Hemos analizado la realidad económico-financiera de las seis ciudades españolas de más de 500.000 habitantes –Barcelona, Madrid, Málaga, Sevilla, Valencia y Zaragoza– durante el periodo 2006-2015, con un doble objetivo: por un lado, poner en evidencia, en su caso, el comportamiento diferencial respecto de los municipios urbanos con población comprendida entre los 100 y los 500.000 habitantes que, aunque con un menor tamaño, cuentan con el mismo nivel competencial y sistema de financiación y, por otro, valorar la incidencia que la crisis económica haya podido tener sobre la hacienda de estos municipios. También se trata de constatar las consecuencias que sobre la evolución reciente de estas entidades ha podido tener la obligación de cumplir con los principios de estabilidad presupuestaria, sostenibilidad financiera y la regla del gasto, que se han impuesto a partir del ejercicio 2013.
Del análisis de la información disponible se concluye que sí existe un comportamiento diferencial cuyo principal exponente es el nivel de gasto. Así, las grandes ciudades, con un gasto de 1.388 euros por habitante, superan significativamente el gasto medio de las ciudades del estrato de población inferior (de 100.000 a 500.000 habitantes) –921 euros–, que incluso gastan menos que los municipios por debajo de los 100.000 habitantes –975 euros–.
«Se identifican pautas comunes en la operativa económico-financiera de las grandes ciudades, diferenciales respecto de las del resto, pero existen importantes diferencias fiscales entre ellas».
Esa capacidad de gasto de las grandes ciudades se financia con una mayor recaudación por impuestos y, sobre todo, con los ingresos derivados de la participación en tributos del Estado que les otorga el modelo de financiación vigente. Este discrimina de manera muy positiva a las grandes ciudades, que duplican los ingresos per cápita del resto de ciudades que participan de su mismo sistema de financiación. Estas diferencias tienen su origen en las cuantías que dentro del modelo reciben por el Fondo Complementario de Financiación, que perpetuó el tratamiento desigual del anterior sistema de financiación, con diferencias importantes que no guardan correlación con el tamaño de la población, incluso entre las grandes ciudades, lo cual tiene una difícil justificación.
Aunque se identifican unas pautas comunes en la operativa económico-financiera de las grandes ciudades, diferenciales respecto de las del resto de ciudades, existen importantes diferencias fiscales entre ellas mismas, tanto en lo que a la estructura como a la evolución de sus ingresos y gastos se refiere. Diferencias estas que no se correlacionan directamente con el tamaño de las ciudades, por lo que sería necesario analizar para cada una de ellas qué tipo de servicios prestan –con especial referencia a los no obligatorios o los derivados de la capitalidad o centralidad–, en qué niveles los prestan, sus costes unitarios, el grado de las posibles economías de escala e, incluso, el nivel de eficiencia y eficacia en la prestación de esos servicios.
El comportamiento fiscal de las grandes ciudades puede estar relacionado con las necesidades singulares derivadas de la aglomeración, capitalidad o centralidad. No obstante, las diferencias entre unas y otras, sin correlación directa con la magnitud de estos factores, pone de manifiesto la existencia de singularidades propias, no generalizables, que condicionan la realidad de sus ingresos y gastos en mayor medida que las causas derivadas de ese denominador común que es su tamaño y los factores asociados al mismo. Solo mediante un análisis individualizado de cada una de las ciudades se podrá explicar los verdaderos factores que están detrás de su operativa fiscal.
Esta entrada es un resumen del artículo ‘La Hacienda de las grandes ciudades españolas: elementos diferenciales durante el período de crisis‘, publicado en el número 153 de Papeles de Economía Española. Puede acceder aquí al sumario y la descarga de la revista.