías. También plantea la creación de un laboratorio fintech, de un observatorio sobre blockchain, así como el seguimiento junto a las autoridades europeas de supervisión de la evolución y las mejores prácticas nacionales, en particular sobre espacios controlados de pruebas.

El Plan no solo tiene en cuenta las oportunidades que las tecnologías digitales aportarán al funcionamiento del sistema financiero, sino también la existencia de vulnerabilidades derivadas de los nuevos usos. En ese sentido, la Comisión apuesta por equilibrar el fomento de la innovación tecnológica con la identificación y reducción de riesgos, ya se trate de amenazas de carácter eminentemente cibernético o de nuevas necesidades de protección de los consumidores, de los datos personales o de la integridad y la estabilidad financiera.

Más allá de los objetivos de la Comisión y del contenido concreto de un Plan de Acción cuyo desarrollo habrá que observar con atención durante los próximos meses, lo verdaderamente relevante es su existencia en sí como documento estratégico. Constata que cuando hablamos de fintech, más que hablar de entidades o actividades específicas o de innovaciones en la prestación de los servicios que el sector financiero ofrece a la sociedad, hablamos del contexto, es decir, de la reconfiguración del sistema financiero o, si se prefiere, de su adaptación a las transformaciones tecnológicas y sociales.

(2) Documento sobre buenas prácticas e implicaciones fintech para bancos y supervisores bancarios del Comité de Basilea.

El segundo documento, publicado en febrero por el Comité de Basilea de Supervisión Bancaria, recoge las implicaciones que la innovación financiera sustentada en nuevas tecnologías puede tener para bancos y supervisores bancarios (Sound practices. Implications of fintech developments for Banks and bank supervisors). En este detallado y bien ordenado estudio se consideran diversos escenarios que pueden afectar a los modelos de negocio bancarios, teniendo en cuenta que frente a anteriores olas de innovación, ésta se caracteriza por la importancia de los datos y por la disminución de las barreras técnicas de entrada al mercado de servicios financieros.

Entre las oportunidades que la transformación digital ofrece para las entidades bancarias, el documento del Comité de Basilea señala el aumento de la eficiencia de los procesos y las mejoras que el uso de datos puede aportar con fines comerciales, de gestión o de cumplimiento normativo. Entre los riesgos, destaca el operacional, el derivado de una mayor interrelación entre entidades financieras y con terceras partes, así como el riesgo de liquidez en la medida en que aumente la volatilidad de los depósitos.

«El documento del Comité de Basilea incide especialmente en la pertinencia de incluir un enfoque activo que permita a las autoridades públicas de supervisión conocer las implicaciones de los nuevos usos e identificar y atajar mejor los eventuales riesgos».

Por su parte –siempre según el documento del Comité de Basilea–, para los consumidores la transformación digital puede suponer un aumento de la inclusión financiera, una mayor adaptación de los servicios prestados a sus necesidades o una reducción de precios vinculada a los menores costes de transacción. Del lado de los riesgos se llama la atención sobre aquellos relacionados con la privacidad y seguridad de los datos o con las malas prácticas comerciales.

Frente a estos riesgos y oportunidades, el documento del Comité de Basilea sugiere atender durante el ejercicio de las funciones supervisoras a aquellos aspectos que puedan limitar los efectos beneficiosos de la innovación, pero también anima a contar con programas supervisores que aseguren que las entidades alinean el uso de innovaciones tecnológicas con estructuras de gobierno y procesos de gestión del riesgo sólidos (especialmente frente a riesgos tecnológicos y frente a los derivados de la delegación de funciones o outsourcing en otras empresas especializadas).

Finalmente, entre los aspectos relacionados con las herramientas de supervisión, en el documento se señala la necesidad de aumentar la cooperación entre autoridades con muy diferentes funciones (autoridades financieras, de protección de datos, de protección a los consumidores, de competencia o de seguridad nacional), así como entre los propios supervisores financieros, habida cuenta de las crecientes imbricaciones transfronterizas. En cuanto a la organización interna, plantea la necesidad de una mayor especialización que permita aumentar la efectividad y valora la importancia de aplicar a la mejora del desempeño de las funciones públicas de supervisión las mismas tecnologías que pueden servir para mejorar la eficiencia en la prestación de servicios financieros. Finalmente, se enfatiza la importancia de una revisión permanente del marco regulatorio supervisor; en particular destaca la utilidad de espacios controlados de pruebas y otros facilitadores de la innovación, como instrumento supervisor que facilita la adquisición de conocimiento sobre el funcionamiento de las nuevas tecnologías aplicadas al ámbito financiero.

