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Retos del sector bancario español tras la reestructuración

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Los desequilibrios acumulados por el sector bancario español en la anterior etapa de expansión pasaron factura y han obligado a acometer una profunda reestructuración y saneamiento. La intensidad de esos desequilibrios en una parte del sector abocó al Gobierno de España a solicitar asistencia financiera de los fondos de rescate europeos. Las condiciones exigidas en el MoU que acompañó a la ayuda han contribuido a mejorar la viabilidad del sector. La reestructuración y la salida de la recesión han sido piezas clave para que el sector haya recuperado la rentabilidad y su capacidad de dar crédito. Así, tras destinar recursos equivalentes al 27% a sanear las pérdidas por deterioro de activos desde el inicio de la crisis, la rentabilidad está aumentando, así como el ritmo de crecimiento del crédito a nuevas operaciones. En paralelo, la banca ha hecho un importante esfuerzo de capitalización necesario para cumplir con niveles de solvencia más exigentes. Prueba de la mayor fortaleza es haber aprobado con éxito las pruebas de resistencia llevadas a cabo por el BCE y la EBA en 2014.

Si bien la reestructuración y saneamiento ha necesitado de ayudas públicas (gran parte financiadas con cargo a los fondos de rescate europeos), el importe de las ayudas se sitúa en torno a la media europea (de 2008 a 2014, las ayudas acumuladas equivalen al 5% del PIB español frente al 4,7% en el caso de la eurozona), aunque desgraciadamente el impacto sobre el déficit público ha sido mayor en España (4,4% del PIB frente al 1,8% en la eurozona).

El ajuste realizado ha permitido a la banca española situarse en una buena posición en el ranking de sectores bancarios de la UE en términos de rentabilidad y eficiencia. La última información homogéneamente comparable que ofrecen las estadísticas del BCE está referida a junio de 2014 y hace referencia a los grupos consolidados. En base a esa información, la banca española disfruta de un margen de intermediación y también operativo elevado, un coste operativo por unidad de activo similar a la media europea, encabeza el ranking de los principales países de la UE en términos de margen de explotación, disfruta de un nivel de rentabilidad por encima de la media europea, y es la banca más eficiente de los países analizados. En el indicador de salud bancaria que sale mal posicionado es en términos de coeficiente de solvencia, con un valor 2,2 pp por debajo de la media de la banca de la EU. No obstante, este último dato hay que interpretarlo con cautela dado que los activos ponderados por riesgo (denominador de la ratio) presentan diferencias de cómputos entre países.

Si bien la crisis bancaria ha quedado atrás, los niveles de rentabilidad actuales son reducidos y se sitúan en niveles muy por debajo de los alcanzados antes de la crisis. La ROE promedio del sector es del 5,9%, un nivel reducido e insuficiente en comparación con el coste de captar capital (en torno al 8%). Este no es un problema exclusivo de la banca en España, ya que como señala el último informe de estabilidad financiera del FMI de octubre de 2015, la ROE de los países desarrollados ha caído del 13,2% en el periodo 2000-06 al 8,2% en 2014. En este último año, la ROE de la banca de la eurozona está en torno al 2,5%, frente al 9% en Norte América. Casi un 70% de la caída de la rentabilidad en los países desarrollados se debe a las mayores exigencias de capital. La menor rentabilidad de la banca de la eurozona se debe al elevado volumen de activos improductivos.

En este contexto, uno de los retos más importantes de la banca española es alcanzar mayores niveles de rentabilidad, algo difícil en un contexto de reducidos tipos de interés que lastra la recuperación del margen. Si bien el margen de intereses ha aumentado ligeramente en 2014 y en la primera mitad de 2015 como consecuencia de una caída de los costes financieros superior a los ingresos, de mantenerse los tipos de interés de referencia en los mercados monetarios en los niveles actuales, acabará afectando negativamente al margen, ya que puede haber margen de maniobra para reducir los tipos activos (que siguen cayendo), pero no tanto de los pasivos.

La variable clave en este contexto es la eficiencia, cuya mejora exige reducir costes. Y como hemos visto, a pesar de la intensa corrección del exceso de capacidad instalada, los costes por unidad de activo apenas han caído, e incluso han aumentado desde 2012. Por tanto, es necesario que la banca española siga racionalizando costes, lo que podría alentar nuevos procesos de fusión encaminados a aprovechar economías de escala para reducir costes. En paralelo, el avance hacia la banca digital es importante como estrategia para reducir costes, si bien los beneficios no se materializan a corto plazo. En cualquier caso, es necesario que sigan ganando peso otras vías de acceso a los servicios bancarios distintas a la oficina tradicional, máxime teniendo en cuenta que España sigue a la cabeza del ranking europeo en términos de densidad de red y a la cola en términos de tamaño medio de una sucursal bancaria.

