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Crecimiento y competitividad de la empresa española: evolución reciente y perspectivas

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El modelo de crecimiento de la economía española durante los primeros años dos mil estuvo determinado de manera importante por la evolución diferencial de los precios en España respecto al resto de la zona Euro. Al integrarse España en la Unión Económica y Monetaria, se producía una reducción de los tipos de interés nominales a valores desconocidos en España en décadas. Al mismo tiempo, la inflación (más alta en España que en el conjunto de Europa) dejaba el interés real en valores negativos. Como consecuencia, se elevaron de manera abrupta los valores de activos como los financieros y los inmobiliarios, lo que llevó a que el protagonismo del crecimiento de la economía se centrara en la promoción y construcción de vivienda. La elevación de los tipos de interés reales a partir de 2007 pinchó la burbuja de valoración de los activos inmobiliarios con las consecuencias internacionales conocidas.

Este relato es conocido, pero tiene algunos matices cuando se narra desde la perspectiva de las decisiones de las empresas. Para ellas, la disminución de los costes del capital en los primeros años del siglo, unida a la disponibilidad de mano de obra abundante, facilitó un crecimiento en las empresas de todos los sectores basado en la incorporación de factores de producción capital y trabajo a un coste marginal que tendió a decrecer en términos reales.

El sector empresarial en su conjunto no muestra durante esa fase de expansión ganancia alguna de productividad, pero no se puede afirmar que el comportamiento de las empresas no fuese racional. La evolución de los costes financieros decrecientes y de los costes laborales a la baja permitía el crecimiento de la producción y al mismo tiempo mejorar la competitividad, pues los costes unitarios, los que incluyen tanto los laborales como los del capital, descendían.

Durante la fase contractiva que arranca en 2008, las empresas reducen su tamaño (reducción de empleo) y se destruyen empresas a tasas elevadas, además de caer en paralelo la demanda. Los resultados de las empresas empeoran rápidamente y se sitúan en pérdidas económicas que alcanzan su mínimo en los años 2012 y 2013. La productividad parcial y total de los factores caen a un ritmo muy severo, a la vez que los costes unitarios por cada euro producido, se disparan. Cuando se compara la evolución de muestras constantes con la de no constantes, se observa que las empresas que desaparecen de la muestra en esta fase tienen en promedio un salario por trabajador más bajo y generan el efecto aparente de crecimiento de los salarios reales medios.

«El crecimiento de las empresas españolas sólo se sostendrá si se produce al mismo tiempo una mejora de la eficiencia productiva que haga compatible la mejora de las rentas (incremento en los precios reales de los factores) con la competitividad».

A partir de 2014, la evolución de los resultados cambia de tendencia, el beneficio económico todavía es negativo pero gradualmente va subiendo hasta valores de beneficio positivo y nuevamente la evolución a la baja de los costes marginales del capital es importante para explicar este cambio. Las tasas de crecimiento de la actividad durante los últimos años pasan a ser positivas y destaca en particular el crecimiento del empleo, y de la inversión en menor medida. Esto ocurre en especial en las empresas de manufacturas, al contrario de lo que había ocurrido en los primeros años dos mil, cuando crecían menos que el agregado total de empresas. Apoyan su crecimiento en el sector exterior y actúan como motor del resto de las empresas. Las medidas de eficiencia empresarial presentan evoluciones muy positivas, al igual que las de costes unitarios, y el crecimiento del empleo se muestra compatible con un incremento en los salarios reales, que tampoco se había observado hasta los últimos años, en todo el periodo de estudio.

En estos momentos, 2018, los costes financieros nominales se mantienen históricamente bajos y aparecen algunas señales de inflación moderada, lo que supone que los tipos de interés reales son de nuevo negativos y que las empresas pueden disfrutar de financiación a un coste real muy bajo. A la vez, las restricciones de crédito a las empresas pueden estar disipándose. La evolución de los salarios reales en los últimos años ha sido favorable para las empresas, manteniendo el coste de este factor también en niveles muy contenidos. Nos encontraríamos por tanto en un escenario de precios de los factores de producción muy similares a los de los primeros años de este siglo, que sin duda ha favorecido la recuperación de los resultados económicos de las empresas.

Ahora los tipos de interés nominales solo tienen recorrido al alza. Ello elevará el coste del capital en términos marginales y se elevarán las expectativas de beneficios mínimos que, a su vez, arrastrará a otras rentas como las del trabajo. Por tanto, el crecimiento de las empresas españolas sólo se sostendrá si se produce al mismo tiempo una mejora de la eficiencia productiva que haga compatible la mejora de las rentas (incremento en los precios reales de los factores) con la competitividad. En otro caso, el previsible incremento de los precios de los factores llevará a que las empresas ajusten a la baja su demanda de trabajo y capital.

Sería de esperar que las decisiones empresariales no se basen exclusivamente en la situación actual de los costes de los factores y que incorporen unas expectativas realistas de evolución de estos precios. Así, las empresas deberían apostar por añadir mayor valor a los productos. O de crecer mediante inversiones más productivas que las presentes. Las recetas de la incorporación de capital tecnológico, la formación del capital humano y la innovación están perfectamente contrastadas como palancas de crecimiento a largo plazo y de sostenibilidad de los beneficios empresariales, por su capacidad para mejorar la productividad y generar valor.

Por su parte, sería de esperar de los responsables de las políticas públicas que envíen las señales adecuadas al sector empresarial, a través de la promoción de la innovación y en general del I+D empresarial, así como la mejora de la adecuación formativa de los desempleados y de las futuras generaciones.

Más información en el artículo ‘Crecimiento y competitividad de la empresa española: evolución reciente y perspectivas’, publicado en Cuadernos de Información Económica, número 266

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