En 2018, la inversión directa extranjera alcanzó cerca de 47.000 millones de Euros, lo que representa prácticamente la quinta parte del total de inversiones realizadas en nuestro país durante ese año, y el 71% más que en 2017. Estas tendencias, basadas en datos de registro que avalan los avances de balanza de pagos del Banco de España, muestran que las expectativas que genera la economía siguen siendo relativamente favorables. El índice de confianza empresarial para el presente trimestre se mantiene en terreno positivo, siendo más los que son optimistas sobre la marcha de su negocio que los que opinan lo contrario.
Gráfico 1
El incremento de la inversión extranjera es uno de los pilares de la expansión, por su aportación tanto a la demanda interna como a la creación de empleo y a la competitividad de las empresas. También contribuye al diferencial de crecimiento con respecto a nuestros principales socios europeos, donde la entrada de capital internacional ha tendido a disminuir –en especial en Italia y Reino Unido.
Sin embargo, los beneficios para la economía española de esas inversiones dependen de su efecto multiplicador sobre el tejido productivo, y ahí es donde surgen dudas. Primero de todo, porque solo el 41% de la inversión extranjera se traduce en creación de nuevas empresas o ampliaciones de capacidad existente, es decir una adición directa e inmediata de capital productivo. El 59% restante se debe a fusiones y adquisiciones de empresas existentes, por lo que el efecto multiplicador es generalmente indirecto y reducido, por lo menos a corto plazo. El impacto de este tipo de operaciones dependerá de la incorporación de nuevas tecnologías y de un hipotético aumento de productividad generado por el hecho de que una empresa esté gestionada por un inversor extranjero.
«La construcción y las actividades inmobiliarias, el transporte, el comercio y el almacenamiento –sectores que inciden menos sobre la productividad– concentran el grueso de inversiones».
Raymond Torres
Además, solo el 8,4% de inversiones internacionales tienen como destino la industria manufacturera y el 20% los servicios de mercado que más importan para la economía y la productividad (como las actividades profesionales, científicas y técnicas, los seguros y las comunicaciones). La construcción y las actividades inmobiliarias, el transporte, el comercio y el almacenamiento –sectores que inciden menos sobre la productividad– concentran el grueso de inversiones.
También hay que tener en cuenta el país de origen de las inversiones extranjeras. Históricamente, EEUU, Reino Unido, Francia y Alemania han liderado el ranking. Desde 2018, Italia se incorpora a este grupo de cabeza, como consecuencia del desvío de inversiones por la situación financiera del país.
«La economía española sigue generando confianza entre los inversores internacionales. Pero conviene vigilar el impacto de esas inversiones sobre el tejido empresarial así como su coherencia con el modelo productivo».
Raymond Torres
Asimismo, China irrumpe como uno de actores más destacados, pasando a ocupar el séptimo lugar. En los últimos seis años, las empresas con matriz en China y Hong Kong aportaron cerca de 7.000 millones de euros, es decir más del 4% del total de inversión directa extranjera en nuestro país. Entre los sectores receptores figuran el suministro de energía y las infraestructuras de transporte. Además, los flujos se han acelerado, una tendencia contrasta con la disminución registrada en los principales países de nuestro entorno como consecuencia de la adopción de una regulación más restrictiva en sectores considerados como estratégicos (tecnología, medios de comunicación y actividades de defensa). La normativa también se ha endurecido con respecto a la inversión de empresas públicas chinas.
Gráfico 2
En fechas recientes, la UE aprobó un nuevo marco destinado a filtrar los proyectos de entrada de capital chino apoyado por el Estado. Según una estimación, el marco podría cubrir hasta el 82% del total de inversiones realizadas en Europa por empresas del país asiático. Todo ello pone a España ante la disyuntiva de fortalecer la normativa existente, y así contener la presencia de China en sectores estratégicos, o mantener la actual posición para seguir atrayendo nuevas inversiones.
En definitiva, la economía española sigue generando confianza entre los inversores internacionales. Pero conviene vigilar el impacto de esas inversiones sobre el tejido empresarial así como su coherencia con el modelo productivo y los intereses estratégicos del país.
Fuentes de los gráficos: M. Industria (DataInvex) y Banco de España.