La economía española acaba de cerrar la brecha de competitividad que se había generado durante la época de la burbuja inmobiliaria. Entre 2002, cuando el Euro entró en circulación, y 2008, los costes laborales unitarios aumentaron en total un 25%, es decir el triple que en el conjunto de la eurozona. Ello provocó una pérdida de competitividad y un déficit externo sin precedentes, que culminó con el estallido de la crisis.
Gráfico 1
Por el contrario, desde 2008, los costes laborales unitarios se han reducido en cerca del 4%, mientras que aumentaban por encima del 12% en la eurozona. Esto coloca la competitividad donde estaba al inicio del Euro, lo que sin duda explica el dinamismo exportador, la entrada de inversión extranjera y el superávit externo que da solidez a la actual fase de crecimiento.
Pero la moneda tiene su cruz. La mejora relativa de los costes laborales unitarios refleja el ajuste salarial realizado estos últimos años, y no un avance de la productividad. Los salarios se han reducido durante la recuperación cuando, sin embargo, crecían en varios países europeos como Alemania y Francia. Es por ello que los productos españoles se han abaratado.
Gráfico 2
Una elevación de la productividad hubiera permitido recuperar competitividad de manera menos traumática, pero la productividad apenas crece en España. El PIB por persona ocupada no despega, y lo mismo ocurre con los indicadores disponibles de eficiencia productiva.
Un cambio de tendencia en los salarios es probable. Empresarios y sindicatos están en plena negociación, que previsiblemente desembocará en aumentos ligeramente por encima de la inflación. El salario mínimo también se revaloriza, aunque su incidencia sea escasa, teniendo en cuenta que lo perciben menos del 4% de los asalariados. Finalmente, el gobierno tiene intención de incrementar las remuneraciones en la función pública.
«La inversión en formación, nuevas tecnologías, investigación y desarrollo, así como los resultados en materia educativa y de calidad del empleo, sitúan a España por debajo de los estándares internacionales. Según la Comisión Europea, el índice de innovación es un 20% inferior a la media europea».
Sin duda, estos pactos y decisiones tendrán un impacto moderado sobre la remuneración media. Tanto en 2016 como en 2017, las remuneraciones crecieron un punto menos que los salarios pactados entre los agentes sociales. El aumento inexorable del trabajo temporal, con salarios relativamente bajos, explica en parte la discrepancia entre salarios pactados y lo que los trabajadores ingresan efectivamente. Algo similar ocurre en la función pública, con la contratación de interinos en sustitución de funcionarios.
No obstante, en un futuro, la competitividad tendrá que descansar sobre mejoras de la productividad. Y es aquí, donde queda mucho camino por recorrer. La inversión en formación, nuevas tecnologías, investigación y desarrollo, así como los resultados en materia educativa y de calidad del empleo, sitúan a España por debajo de los estándares internacionales. Según la Comisión Europea, el índice de innovación es un 20% inferior a la media europea. Además, la brecha se ha ampliado estos últimos años. El esfuerzo de equipamiento de las empresas ha mejorado notablemente, al calor de la recuperación, pero la inversión todavía se sitúa en cotas insuficientes para que se traduzca en un crecimiento significativo de la productividad.
Con todo, a corto plazo, la economía española debería mantener una posición competitiva favorable. Los salarios aumentarán moderadamente, lo que consolidará la fase expansiva. Además, en varios sectores, las empresas disponen de importantes excedentes que les permiten amortiguar incrementos salariales pactados. Se estima que, en 2017 y por tercer año consecutivo, las empresas no financieras en su conjunto disponían de un superávit que superaba ampliamente los 30.000 millones de euros –un resultado sin precedentes.
Para que el país prospere de manera sostenible, la clave está en la productividad, es decir en su capacidad reformadora. Aquí hay pocas novedades. Algunos observadores prevén cambios en la financiación autonómica. Esta podría ser una ocasión para incentivar inversiones en capital humano y prevenir políticas clientelistas. Pero en general, la falta de reformas de envergadura debería preocupar.
Fuente de los gráficos: Eurostat, INE y Funcas (previsión 2017).