Según la Encuesta Trimestral de Coste Laboral, cuyos datos del cuarto trimestre del pasado año publicó esta semana el INE, el coste laboral total para el conjunto de 2014 ascendió a 2.536 euros por trabajador y mes (las pagas extra están prorrateadas entre los doce meses del año), lo que supone un 0,3% menos que en el año anterior. De esta cifra, casi el 75%, concretamente 1.882 euros, correspondió a los salarios brutos que ven los trabajadores en sus nóminas, un 0,1% menos que en 2013. Los otros costes, entre los que se incluyen las cotizaciones a la Seguridad Social por parte de las empresas (aproximadamente un 22% del coste total), las indemnizaciones por despido, otras percepciones y, con signo negativo, las subvenciones y bonificaciones, ascendieron a 654 euros por mes y fueron un 1% inferiores a un año antes, lo que se explica sobre todo por la disminución del número de despidos.
Los salarios son las rentas principales de los trabajadores. En este sentido, y al compararlos con la evolución de los precios de consumo, cabe plantearse si sus variaciones llevan aparejadas ganancias o pérdidas de poder adquisitivo (variación real), que es lo que importa. En este sentido, cabe recordar que los precios disminuyeron en 2014 un 0,2%, lo que permitió que los salarios brutos ganaran un poquito de poder adquisitivo, un 0,1%. Si analizamos lo ocurrido en los años de crisis (en el gráfico 1) vemos que en los dos primeros años los salarios acumularon una ganancia real de 4,5 puntos porcentuales. Ello no alentó el consumo, sino que fue a engrosar el ahorro familiar. Por otro lado, esos fuertes incrementos salariales agravaron la situación de las empresas y provocaron decenas de miles de despidos. Al prolongarse la crisis, producirse la segunda recesión y aumentar la tasa de paro hasta el 26% de la población activa, el comportamiento de los salarios cambia, de forma que desde 2010 hasta hoy su variación ha sido prácticamente nula en términos nominales y su poder adquisitivo ha caído un 7%. Bien es verdad que parte de esa pérdida se debe a las subidas del IVA, que han aumentado los precios sin que las empresas se hayan beneficiado de ello. Respecto a 2007 los salarios han caído en torno a un 3% en términos reales.
GRÁFICO 1
Pero los salarios, además de rentas para los trabajadores, son costes de producción para las empresas. Y en este caso, lo más relevante y lo que nunca deben perder de vista los negociadores sociales, es su evolución respecto al resto de economías, sobre todo las que comparten con nosotros la moneda única, el euro, pues de ello depende un aspecto muy importante de la competitividad y, por tanto, la capacidad de crecer y crear empleo. En el gráfico 2 se presenta la evolución de los costes laborales de España en relación a la media de la zona euro y a sus tres principales economías: Alemania, Francia e Italia. Si nos remontamos al inicio del euro, vemos que entre 1998 y 2008 los costes laborales aumentaron casi un 10% más en España que en la zona euro. Este aumento no hubiera supuesto pérdida de competitividad si la productividad española hubiera aumentado en esa proporción, de tal manera que los costes laborales por unidad producida (CLU, la verdadera medida de la competitividad-costes) se hubieran mantenido estables. El problema es que la productividad relativa disminuyó un 8% y, como consecuencia, los CLU relativos aumentaron un 18,5% (casi un 40% frente a Alemania) (gráficos 3 y 4).
GRÁFICO 2
GRÁFICO 3
GRÁFICO 4
Una economía que ha generado este desequilibrio no tiene ningún porvenir dentro de una zona monetaria única. Las opciones son dos: salirse del euro y devaluar la moneda o no salirse y hacer lo que se denomina una devaluación interna, es decir, corregir la desviación de los CLU, bien reduciendo los salarios relativos, bien aumentando la productividad relativa, bien mediante una combinación de ambos procesos. Esto último es lo que está haciendo la economía española desde 2010. Los salarios relativos con la zona euro han disminuido desde entonces casi un 7% y la productividad relativa ha aumentado algo más de un 7%. Con ello, la desviación de los CLU respecto a 1998 se ha reducido de un 18,5% en 2008 a un 3% en 2014.
La medicina de la devaluación interna ha tenido efectos secundarios duros: pérdida de empleo y de poder adquisitivo de los salarios y desaparición de miles de empresas. Es de esperar que no se nos olvide la lección.
Fuentes de los gráficos: Eurostat, INE y elaboración propia. Gráficos elaborados por A. Laborda