Una de las lecciones de la crisis bancaria en España es la importancia que ha tenido la diversificación geográfica. Los dos grandes grupos españoles han capeado mejor el temporal, no solo por su buena gestión, sino también por las ventajas asociadas a la diversificación. El principio básico de que “la diversificación reduce el riesgo” ha tenido fiel reflejo en la cuenta de resultado de los dos grandes bancos españoles. Por tanto, los nuevos grupos bancarios que han surgido en España con la reestructuración (ya son bancos de tamaño considerable) y los nuevos que puedan surgir con nuevas fusiones, deberían de poner su mira en la expansión internacional, sobre todo teniendo en cuenta que el negocio en España no va dar muchas alegrías como consecuencia del desapalancamiento que aún tenemos pendiente.

Otro elemento de vulnerabilidad es el elevado volumen de activos improductivos. Este es un problema sobre el que insiste el FMI en su último informe para el caso de la banca europea. En préstamos de dudoso cobro, la banca española tiene en sus balances un volumen entorno al 14% del PIB. Pero si añadimos los activos adjudicados, la cifra aumenta hasta el 22% (230.000 millones de euros). Son activos que generan costes pero no ingresos, por lo que lastran la rentabilidad.

«Si bien la crisis bancaria se da por superada como demuestra la reactivación del crédito a nuevas operaciones y la recuperación de la rentabilidad, los retos y vulnerabilidades existentes plantean un futuro en el que es difícil aumentar la rentabilidad, lo que exige a las entidades seguir ganando eficiencia y plantear nuevos modelos de negocio, así como reflexionar sobre la viabilidad futura del actual modelo de banca minorista».

Un reto adicional al que se enfrenta la banca española es el derivado del cambio en la estructura de ingresos. En la época del boom crediticio y de márgenes elevados, los ingresos netos por intereses adquirían gran protagonismo, hasta el punto de llegar a aportar el 64% del total de ingresos netos. Con la caída del crédito y de márgenes, la banca ha utilizado los resultados por operaciones financieras como válvula de escape, de forma que en 2013 llegaron a suponer el 18% de los ingresos netos. A ello ha contribuido el carry trade de la financiación del BCE destinada a la compra de deuda pública y las plusvalías obtenidas con la caída de tipos. Al ser este tipo de resultados un negocio no recurrente, la banca se enfrenta al reto se mantener sus ingresos en un entorno en el que no se podrán repetir de nuevo esas plusvalías, en parte por la fuerte caída de la rentabilidad de la deuda pública y el mantenimiento de tipo en niveles reducidos. De hecho, en los últimos 12 meses hasta junio de 2015, la aportación ha caído al 13%.

El carry trade también ha favorecido la cuenta de resultados de la banca española a través de los ingresos obtenidos por la compra de deuda pública, sobre todo cuando los tipos de interés de la deuda alcanzaron niveles elevados. Del total de ingresos financieros de la banca española, en 2007 los ingresos asociados a la deuda pública suponían el 2,7% y el 30% de los ingresos por renta fija. En 2013 y 2014, tras las barras libres de financiación del BCE, el porcentaje alcanzó un máximo del 15,5% de los ingresos financieros y el 58% de los de renta fija. A junio 2015 (últimos 12 meses), se mantiene en niveles elevados (14,4% del total de ingresos financieros y 58% de los ingresos de renta fija).

En resumen, si bien la crisis bancaria se da por superada como demuestra la reactivación del crédito a nuevas operaciones y la recuperación de la rentabilidad, los retos y vulnerabilidades existentes plantean un futuro en el que es difícil aumentar la rentabilidad, lo que exige a las entidades seguir ganando eficiencia y plantear nuevos modelos de negocio, así como reflexionar sobre la viabilidad futura del actual modelo de banca minorista apoyado en una extensa red de oficinas de tamaño excesivamente reducido en el contexto europeo.

Esta entrada es una adaptación del artículo «Retos del sector bancario español tras la reestructuración», publicado en el número 249 de Cuadernos de Información Económica. Puede descargar la publicación completa aquí.

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