Se está poniendo algo más del foco público en los problemas de los más jóvenes. Sus grandes dificultades para acceder a una vivienda asequible tanto en propiedad como en alquiler es una de ellas. A la grave falta de oferta de inmuebles en las capitales que más capital humano han atraído se une unas comparativamente bajas remuneraciones que les impide, en la mayoría de los casos, ahorrar para plantearse adquirir una casa, pero en el caso de alquilar, se lleva un porcentaje excesivo de sus ingresos mensuales (significativamente por encima del 30%). La interacción de bajos salarios con otros obstáculos están produciendo grandes quebraderos de cabeza a esas generaciones, en mucha mayor medida que en la de sus mayores en su día.
Se parte de una problemática más general como es que nuestro mercado de trabajo tiene más disfuncionalidades que los países de nuestro entorno. Las sucesivas reformas laborales han intentado corregir parte de las mismas, pero persisten desafíos, como la tasa de paro que, aunque haya bajado, aún está lejos de los estándares europeos. Por su lado, las remuneraciones de los asalariados en España son significativamente más bajas que las de la Unión Europea (UE). La media del salario en nuestro país en 2022 era de 1.822 euros, mientras que en la UE era de 2.200 euros (un 20% superior). Aunque aún no tenemos datos comparables, en 2023 se ha podido producir una reducción de la divergencia con la UE, ya que en España crecieron un 5,1%. Las diferencias aún son mayores en las remuneraciones de los más jóvenes. Casi la mitad de ese grupo gana menos de 1.250 euros al mes. Así, no sorprende que la tasa de emancipación juvenil (entre los 16 y 29 años) sea solamente del 16%, muy por debajo del 31% europeo. Por último, llama la atención que el 65% de las compras de vivienda de los jóvenes haya necesitado apoyo financiero de sus progenitores, lo que genera desigualdades para las generaciones que se están incorporando al mercado de trabajo.
Hay que tomar conciencia pública de este desajuste salarial de los jóvenes. Así está ocurriendo, como también ha pasado con el problema de acceso a vivienda accesible. Faltan medidas de enjundia. La mayoría de ellas deben partir del sector privado, fundamentalmente, donde se ocupan la mayor parte de los asalariados. Por un lado, apostar por inversiones que mejoren el rendimiento empresarial y la productividad de sus empleados como eje fundamental. Con ello, el margen para subir los salarios sube notablemente. Asimismo, independientemente de ello, se debe reconocer explícitamente que el capital humano joven —hoy mejor preparado para ofrecer soluciones, sobre todo tecnológicas que precisan las empresas— debe ser remunerado adecuadamente. Es un esfuerzo, pero que a largo plazo agradeceremos toda la sociedad española, también las empresas, para no perder lo mejor de nuestros recursos humanos jóvenes, que ante la falta de remedios, se irá a otras latitudes, como desafortunadamente ya está ocurriendo.
Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.