El crowdfunding (en español, «financiación participativa», «financiación colaborativa» o «financiación colectiva») es una nueva forma de financiación a través de plataformas online en la que interviene un gran número de participantes. Gracias a su potencial para reunir información que se encuentra dispersa entre numerosos consumidores o inversores potenciales, muchos lo consideran una forma revolucionaria de financiar nuevas iniciativas empresariales. Al mismo tiempo, el crowdfunding (CF) se presenta como una vía para democratizar la inversión en empresas de nueva creación, algo que, por motivos de regulación, ha estado generalmente fuera del alcance de los pequeños inversores.
Las dos clases principales de CF son el crowdfunding de recompensa (en inglés, «reward CF») y el crowdfunding de inversión («equity CF»). En el CF de recompensa, los mecenas financian a un emprendedor a cambio de una recompensa no monetaria, por lo general, el mismo producto o servicio para cuya producción se están captando fondos. En el CF de inversión, los financiadores reciben, a cambio de su aportación, el derecho contractual a un beneficio económico.
El CF se ha convertido en una fuente de financiación muy relevante para proyectos empresariales de tamaño reducido en sus fases iniciales. El CF de recompensa y el CF de inversión han evolucionado por caminos diferentes dependiendo del país, en gran parte como reflejo del marco regulatorio nacional aplicable. Por ejemplo, en el Reino Unido se ha utilizado sustancialmente el CF de inversión para la financiación de las fases tempranas de una empresa nueva, mientras que en EE.UU. y China ha predominado más el CF de recompensa.
Siempre que los inversores aportan financiación a un emprendedor para un proyecto de inversión, se enfrentan a dos problemas clave: el hecho de que la calidad del proyecto es incierta y el riesgo de que el emprendedor no utilice los fondos en el interés de los inversores. Para la resolución del primero de esos dos problemas se requiere algún sistema de análisis o filtrado de los proyectos. En el segundo caso, impedir el oportunismo empresarial exige incentivar al emprendedor para que actúe en interés de los inversores, o bien dar a estos últimos la capacidad de monitorizar al emprendedor.
Los métodos para analizar los proyectos e incentivar a los emprendedores en el CF difieren mucho de los que caracterizan a las modalidades de financiación empresarial tradicionales, como la financiación por inversores privados (también llamados «ángeles») y el capital riesgo (VC).
«Los emprendedores utilizan el CF de recompensa tanto para sondear la demanda agregada del mercado como a modo de mecanismo de discriminación de precios, el cual les permite aplicar precios diferentes a los consumidores según su valoración del bien cuyo desarrollo están contribuyendo a financiar».
En el caso de los inversores privados y el capital riesgo, los proyectos se someten a un minucioso análisis para obtener la información que obra en poder del emprendedor sobre la calidad del proyecto o sobre su capacidad para llevar el timón de la empresa. En cambio, en el CF, el análisis individual de los financiadores es escaso. Más bien, a través de la agregación de elementos de información dispersos entre los financiadores potenciales, se pretende «aprovechar la sabiduría colectiva» para descubrir información nueva sobre el valor del proyecto que se busca financiar.
Los inversores en capital riesgo evitan el oportunismo empresarial suscribiendo contratos formales que asignan a los inversores y el emprendedor derechos de decisión y derechos a participar en los flujos de caja. Los inversores también se sientan en los consejos de administración de las empresas que financian y realizan un seguimiento estrecho de los emprendedores. Los inversores privados (ángeles) prescinden en general de salvaguardas contractuales formales, pero también someten a los emprendedores a un seguimiento estrecho. En contraposición, los financiadores en el CF realizan una escasa labor de seguimiento y, en el caso del CF de recompensa, los acuerdos de CF ofrecen poca protección frente al oportunismo empresarial. En el CF, los controles del riesgo moral radican en el riesgo que asume el emprendedor de tener que renunciar a financiación futura o a un lucrativo mercado post-CF en caso de no cumplir lo prometido. Estos controles se asemejan, por tanto, a los que genera el capital riesgo con el escalonamiento de la financiación por rondas.
El análisis teórico del CF se ha centrado en la capacidad del CF para agregar información que se encuentra dispersa entre financiadores potenciales. Los modelos teóricos han mostrado que los emprendedores utilizan el CF de recompensa tanto para sondear la demanda agregada del mercado como a modo de mecanismo de discriminación de precios, el cual les permite aplicar precios diferentes a los consumidores según su valoración del bien cuyo desarrollo están contribuyendo a financiar.
El argumento a favor del CF de inversión como mecanismo de prospección de la rentabilidad del proyecto es menos convincente, puesto que al decidir cuánto contribuir, lo que les importa a los inversores en el CF de inversión no es su propia valoración del bien, sino su estimación de la rentabilidad futura de la iniciativa empresarial. El hecho de que todos los inversores traten de adivinar la rentabilidad del proyecto podría llevarles a ignorar, en todo o en parte, su propia evaluación y a guiarse en sus decisiones de inversión por las decisiones de otros inversores, lo que conduce a un comportamiento gregario (informational herding).
La literatura empírica existente sobre el CF es considerable y en rápido crecimiento, y sirve para formarse una imagen preliminar de los actores involucrados y los determinantes del éxito de las campañas de CF. Ahora bien, pese al creciente interés académico, algunas cuestiones clave del CF están muy poco exploradas y sigue restando amplio margen para profundizar en el análisis.
Al carecer de una regulación específica, el CF de recompensa está cubierto por la legislación general sobre contratos y por la normativa de protección de los consumidores. Por su parte, el CF de inversión se rige por la regulación sobre valores mobiliarios y está sujeto a disposiciones mucho más estrictas, habiendo sido objeto de regulación de forma diferente y en momentos de tiempo distintos por cada país.
Más información en el artículo ‘El crowdfunding y la financiación del emprendimiento’, publicado en Papeles de Economía Española, número 157