La crisis ha hecho renacer el interés por la capacidad de la industria para ofrecer nuevas oportunidades de inversión y de empleo. Los países de la UEM, al igual que otras economías desarrolladas, se han fijado como objetivo estimular un nuevo desarrollo de los sectores industriales que quiebre la tendencia de pérdida de importancia relativa de las últimas décadas. Pero este objetivo entraña un reto importante.
A lo largo de los últimos años la industria europea ha tenido que adaptarse con rapidez a los desafíos tecnológicos y que hacer frente a la aparición de nuevos competidores en la escena internacional y al desarrollo de las cadenas de producción global. También ha debido hacer frente a la crisis financiera internacional que ha tenido efectos muy adversos sobre la demanda de la economía mundial.
La evidencia que se obtiene a partir de la información sectorial sobre el valor añadido, el empleo y la productividad que proporciona la base de datos EUKLEMS sugiere que la industria europea ha sabido adaptarse a los cambios en la demanda global, orientándose de manera creciente hacia la producción de sectores de contenido tecnológico alto. Además, el crecimiento del valor añadido industrial registrado desde el año 2000 ha sido más diversificado en la UEM que en Estados Unidos, donde la industria se ha ido concentrando paulatinamente en un único sector, el de material eléctrico y electrónico.
En este nuevo entorno de creciente competencia por parte de las economías menos desarrolladas, no cabe duda de que la estrategia ha de asentarse en el fortalecimiento de la innovación y del capital humano.
Por otra parte, el análisis de la contribución de los inputs productivos y de las mejoras de eficiencia al crecimiento del valor añadido industrial revela que los países que han logrado mantener una base industrial más amplia son precisamente aquellos que han logrado mayores ganancias de eficiencia, lo que sugiere que la innovación y el conocimiento son claves para lograr el objetivo del renacimiento industrial.
No obstante, la caída del empleo ha sido muy abultada y ha tenido un carácter generalizado por sectores y países. Aunque algunos trabajos sugieren que esta contracción del empleo industrial puede estar asociada a la creciente fragmentación de las cadenas de producción que ha tenido lugar en los años recientes, en la medida que ha supuesto que los procesos más intensivos en trabajo —especialmente en las tareas de menor cualificación— se concentren en las economías de costes más reducidos, el análisis realizado a partir de los datos de la World Input Output Database y de la base Trade in Value Added de la OCDE revela que si bien es cierto que la industria europea ha incrementado su dependencia de valor añadido (inputs intermedios) procedente de terceros países, de manera paralela ha sido capaz de incrementar su papel como proveedor de inputs a terceros países, por lo que no es evidente que la expansión de las cadenas de valor se haya traducido en una pérdida neta de empleo. El grado de inserción de la industria europea en las cadenas de producción global es elevado.
Se observa también evidencia a favor del desarrollo industrial por las sinergias que genera en el resto de los sectores económicos y en el desarrollo tecnológico, aunque su capacidad para generar empleo directo sea limitada. En este nuevo entorno de creciente competencia por parte de las economías menos desarrolladas, no cabe duda de que la estrategia ha de asentarse en el fortalecimiento de la innovación y del capital humano.
Esta entrada es una versión reducida y editada del artículo “La industria europea: retos y perspectivas”, publicado en el número 144 de PAPELES DE ECONOMÍA ESPAÑOLA.