Al igual que los resultados de afiliación a la Seguridad Social, las cifras de la Encuesta de Población Activa (EPA) reflejan una intensa creación de empleo en 2021, que se concentra fundamentalmente en la segunda mitad del año —500.000 nuevos empleos frente a 331.000 en la primera mitad del ejercicio—, de modo que en el cuarto trimestre la cifra total de ocupados ya superaba el nivel previo a la pandemia. Esto se cumple incluso descontando los trabajadores que se mantenían en situación de ERTE, si bien las cifras que ofrece la EPA de personas en paro por razones técnicas o económicas o en regulación de empleo, que serían las categorías en las que se encuadrarían aquellos, es muy diferente de las cifras oficiales. Asimismo, se cumple tanto para los trabajadores asalariados como para los no asalariados.
Es cierto que el empleo privado aún no ha recuperado el nivel previo a la pandemia conforme a la EPA, pero la distancia en el cuarto trimestre era de apenas 4.000 trabajadores, de modo que muy probablemente en el primer trimestre de este año ya superará dicha barrera en términos desestacionalizados —cabe señalar que las cifras de afiliados a la Seguridad Social del sector privado sí lograron superar las anteriores al Covid-19 en los últimos meses del año—. Otro colectivo en el que no se ha completado la recuperación del empleo es entre los jóvenes, en este caso por un margen más significativo, pese a lo cual su tasa de desempleo es ya muy cercana a la del cuarto trimestre de 2019, debido al descenso de su tasa de actividad.
Gracias a esta recuperación del empleo, la tasa de paro se situó en el 13,3% en el cuarto trimestre, cinco décimas porcentuales por debajo de la alcanzada en el mismo periodo de 2019. Y ello con una recuperación total de la tasa de actividad, lo que, dado el crecimiento registrado de la población, implica un incremento en el volumen de la población activa. Se puede decir, por tanto, que en términos de número de personas ocupadas la recuperación de la economía prácticamente ya se ha completado, aunque al PIB aún le falta un 4% para alcanzar dicho logro.
No obstante, si atendemos al número de horas trabajadas el panorama es diferente. Estas se estancaron en la segunda mitad del año, pese al intenso crecimiento tanto en el número de ocupados como en el PIB —el decepcionante avance de este último en el conjunto del año obedece a la debilidad de la primera mitad del ejercicio, ya que en la segunda mitad la recuperación ganó notablemente vigor—. De este modo, al final de 2021 el número de horas trabajadas se encontraba por debajo de las cifras previas a la pandemia, en un porcentaje, además, muy cercano al del propio PIB.
Esto implica varias cosas. En primer lugar, que en la segunda mitad del año se produjo una intensa recuperación de la productividad por hora trabajada, de modo que al final del ejercicio esta era solo ligeramente inferior a la previa a la pandemia. En segundo lugar, que el número de horas trabajadas por ocupado ha caído. De hecho, en la segunda mitad del año fue inferior, no solo al número anterior a la pandemia, sino inferior incluso a las cifras de la segunda mitad de 2020. Así, en el tramo final de 2021, el hecho de que la productividad por ocupado se encuentre muy por debajo del nivel anterior a la crisis obedece fundamentalmente al descenso en el número de horas trabajadas por persona, más que a la caída de la productividad por hora trabajada.
Este, en principio, inconsistente comportamiento del empleo agregado que se ha observado en la segunda mitad del año —contratación de nuevos trabajadores al tiempo que se reducen las horas de trabajo—, se observa también en prácticamente todos los grandes sectores analizados individualmente, y podría deberse a causas organizativas, derivadas de las disrupciones que ha generado la pandemia en el funcionamiento empresarial, pero también puede estar muy relacionado con el aumento de las bajas laborales por enfermedad debido al aumento de los contagios por Covid-19. Esto sería consistente con otro resultado que ofrece la EPA, según el cual en la segunda mitad del año tuvo lugar un incremento en el número de ocupados que no han trabajado por enfermedad, accidente o incapacidad temporal, y además ese número fue superior al observado en la segunda mitad de 2020.
En cualquier caso, como otros fenómenos observados desde el inicio de la pandemia, su explicación solo puede encontrarse en la excepcionalidad de las circunstancias actuales, por lo que solo cabe esperar que su carácter sea transitorio, y que a medida que el funcionamiento de la economía se normalice y la enfermedad remita, las horas de trabajo por ocupado retornen a niveles precrisis. Esto supondría, evidentemente que la creación de nuevos empleos se ralentizaría durante un cierto periodo de tiempo, hasta que se recuperase la productividad por trabajador previa a la pandemia.
Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.