La inversión directa realizada por los extranjeros en empresas españolas es un indicador de la confianza en el futuro de nuestra economía. Por eso es llamativo que esté mostrando síntomas de estancamiento. Según los datos de balanza de pagos difundidos por el Banco de España esta semana, la inversión directa disminuyó en 11.000 millones de Euros en el cuarto trimestre de 2017. Para el conjunto del año, la inversión directa apenas aumentó en 5.000 millones, lo que contrasta con un incremento medio anual de 31.000 millones registrado durante la fase de recuperación 2013-2016.
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El dato es relevante, teniendo en cuenta el papel destacado de la inversión directa extranjera en las distintas fases de expansión que ha conocido el país. Este tipo de inversión consiste en operaciones de largo plazo, como la creación de nuevas unidades de producción, o la ampliación de capacidad productiva en empresas con capital extranjero. La inversión directa extranjera suele ser más estable que la inversión en cartera, que incluye la compra de bonos, valores en Bolsa y otras transacciones de tipo especulativo. La inversión directa extranjera ayuda también a incorporar nuevas tecnologías.
Sin embargo, conviene matizar el enfriamiento de la inversión directa. En primer lugar porque algunas operaciones pueden distorsionar la tendencia alcista de fondo. El año pasado un número limitado de inversores extranjeros protagonizaron una importante venta de activos de carácter puntual.
Gráfico 2
«El registro de inversiones extranjeras también apunta a un cambio cualitativo de la presencia internacional en el tejido empresarial. Las aportaciones de capital productivo aumentaron un 52% en el último año. Se trata del componente de la inversión directa con mayor beneficio para la economía y la creación de empleo».
Además, las tensiones políticas en Cataluña explican en buena parte la evolución observada, por lo que podría producirse un regreso del apetito inversor si es que la situación acaba por normalizarse. El registro de inversiones extranjeras muestra una caída del 40% de las inversiones directas en esa comunidad, frente una ligera disminución (del 7,2%) observada para el conjunto del país. Los datos mensuales de balanza de pagos presentan importantes flujos de desinversión coincidiendo con los momentos más álgidos del conflicto, como en el periodo de octubre y diciembre de 2017.
Por otra parte, el registro de inversiones extranjeras también apunta a un cambio cualitativo de la presencia internacional en el tejido empresarial. Las aportaciones de capital productivo aumentaron un 52% en el último año. Se trata del componente de la inversión directa con mayor beneficio para la economía y la creación de empleo, puesto que refleja la constitución de nuevas empresas o el incremento de capacidad productiva. Por el contrario, las entradas de capital a efectos de fusiones y adquisiciones, que tienen un impacto económico menor, se desplomaron un 62%.
La mejora cualitativa también se percibe en la composición sectorial de la inversión directa. Esta aumenta en telecomunicaciones, industria manufacturera, comercio y servicios empresariales, mientras disminuye en actividades inmobiliarias, energía y servicios financieros.
Finalmente, la entrada de capital foráneo ya no es esencial. Para aprovechar la transformación digital en curso, o la revolución de la inteligencia artificial que se avecina, lo que cuenta es la conexión a la economía de plataforma y la utilización de procesos como el “internet de las cosas”, en todas las empresas, grandes y pequeñas. El tirón del sector de servicios no turísticos, el intenso incremento de las compras de bienes de equipo y la mayor presencia de empresas españolas en el extranjero muestran que algo está cambiando. Pero la brecha tecnológica y el déficit de innovación siguen siendo un lastre, que no se resolverá con más inversión extranjera.
Las nuevas tecnologías también conllevan un profundo cambio en la organización de la producción y del trabajo. Algo que está reñido con prácticas gerenciales muy arraigadas, como la multiplicación de niveles jerárquicos (que limitan la innovación dentro de las empresas) o la temporalidad laboral (que reduce los incentivos a invertir en capital humano). La presencia de empresas extranjeras no ha modificado este panorama de innovación y capital humano, y tampoco parece que lo vayan a cambiar en un futuro próximo.