En 1932 se filmó una película con el título de esta tribuna, dirigida por el gran Frank Capra. En plena crisis del 29, con la Gran Depresión como telón de fondo, se pierde la confianza en un banco y los clientes comienzan a retirar masivamente sus depósitos, llevando a la entidad casi al colapso. Capra utiliza este drama financiero como metáfora de una sociedad que ha perdido el equilibrio, donde solo recuperando la fe en los demás, en la honestidad y en la comunidad, se puede salir adelante. En la actualidad no se puede hablar de pánico bancario. Sin embargo, hay una venta masiva de activos de todo tipo denominados en dólares. Algunas de las cosas que le están pasando al dólar en la actualidad y aunque sea a escala fundamentalmente mayorista, y con la debida precaución, muestran tensiones severas y cierto enloquecimiento en el entorno de la divisa, al estilo Capra.
Tras ocho décadas siendo un activo de reserva fundamental, desde el fin de la segunda guerra mundial, el dólar está sufriendo una de sus crisis más importantes. No es la primera. A finales de la década de los sesenta y a principios de la de los setenta del siglo pasado, experimentó una gran tensión financiera motivada por problemas internos –elevada inflación y desempleo, descontento social, guerra de Vietnam que había que financiar– en la era del presidente Nixon. La aplicación en 1971 de una política de congelación de precios y salarios y de fijación de aranceles –¿nos suena?– propiciaron una fuerte devaluación de su moneda, con la cancelación unilateral por parte de Estados Unidos de la convertibilidad del dólar. Esas medidas no funcionaron y llevaron a bajo crecimiento y alta inflación.
Hoy no hay un sistema de tipos de cambios fijos como era Bretton Woods, ahora se dejan fluctuar (apreciar y depreciar) las divisas. No obstante, vuelven a ser decisiones internas las que están causando la huida de los activos financieros de Estados Unidos y/o denominados en dólares, mostrando una gran crisis de confianza internacional. Y no solo los aranceles. La política fiscal probablemente conducirá a mayores déficits públicos en EE.UU. Las fuertes presiones políticas sobre la Reserva Federal no garantizan ni la independencia del organismo ni una estrategia monetaria y financiera que alivie los problemas que se están concatenando con los aranceles. Y aunque los tipos de interés están significativamente más elevados allí que en la zona euro, no ha parado la depreciación y sangría financiera. Su excesivo abaratamiento supone el encarecimiento del resto de divisas –el euro ha superado los 1,15 dólares– y de las exportaciones de esos países, que es como un segundo arancel, que abarata la energía pero que hace tener aún más dificultades para exportar a Estados Unidos, con posibles nuevos efectos negativos para la economía global. No se sabe si es una locura pero es una deriva muy peligrosa del dólar.
Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.