La economía española se está adaptando a un entorno incierto marcado por la multiplicación de trastornos en las cadenas productivas como consecuencia de la aparición de nuevas variantes del virus. Pero no es inmune a otras patologías como la inflación. Así lo avala la estimación del PIB para el cuarto trimestre, con un vigoroso crecimiento del 2% logrado pese a los retrasos en la llegada de suministros que han complicado la tarea de las empresas de responder a un volumen ingente de demanda embalsada. Y sin embargo en el balance total se observa un retroceso con respecto a las previsiones iniciales.
Entre las buenas noticias, destaca el tirón de la inversión en equipamiento, con un alza tres veces mayor que la del PIB, en consonancia con la mejora del excedente empresarial y la aceleración de la ejecución de los fondos europeos en el tramo final del año. Las exportaciones también evolucionan favorablemente, fruto del auge de las ventas de bienes en el exterior y del rebote, aún incompleto, del turismo. Además, las empresas consiguen aliviar los problemas de abastecimiento acumulando inventarios. De ahí la inaudita aportación de éstos al crecimiento: casi la mitad del incremento del PIB en el cuarto trimestre se debe a la variación de existencias —una circunstancia que podría revertirse en los próximos trimestres, a medida que el abastecimiento se normaliza—.
Fuentes: INE, Eurostat y Funcas.
Sin embargo, la sombra de la inflación es cada vez más alargada. Prueba de ello, la caída del consumo de las familias, un -1,2%. Se esperaba un mejor resultado, habida cuenta del colchón de sobreahorro generado por la crisis, del auge de compras que se anticipaba en la época navideña y, sobre todo, del suplemento de ingresos aportado por el ascenso espectacular del empleo. Pero los consumidores se han mostrado cautelosos, sin duda por la erosión de la capacidad de compra ocasionada por el brote inflacionario que se ha desatado en los últimos meses. Solo en el cuarto trimestre, los asalariados han perdido casi tres puntos de poder adquisitivo, resultado de una remuneración por asalariado prácticamente plana (+0,3%) y de un IPC disparado. El alza de los costes también pesa sobre la inversión residencial, si bien empieza a percibirse un repunte.
Todo ello deja el crecimiento del PIB en el 5% para el conjunto del 2021. Un resultado que mejora algunos de los vaticinios realizados tras los malos datos registrados en la primera parte del ejercicio, pero decepcionante en relación al estímulo que se anticipaba tanto desde el sector privado (efecto demanda embalsada) como del público (fondos europeos).
En total, la actividad se sitúa todavía un 4% por debajo del nivel prepandemia, frente a una recuperación cuasi completa en el conjunto de la eurozona —un diferencial que proviene sobre todo del consumo privado y del turismo—. Conviene interpretar estas comparaciones con precaución, por las disrupciones de la crisis en el aparato estadístico y las diferentes maneras de contabilizar variables tan importantes como la actividad en el sector de la construcción. La brecha podría ser por tanto menor de lo que estima el INE, pero todavía queda camino por recorrer.
De cara a 2022, el mar de fondo expansivo debería expresarse con más firmeza. Pero la robustez de la recuperación estará condicionada por la aparición de nuevas incertidumbres en torno al contexto externo, entre las que destacan las tensiones geopolíticas en el este de Europa y sus impactos en los mercados energéticos. Y sobre todo por la persistencia de las presiones inflacionistas, porque un IPC tensado no solo seguirá lastrando el consumo. También plantea un nuevo escenario para la gestión de los fondos europeos: tras los retrasos en la ejecución, el Plan podría enfrentarse a la situación inversa de atasco. Por tanto, la coyuntura aboga por un esfuerzo de priorización en el manejo de los fondos europeos, seleccionando proyectos transformadores y aliviando las presiones inflacionistas.
EXPECTATIVAS | El índice de sentimiento económico elaborado por la Comisión Europea para enero muestra un leve incremento frente al mes anterior, situándose en niveles 9 puntos superiores a la media de la serie histórica (la evolución es más favorable que en la UE, con un índice que retrocede en términos promedios). Además, la cartera de pedidos se mantiene en niveles elevados y las perspectivas de exportación y de creación de empleo son positivas. Sin embargo, el indicador también apunta a la persistencia de presiones inflacionarias y de problemas de suministro en los próximos meses.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.