El bloqueo occidental está cercenando el sistema financiero ruso. Los vetos a los activos de su banco central fueron ya un duro golpe para la financiación de su economía y gobierno. Sus efectos, sin embargo, tardan en llegar mientras se usan las reservas de oro o se opera con el yuan chino, dos opciones limitadas, en todo caso. También la retirada del acceso al sistema SWIFT, que cortocircuita los pagos —sobre todo mayoristas— en el país y deja a China y su sistema CIPS como último recurso. Las dificultades para operar e, incluso, mantener su solvencia, de las entidades financieras rusas, se hace evidente.
Todo se complica aún más cuando los efectos llegan al ciudadano y a las empresas. La decisión de Visa, Mastercard y American Express de cesar sus operaciones en territorio ruso, así como la de impedir el uso en el extranjero de cualquier tarjeta emitida en Rusia, tienen un impacto que notarán los ciudadanos de ese país de forma muy directa. Se les bloquea el acceso a cajeros (principal medio de retirada de efectivo) y a cualquier pago con tarjeta (principal alternativa) y se añaden a los temores que ya tenían por la liquidez de sus ahorros y depósitos. El gran interrogante es cuánto aguantarán los ciudadanos rusos esta situación financiera.
No puede pasarse por alto que hay efectos boomerang de muchas de estas sanciones y acciones para los países occidentales. Esta misma semana lo pudimos comprobar con una debacle en las bolsas tras la fuerte alza de los precios de los combustibles y el aumento de la desconfianza general ante la situación. Los responsables políticos lo anunciaron hace días: las sanciones tendrán un coste significativo para nosotros también. Y va a seguir. Estados Unidos, por ejemplo, va a presionar aún más el pedal de las sanciones bloqueando las importaciones de crudo ruso. El precio del petróleo sigue disparado y llenar el depósito se está convirtiendo en un coste añadido energético de primera magnitud en los países dependientes del mismo, España incluida. Sea como fuere, las acciones de bloqueo comercial, energético y financiero —incluidas las del sistema de pagos minorista— suponen una presión brutal para el régimen ruso.
Los efectos directos sobre el sector bancario europeo son limitados (excepto para algunas entidades muy concretas, ninguna española). Preocupan más los efectos de segunda generación, que se derivarían para los bancos por la inflación y ralentización de la economía, que algunos apuntan ya como estanflación. En cuanto a las empresas de pagos, para Mastercard y Visa, por ejemplo, Rusia supone un 4% de sus beneficios. Otros importantes sistemas de pagos, como Paypal, también han anunciado este fin de semana que cesan sus operaciones en aquel país. En sus anuncios oficiales, todas estas compañías de pagos han reconocido que temen sufrir ciberataques como venganza a la finalización de sus operaciones y que redoblan sus sistemas de seguridad. No podemos obviar que hay una guerra cruenta con numerosas víctimas, una dura respuesta económica y múltiples riesgos asociados, entre los que los ciberataques son ahora una preocupación de primer orden.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.