Desde el inicio de la recesión, la atención de la opinión pública sobre los flujos migratorios en España ha estado centrada fundamentalmente en la evolución de la emigración, especialmente la de los jóvenes españoles cualificados. En este sentido, el debate se ha centrado en la pérdida de capital humano. Menor atención han recibido los flujos de entrada, sus características y su participación en el mercado de trabajo. La preeminencia del uso de las series de población residente como principal indicador de la evolución de la población inmigrante ha ocultado la intensidad y dirección de los flujos de entrada y de salida. Así, ante la aparente estabilidad que demuestran las cifras de stock, los datos de inmigración y emigración demuestran una significativa rotación de la población durante el periodo de la recesión.
Aunque a partir de 2009 la variación del stock se haya acercado a cero e incluso, desde 2012, haya sido negativa, la media de nuevos residentes entre 2010-2013 fue de 380.000 entradas, cifra comparable a las de los primeros años de la expansión de los flujos migratorios en España (gráfico 1). En 2013 las entradas registradas representaban un tercio de las correspondientes a 2007. Aun con todo, esta cifra superaba las 300.000 nuevas altas en el Padrón, y España era el quinto país europeo en recepción de inmigrantes. Los datos de la Estadística de Variaciones Residenciales correspondientes a 2014 y 2015 pueden apuntar a un nuevo cambio de tendencia en los flujos migratorios de entrada con incrementos interanuales del 16 y el 14% respectivamente.
GRÁFICO 1
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de EVR y PMC.
La continuidad de estos flujos migratorios durante un periodo en el que la tasa de desempleo de los inmigrantes ha alcanzado cotas muy altas podría ser fruto de la inercia generada por los flujos migratorios previos. En este sentido, la llegada de inmigrantes se correspondería con la consecución de proyectos de reagrupación familiar por parte de los inmigrantes consolidados en España. Sin embargo, de las características sociodemográficas de los llegados durante la crisis no se puede deducir que su migración sea consecuencia de proyectos meramente familiares.
La descripción demográfica de los inmigrantes más recientes no difiere sustancialmente de la de los llegados durante la expansión de los flujos migratorios, ni en cuanto a la estructura de edad ni en cuanto a la distribución por sexos, aunque sí respecto a la composición por niveles educativos. A la luz de los datos de la EVR, el peso de las personas menores de 16 años entre los nuevos residentes se mantuvo alrededor del 14% desde 2004 hasta 2014. Por su parte, la reducida presencia de las personas mayores de 64 años se duplicó durante la segunda fase del ciclo migratorio, pasando de algo más del 2,2% en 2007 al 4,6% en 2014. A pesar del notable incremento relativo, este grupo de edad sigue siendo minoritario entre los nuevos residentes en España. Por otro lado, en cuanto a la feminización de los flujos migratorios, desde 2008 el porcentaje de mujeres sobre el total de nuevos habitantes se incrementó ligeramente, desde un 46% en 2007 a mantenerse en el 49% entre 2009 y 2014.
«De las características sociodemográficas de los llegados durante la crisis no se puede deducir que su migración sea consecuencia de proyectos meramente familiares».
Respecto al nivel educativo, los datos de la Encuesta de Población Activa apuntan a que hasta 2007 los flujos migratorios de entrada habían estado dominados por los inmigrantes con educación primaria o menos y educación secundaria superior, que dieron cuenta cada uno del 30% de los nuevos residentes. Sin embargo, a partir de 2007 aumenta considerablemente el porcentaje de nuevos residentes con estudios universitarios (desde el 7 al 20% entre los llegados en 2007 y 2012 respectivamente) en detrimento sobre todo de los que tienen educación secundaria superior. Este cambio en la autoselección de los flujos de entrada sugiere una mayor polarización de los niveles educativos, con una mayor representación de los niveles bajos y altos.
Tampoco los datos sobre la participación de los nuevos residentes en el mercado laboral sugieren que sus proyectos migratorios sean ajenos a este. El porcentaje de hombres activos en el primer año de residencia en España se había sostenido por encima del 90% durante la primera fase del ciclo migratorio (gráfico 2). Empero, a partir de 2008 queda patente la disminución de la actividad, tanto que en 2012 y 2013 la cifra había disminuido diez puntos. Los años 2014 y 2015 supusieron una nueva inversión de la tendencia y la recuperación de los niveles previos al cambio de ciclo. En el caso de las mujeres, la tasa de actividad a la llegada se había mantenido alrededor del 60% desde 2004. A pesar de que la evolución desde 2008 es algo más errática, no se aprecia una clara disminución de la actividad en la nueva fase del ciclo migratorio.
GRÁFICO 2
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPA 2000-2015.
Por otro lado, el papel de los hogares de los inmigrantes residentes en España como centros de acogida para los recién llegados parece haber disminuido desde el inicio de la crisis (gráfico 3). Al comienzo de la expansión de los flujos migratorios 3 de cada 4 inmigrantes vivían solos o con otros inmigrantes llegados el mismo año, y sólo 1 de cada 4 convivía con inmigrantes más antiguos. Con el crecimiento de la población inmigrante en España, aumentó también el porcentaje de los que vivían con inmigrantes llegados anteriormente. Así, en 2008 prácticamente se habían revertido las proporciones, y sólo el 28% de los nuevos residentes vivían solos o con otros llegados el mismo año. El cambio de ciclo modificó esta tendencia de modo que los recién llegados establecieron en mayor medida hogares independientes, que en 2015 suponían casi la mitad del total.
GRÁFICO 3
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de la EPA 2000-2015.
En definitiva, la continuidad de los flujos migratorios durante la crisis difícilmente puede atribuirse exclusivamente a la consolidación de los proyectos familiares de reagrupación de los inmigrantes llegados previamente. Aunque la tasa de actividad de los hombres recién llegados ha sido menor que la de los que iniciaron su residencia en España durante la primera fase del ciclo migratorio, se ha mantenido en niveles muy altos, y no ha habido cambios claros en el caso de las mujeres. Tampoco ha aumentado sustancialmente la presencia de niños y mayores entre los nuevos residentes. Además, los hogares de los inmigrantes establecidos en España han dejado de ser el relevante apoyo para los recién llegados que fue al final de la expansión de los flujos.
No quiere decir esto que esta continuidad en los flujos de entrada no esté relacionada con una inercia de los flujos anteriores, que pueden haber tenido un papel relevante tanto como modelos de éxito, como informadores o como apoyo indirecto a la llegada. Pero tampoco se puede considerar que estas nuevas incorporaciones a la población española pasarán a formar parte como dependientes, sino que constituyen incorporaciones activas a la sociedad y al mercado laboral que deben tenerse en cuenta en el diseño de las políticas de integración.
Esta entrada es un resumen del artículo La continuidad de los flujos migratorios en tiempos de crisis, publicado en el número 23 de Panorama Social, sobre Retos demográficos. Puede acceder aquí al contenido completo de la revista.