Los análisis de coyuntura colocan con frecuencia a la economía riojana en una posición relativamente favorable en el contexto nacional. Los datos más recientes no son una excepción. De hecho, el crecimiento del PIB, del empleo y de la productividad, así como de la actividad exportadora y de innovación sitúan a esta región en una posición avanzada dentro de la clasificación que ordena a las comunidades autónomas según indicadores de renta y bienestar. Por ello, el primer objetivo del trabajo es identificar los elementos diferenciales que explican el devenir económico de La Rioja en la etapa de crecimiento 2000-2007 y en la de crisis posterior, tanto en la actividad productiva como en el mercado de trabajo.
La estructura de la producción y el empleo en La Rioja ofrece particularidades que se mantienen sea cual sea el periodo analizado y que se sintetizan en la constante de más agricultura e industria y menos servicios que la media nacional.
Merecen especial atención las diferencias que se observan en los sectores agrario e industrial, especialmente el manufacturero, al duplicar ambos el peso que les correspondería de seguir el patrón español.
Desde el 2000, el peso del sector agrario no ha dejado de disminuir reduciendo a la mitad su contribución al VAB y al empleo riojano, pese a ser un sector relativamente competitivo en el contexto nacional, tener una productividad superior en 28 puntos a la media española, generar más valor añadido y depender menos de las transferencias públicas.
La pérdida de importancia relativa del sector en la región muestra solo una parte de los cambios que está viviendo, afectado por un proceso de tecnificación y renovación de cultivos importante y por una reducción y envejecimiento de la población dedicada a las actividades agrarias. Más allá de las implicaciones que esta evolución tiene en la estructura productiva, no puede olvidarse su impacto en el entorno rural y en la progresiva concentración de la población en los municipios en el que el resto de actividades productivas tienen más peso, especialmente en la capital y su entorno.
El sector industrial siempre ha merecido un puesto destacado en los estudios dedicados a la economía riojana. La aportación de las actividades manufactureras a la economía riojana, la particular composición de la industria regional (en la que las actividades vinculadas al sector de alimentación y bebidas o las de textil y calzado explican la mitad del VAB manufacturero, cuando en España apenas alcanza el 25 por 100), su interconexión con otras actividades productivas, muy especialmente las agrarias, o su capacidad de arrastre según viene a demostrar el marco input-output publicado en 2008, son rasgos que, por su vocación de permanencia, pueden considerarse estructurales y determinantes de las señas de identidad de la economía riojana. La presencia relativamente alta de actividades encuadradas en sectores de tecnología media y débil con productividades inferiores a la media, no impiden que la ratio del PIB industrial por empleado sea, en la Rioja, superior al nacional, ni que esta relación haya mejorado en los últimos años hasta rebasar en un 12 por 100 el promedio español. En 2014, el sector industrial ha sido el que ha liderado el crecimiento regional tanto en producción como en empleo y el que ha explicado que La Rioja haya sido la región donde se han registrado unas tasas de crecimiento más altas.
«El dinamismo del sector manufacturero, la propensión emprendedora, una productividad del factor trabajo relativamente alta y la importancia creciente (pública y privada) que se otorga a la apertura exterior y a la investigación e innovación contribuyen a explicar la posición relativa de la región dentro del contexto nacional».
Los elementos que sustentarán un modelo de crecimiento sostenible en una región no pueden basarse, al menos no exclusivamente, en aquellos que a lo largo del tiempo fueron determinando su especialización productiva. El futuro se asienta en la capacidad competitiva de las empresas para adaptarse a las exigencias de un entorno global. Alguna de las variables que condicionarán y/o limitarán la capacidad de crecimiento futuro de las empresas riojanas serán la internacionalización y la dimensión de la empresa, el esfuerzo en investigación, desarrollo e innovación y la competitividad laboral.
No es fácil anticipar el impacto neto de todos estos factores en el potencial de crecimiento de las empresas riojanas. El dinamismo del sector manufacturero, la propensión emprendedora, una productividad del factor trabajo relativamente alta y la importancia creciente (pública y privada) que se otorga a la apertura exterior y a la investigación e innovación contribuyen a explicar la posición relativa de la región dentro del contexto nacional. En el otro lado de la balanza, la reducida dimensión y la brecha que en algunos indicadores de competitividad nos separan de la media española alertan de la necesidad de seguir tomando medidas de apoyo institucional que tenga entre sus objetivos evitar que las pymes replieguen su actividad exportadora una vez que el mercado interno se recupere, acompañar a aquellas que inician experiencias de internacionalización e innovación, facilitar acuerdos de colaboración, contribuir a la formación y captación de talento, compartir parte del riesgo que acompaña a las nuevas iniciativas, y como no, convertir a la región en un referente al que miren empresas que estén buscando socios estratégicos o espacios de localización de actividad.
Otro ámbito en el que la actuación pública es necesaria es el que tiene que ver con el capital humano en dos vertientes diferentes, pero complementarias. Por un lado, el análisis de situación del mercado de trabajo llevado a cabo en el artículo justifica que se seleccione al colectivo de desempleados de larga duración como el prioritario de las políticas activas de empleo y, por otro, que se apueste por el potencial de creación de empleo de emprendedores y trabajadores autónomos apoyando la materialización de sus ideas y proyectos. Precisamente, las estrategias de internacionalización, innovación, investigación y desarrollo requieren personas emprendedoras, preparadas y con competencias para trabajar con equipos interdisciplinares y multilocalizados. Las instituciones educativas y, en particular la Universidad, deben ser capaces de dar respuesta a los nuevos requerimientos y a la vez, ser motor impulsor de innovación y cambio.
Esta entrada es una adaptación del artículo «La Rioja ante los retos de una recuperación sostenible», publicado en el número 148 de Papeles de Economía Española. Puede consultar los contenidos completos de la publicación aquí.