Hemos conocido esta semana que el indicador de morosidad para el conjunto de entidades de crédito en España —que mide el porcentaje de préstamos dudosos en términos de crédito total— sigue contenido, en el 3,86% en agosto (prácticamente igual que en julio, 3,85%). Para muchos analistas sorprende que aún esté respondiendo tan bien a pesar de la gran incertidumbre, la fuerte desaceleración de la economía y la subida de tipos de interés. Quizás porque aún tengamos en nuestra mente la crisis financiera global, que llevó la morosidad en nuestro país a un máximo del 13,62% en 2013. Sin embargo, el episodio actual es distinto. La naturaleza de la crisis no es financiera ni de debacle inmobiliaria. Están siendo problemas de la economía real, energía fundamentalmente —impactada por la pandemia y la guerra—, y la inflación, los actuales quebraderos de cabeza. El sector financiero no es ni será inmune, pero la morosidad está tardando en materializarse, y además cuenta hoy con una mayor solvencia y saneamiento para afrontar futuras dificultades.
En la pandemia se reaccionó con rapidez con moratorias, créditos ICO, gran liquidez del banco central y otras medidas en materia laboral y empresarial que han permitido limitar el crecimiento de los créditos problemáticos. La resiliencia en el empleo y el ahorro de las familias acumulado en la pandemia han ayudado también mucho. Sin embargo, este último parece haberse agotado ya. Pronto se verá cómo resisten las familias más endeudadas y con tipo de interés variable hipotecario ante la notable subida del euríbor.
Una relación empírica que suele ser infalible es que con la desaceleración del PIB —y aún más, con una recesión—, la morosidad crece. Lo importante es evitar que aumente de modo preocupante y a ello se dedican autoridades supervisoras y las propias entidades financieras. Por tanto, cabe esperar, con el frenazo de la economía española de los próximos trimestres, que los préstamos problemáticos crezcan. Otros indicadores ya apuntan a ello. Según el Colegio de Registradores, los concursos de acreedores muestran “una tendencia creciente desde el fin de la moratoria concursal” este verano. En septiembre subieron un 18,8%. Por otro lado, el dinamismo empresarial se resiente. Según el INE, las sociedades creadas cayeron un 6,4% en tasa interanual en agosto y las disueltas aumentaron un 22,2%.
Un segmento que también preocupa es la cartera de los créditos ICO —concedidos a empresas con motivo de la pandemia—, que podría deteriorarse en los próximos meses, conforme se materialice el periodo de vencimiento de carencia en muchos préstamos. Aunque aún deben actualizarse los datos oficiales, la morosidad de estos créditos del ICO se estima en el 5% y uno de cada cinco estaría en vigilancia especial.
Muchas dudas sobre la futura evolución de la morosidad. Hay elementos que pueden hacer que aumente, especialmente en el sector corporativo. El alcance final de la subida de tipos será clave. En cuanto a las economías domésticas, también será determinante que se mantenga la resiliencia del empleo, tal y como apuntan las previsiones de la mayoría de los organismos a pesar del escaso crecimiento económico esperado para 2023.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.