Hemos analizado las consecuencias a largo plazo que se derivan de terminar los estudios en un contexto de crisis económica en España, utilizando datos de 2008 de la Muestra Continua de Vidas Laborales de la Seguridad Social. En concreto, nos centramos en los jóvenes varones españoles que terminaron sus estudios de educación secundaria, formación profesional o licenciatura universitaria entre 1979 y 1991, y seguimos sus resultados del mercado laboral entre el año siguiente al de graduarse y 2008. Nuestra muestra de datos es inusualmente amplia comparado con los que se usan en la literatura, con un total de 4.878.043 observaciones trimestre-individuo, de las que 2.152.300 (o un 44%) corresponden a individuos con educación secundaria, 1.905.192 (o un 39%) a individuos con formación profesional o diplomaturas, y 820.551 (o un 17%) a individuos con una licenciatura universitaria o superior.
La estrategia empírica consistió en comparar las trayectorias laborales de los jóvenes que terminaron sus estudios en diferentes momentos del tiempo y en diversas regiones, es decir, bajo condiciones económicas muy dispares. Para medir la situación imperante a la incorporación, seguimos la literatura disponible en este campo y utilizamos la tasa de desempleo regional vigente un año antes de que el sujeto terminase sus estudios. Nuestro intervalo de incorporación al mercado de trabajo (entre 1980 y 1992) incluye tanto una situación de crisis económica, con un repunte del paro desde el 11% en 1980 hasta el 22% en 1985, como una expansión económica que redujo el desempleo de nuevo hasta el 16% en 1992.
Encontramos que terminar los estudios en un contexto de elevado desempleo resulta en pérdidas sustanciales y persistentes de ingresos laborales anuales. Un incremento de 8 puntos porcentuales en la tasa de paro –aumento medio que se experimenta entre una fase de depresión económica y otra de expansión– en la entrada al mercado laboral genera, de media durante los 10 años posteriores, una disminución del 9,6%, el 12,5% y el 6,4% en los ingresos laborales anuales de los individuos con educación secundaria, formación profesional, y una licenciatura universitaria, respectivamente. En el caso de los individuos con educación secundaria, el efecto negativo persiste durante 5 años, mientras que dicho plazo es de 7 años para aquellos con una licenciatura universitaria. En el caso de los jóvenes sin una licenciatura universitaria, la penalización viene por el lado de la probabilidad de encontrar empleo, en tanto que para los licenciados universitarios, la menor probabilidad de encontrar empleo y la mayor precariedad (reflejada en una menor probabilidad de tener un contrato fijo) son los dos factores que están detrás de la merma de ingresos. En contraste con lo hallado en mercados más flexibles, como los de EE. UU. y Canadá, los efectos sobre el número de horas trabajadas y los ingresos laborales (asumiendo la condición de empleado) son modestos para todos los niveles educativos.
También encontramos que, en España, las condiciones al incorporarse al mercado laboral siguen teniendo un fuerte efecto en la trayectoria laboral de los individuos con educación secundaria (o una licenciatura universitaria) incluso 10 (o 15) años después, ya que a los jóvenes que se incorporaron al mercado laboral cuando hay crisis económica les va peor porque se benefician menos de la posterior recuperación.
Asimismo, otro aspecto que distingue a los mercados flexibles de otros más rígidos es la falta de evidencia de que la movilidad entre empresas ayude al proceso de equiparación para los individuos con una licenciatura universitaria. Aunque las malas condiciones al momento de incorporarse al mercado laboral aumentan la movilidad (tanto entre empresas como entre sectores) de los jóvenes salidos de la Universidad, la evidencia sugiere que ello es producto del encadenamiento de contratos temporales, y no de una transición hacia mejores empleos.
El presente estudio resulta útil para extraer lecciones sobre las posibles trayectorias laborales de los jóvenes que terminaron sus estudios justo al comienzo de la crisis financiera más reciente. Ahora bien, la reforma laboral de 2012 ha alterado algunos aspectos importantes del mercado de trabajo español, y será interesante comprobar en años futuros si los efectos negativos de las malas condiciones laborales de incorporación ahora son diferentes respecto a las crisis vividas anteriormente. Por desgracia, todo hace pensar que los efectos negativos que encontramos en este estudio probablemente seguirán presentes para la generación actual de jóvenes que terminaron sus estudios durante la última crisis financiera. El motivo es que la reforma de 2012 no corrigió sustancialmente la dualidad del mercado laboral español, y aún persisten muchas de las características que definían a nuestro mercado de trabajo al comienzo de crisis anteriores: elevados niveles de paro, sobre todo de larga duración y juvenil, y una fuerte brecha divisoria entre los sujetos que gozan de un contrato permanente y aquellos otros atrapados en empleos precarios, con los contratos temporales representando más del 90% de toda la nueva contratación en los últimos dos años.
Esta entrada es una adaptación del artículo «¿Cuáles son las consecuencias de terminar los estudios en un contexto de crisis económica en España?», publicado en el número 249 de Cuadernos de Información Económica. Puede descargar la publicación completa aquí.