En definitiva, el documento no incide solo en la necesidad de facilitar el surgimiento y desarrollo de iniciativas empresariales innovadoras, sino especialmente en la pertinencia de incluir un enfoque activo que permita a las autoridades públicas de supervisión conocer las implicaciones de los nuevos usos e identificar y atajar mejor los eventuales riesgos.

(3) Informe sobre inteligencia de datos del Comité Conjunto de Autoridades de Supervisión Europeas.

Un tercer documento al que nos referiremos brevemente es el Informe sobre inteligencia de datos del Comité Conjunto de las Autoridades Europeas de Supervisión. En él se subraya algo obvio: la necesidad de preservar el estricto cumplimiento de la legislación vigente, ya se trate de la legislación financiera específica o de las de protección de consumidores y datos. Pero además se apunta hacia la necesidad de complementar el cumplimiento normativo con el desarrollo de buenas prácticas por parte de las entidades financieras, en particular del aumento de la transparencia y la información a los consumidores cuando se utilicen tecnologías basadas en el análisis de datos a gran escala.

El informe enfatiza la necesidad de proteger los intereses de los clientes de servicios financieros en línea con actuaciones similares de otras jurisdicciones, como los principios aprobados en septiembre pasado por la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor, el organismo creado en EE.UU. por la Ley Dodd-Frank bajo los auspicios de Elizabeth Warren. Se trataría, de buscar garantías legales, pero también de fortalecer la posición a los consumidores para que sean plenamente conscientes de la importancia de sus decisiones sobre el uso de datos personales y, en último extremo, para propiciar hábitos de consumo responsable. Como ha señalado Dirk Helbing, advirtiendo del riesgo de transformación de los ciudadanos en consumidores pasivos, “la ironía de la hiperconectividad es que ha disminuido nuestra capacidad de discernimiento de los productos que compramos, pero también de la información que consumimos.”

Habrá mucho tiempo para entrar al detalle de estos y otros documentos. Como reflexión final, de los tres documentos seleccionados puede inferirse que Estados, ciudadanos y entidades que actúan en el ámbito de los servicios financieros deben ser conscientes de la importancia de los cambios y de que la transformación digital implica una reconfiguración del sistema financiero, tanto en lo que concierne a los fines e instrumentos de que cuentan las autoridades públicas para cumplir con sus funciones, como en cuanto al posicionamiento de las entidades, sea cual sea su raigambre y tamaño. En cuanto a la clientela de servicios financieros, se encuentra ante un aumento de su propia libertad de elección, como consecuencia del incremento de la competencia y de la desintermediación, pero también ante la responsabilidad del uso de nuevos instrumentos y servicios.

«Disponemos de datos para intuir que los cambios afectarán a nuestro bienestar. También disponemos de suficiente inteligencia colectiva para hacer que las nuevas tecnologías y sus diferentes usos se adapten a nuestras prioridades y no al revés».

Quizás el primero de los desafíos relacionados con la transformación digital sea el de fortalecer la concepción del sistema financiero como institución central de la economía y de la sociedad, de cuyo buen funcionamiento depende el bienestar de todos. En esa dirección, es importante tener en cuenta una última idea: la importancia del Derecho en la búsqueda de soluciones –tanto en el ámbito público como en el privado. Se trata, desde luego, de identificar los bienes jurídicos a proteger –estabilidad financiera, protección a la clientela, acceso a la financiación, etc.– y de buscar los cauces formales e instrumentos más adecuados para defender ese interés dentro de un contexto europeo multinivel.

Decía el historiador Eric Hobsbawn que la doble revolución (democrática e industrial) producida entre 1789 y 1848 “supuso la mayor transformación en la historia humana desde los remotos tiempos en que los hombres inventaron la agricultura y la metalurgia, la escritura, la ciudad y el Estado. Esta revolución transformó y sigue transformando el mundo entero”. Carecemos de perspectiva para valorar, en la longue durée, la magnitud histórica de los cambios sociales que vivimos, y si más que ante una cuarta revolución industrial, como afirman muchos, no estaremos más bien, por la profundidad y amplitud de los cambios, ante una tercera gran transformación. De lo que sí disponemos es de datos para intuir que los cambios afectarán a nuestro bienestar. También disponemos de suficiente inteligencia colectiva para hacer que las nuevas tecnologías y sus diferentes usos se adapten a nuestras prioridades y no al revés. Entre la angustia del niño Allen y la levedad de su psicoanalista, el pensamiento consciente y el poder de la voluntad son instrumentos para poner esa inteligencia al servicio de aquellos valores que nos definan como sociedad.

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