Hoy recibe el premio Fronteras del Conocimiento, concedido por la Fundación BBVA, en la categoría de Economía, Finanzas y Gestión de Empresas, el profesor de Stanford Robert Wilson.
Cada año, el jurado de estos premios asume un reto impuesto por sus predecesores, ya que, de sus siete convocatorias previas, en dos se otorgó el galardón a investigadores que, posteriormente, obtuvieron el Nobel de Economía. En esta octava edición, sus seis miembros han apostado sobre seguro: Robert Wilson es, sin duda, un gigante de la economía.
Y —como decía Newton— sentados sobre hombros de gigantes vemos más lejos. El concepto de «información asimétrica» cambió radicalmente la forma en que entendemos la ciencia económica, y en esa revolución, la contribución de Wilson fue fundamental. La información no es pública, ni perfecta, como asumía la teoría económica clásica. Las empresas conocen mejor que los reguladores su nivel de solvencia o sus costes; los trabajadores tienen mejor información sobre su productividad que el mercado, y los consumidores disponen de información privada sobre su demanda. Esta distribución asimétrica de la información genera multitud de problemas de incentivos y fallos de mercado y fue, sin duda, un factor desencadenante de las recientes crisis financieras. La investigación en economía en las últimas décadas ha estado en gran medida centrada en incorporar la «información asimétrica» al análisis económico y aprender, con ello, a diseñar mejores regulaciones e instituciones.
Su gran aportación: el concepto de «equilibrio secuencial»
Una de las herramientas metodológicas clave en esta revolución ha sido el «equilibrio secuencial», un concepto de teoría de juegos desarrollado por Wilson y David Kreps que incorpora en la toma de decisiones no sólo las estrategias que observamos, sino también las creencias que cada uno de los jugadores/agentes económicos tiene sobre la información privada del resto, creencias que pueden cambiar a lo largo del tiempo, modificando en consecuencia los comportamientos de equilibrio. Son innumerables las aplicaciones del equilibrio secuencial a la teoría de la negociación, la organización industrial o la economía laboral; una de las más importantes es el concepto de reputación. La idea central de la reputación es que los agentes económicos utilizan las acciones pasadas del resto de los agentes para predecir sus acciones en el futuro.
Imaginemos un monopolista que espera tener que competir con una secuencia de potenciales entrantes a su mercado. El monopolista tiene incentivos a incurrir en grandes pérdidas fijando precios muy bajos cuando se produzcan las primeras entradas al mercado, no solo para hacer quebrar a estos entrantes, sino para disuadir a los futuros, creándose una reputación de ser una empresa agresiva, intentando que sus competidores infieran que tiene costes muy bajos. Esta idea está detrás del modelo central que utilizan en la actualidad las autoridades de defensa de la competencia para penalizar los denominados precios predatorios y conseguir con ello aumentar el bienestar de los consumidores.
«Gigantes como Wilson son capaces de cambiar la forma en la que vemos el mundo al tiempo que se implican en conseguir cambiar su propia realidad, mostrando que el análisis económico, en buenas manos, es una gran herramienta para mejorar el bienestar de todos».
Wilson nos ha permitido hacer a los economistas mejor ciencia, pero su contribución no ha sido meramente académica. Ha tenido un impacto importante sobre nuestro bienestar y su huella está presente en muchas instituciones y en el funcionamiento de muchos mercados. Una muestra de ello es su investigación en el diseño de menús de tarifas. En multitud de mercados, los consumidores pagan precios distintos por los mismos bienes, gracias a descuentos por cantidades, programas de fidelización, y otras muchas formas de discriminación de precios. El objetivo de estos «menus de tarifas» es conseguir adaptar el precio a la demanda individual de cada consumidor y, con ello, expandir el mercado. Por ejemplo, gracias al uso intensivo de este tipo de tarifas, el sector aéreo se ha “popularizado”, abriendo el mercado a todo tipo de consumidores.
Las investigaciones de Wilson han permitido que multitud de profesionales de campos muy distintos de la economía mejoren estos «menús de tarifas», aumentando los beneficios de las empresas y el tamaño de los mercados. Los menús de tarifas también permiten mejorar el funcionamiento de los mercados regulados y el bienestar de todos. Un ejemplo de ellos son los trabajos de Wilson sobre tarifas eléctricas bidimensionales que discriminan por potencia o por prioridad en caso de interrupción del servicio. Estas tarifas bidimensionales se utilizan en numerosos sistemas eléctricos en todo el mundo y han permitido financiar inversiones en nueva capacidad eléctrica y reducir los cortes de suministro eléctrico a los consumidores en las fases de demanda alta.
Diseño de subastas y nuevos mercados
Wilson tampoco ha sido ajeno al gran desarrollo de la teoría de subastas y sus múltiples aplicaciones en el diseño de mercados. Entre sus contribuciones a este campo, fue pionero en analizar subastas con multitud de unidades que son la base de las subastas de dinero que fijan los tipos de interés en numerosos bancos centrales o las subastas eléctricas que fijan el precio de la electricidad en los mercados liberalizados de numerosos países. Sus investigaciones también han contribuido al diseño eficiente de sistemas de compras públicas, que han permitido a muchos gobiernos otorgar licencias de forma más eficiente y reducir el coste de aquéllas. Por ejemplo, conjuntamente con Paul Milgrom diseñó la subasta del espectro de telecomunicaciones en EE.UU. (denominada de rondas múltiples simultáneas), que se saldó con un récord histórico de recaudación, y lo que es más importante, generó una eficiente distribución del espectro que permitió un gran crecimiento del sector de las telecomunicaciones en EE.UU.
Solo gigantes como Wilson son capaces de cambiar la forma en la que vemos el mundo al tiempo que se implican en conseguir cambiar su propia realidad, mostrando que el análisis económico, en buenas manos, es una gran herramienta para mejorar el bienestar de todos.