Menudo comienzo de 2021. Montaña rusa en toda regla. La tercera ola de la covid, la vacunación y sus interrogantes o las dudas sobre la recuperación. En esas estábamos cuando llegan señales de una incipiente inflación, sobre todo en Estados Unidos y en algunos países europeos como Alemania. Tras años buscándola, sin saber de su paradero, los actuales crecimientos de precios empiezan a preocupar a muchos analistas, particularmente los más halcones sobre deuda pública (los denominados bond vigilantes). Lo reflejan las recientes turbulencias en los mercados de renta fija, sobre todo de deuda soberana. Comentarios de inversores tan relevantes como Warren Buffett —en su reciente carta a los accionistas de su fondo Berkshire Hathaway— apostando por un “futuro oscuro” para los tenedores de renta fija, crearán más dudas sobre un mercado al borde de un ataque de nervios. No hay alternativas de inversión fáciles. De ahí las fuertes revalorizaciones de materias primas e incluso bitcoin desde 2020. Aumentar el riesgo en las operaciones de crédito, como alternativa, puede ser mala idea. Los datos publicados ayer muestran que la financiación a empresas sigue creciendo, lo que indica que la necesidad de financiación está ahí y no conviene descarrilarla.
«Si los fundamentos y las expectativas apuntaran a una inflación más permanente, los inversores descontarían fuertemente un viraje en la política monetaria, con subida de tipos de interés en el medio plazo, más probable en la Reserva Federal de Estados Unidos que en el Banco Central Europeo».
Santiago Carbó
Se habla de la posible inflación desde las buenas noticias sobre la vacunación que comenzaron en noviembre. Los estímulos monetarios y fiscales como respuesta a la pandemia, junto a una demanda embalsada (gasto que no se pudo acometer durante este año de confinamiento y limitaciones a la actividad y movilidad) pueden traer un efecto champagne. Un desbordamiento de compras de los consumidores que, en algunos países, puede llevar a una inflación significativa. Asimismo, los aumentos de los precios de materias primas de estos meses —por cierto, otra apuesta de Buffett— echan más presión a la inflación. Lo que no se sabe es si ese aumento de los precios será coyuntural o permanente. Si solamente se mantiene unos meses no debería haber cambios reseñables en la acción de los bancos centrales. Están poniendo paños calientes declarando —así lo seguirán haciendo mientras puedan— que se mantendrá su estrategia de tipos de interés bajos prolongadamente. Sin embargo, si los fundamentos y las expectativas apuntaran a una inflación más permanente, los inversores descontarían fuertemente un viraje en la política monetaria, con subida de tipos de interés en el medio plazo, más probable en la Reserva Federal de Estados Unidos que en el Banco Central Europeo, todavía con señales menos intensas de futura inflación. Alemania y su círculo reclamarán cambios en la orientación del BCE si las expectativas de inflación se refuerzan.
Una subida de tipos de interés, con las carteras repletas de deuda con tipos bajos o negativos, puede causar un terremoto en los mercados. Sería inoportuno en momentos de esperanza de recuperación económica. Era algo que se ha estado temiendo después de tantos años de anormalidad monetaria —sobre la que nunca hubo una hoja de ruta de salida— y tipos artificialmente bajos. Vienen curvas financieras, en un sentido u otro.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.