Las medidas arancelarias decretadas por la Casa Blanca en el autoproclamado día de la “liberación” marcan un antes y un después para el orden económico mundial. EE. UU., principal artífice del sistema multilateral institucionalizado tras la segunda guerra mundial, ha operado un giro estratégico hacia el aislacionismo con consecuencias relevantes para nuestra economía.
Un análisis superficial (y engañoso) apuntaría a un impacto limitado: las exportaciones hacia EE UU rondan el 1,1% del PIB, de modo que la aplicación de un arancel del 20% solo provocaría una leve desaceleración de una economía española hasta ahora boyante. El paralelismo con los aranceles impuestos al sector agrícola español en 2018 durante el primer mandato de Trump avalaría esta visión optimista: entonces las ventas en EE. UU. cayeron, sin desaparecer, y en un par de años se compensaron con el acceso a nuevos mercados, conforme al llamado efecto desvío.
En esta ocasión las cosas son más complicadas. En primer lugar, porque muchas empresas no exportan directamente a EE. UU., pero sí aportan suministros a la industria exportadora europea, caso, por ejemplo, del sector de componentes del automóvil. Por tanto, el impacto de las restricciones comerciales es mayor de lo que aparece a primera vista.
Ampliando el foco un poco más, el efecto desvío que amortiguó el alza de aranceles de 2018 depende de que otros mercados estén en condiciones de absorber rápidamente las pérdidas de ventas realizadas en EE. UU. Pero esto no será fácil ya que la guerra arancelaria iniciada por Washington es global. Y, tras un periodo de negociación –que en el caso de los aranceles recíprocos se cierra el miércoles, con pocos visos de alterar el aislacionismo–, cada país va a anunciar represalias, ahondando en la guerra comercial.
De manera general, parece que la incertidumbre forma parte del arsenal político del presidente republicano, probablemente con el objetivo de atraer inversión o repatriar industrias. Nada de esto se está produciendo, a tenor del desplome de la confianza, que apunta a un parón de la primera potencia mundial y un repunte de los precios como consecuencia de la escalada tarifaria. Lejos de celebrar el día de la liberación, las bolsas acumulan los números rojos.
La historia económica muestra que cuando EE. UU. se enfría, el resto del mundo estornuda, ante la rapidez con que los capitales se mueven a través del planeta. Las incertidumbres transatlánticas pesarán en nuestra inversión empresarial, la variable más sensible a los cambios de percepción. Recordemos que la inversión en bienes de equipo guarda una relación estrecha con las exportaciones. En todo caso, no es buena señal que el miedo se apodere de los mercados, con una huida hacia activos seguros como el oro, el franco suizo o los bonos públicos.
Pese a todo, Washington no retrocede en su empeño proteccionista. Para compensar las presiones recesivas que se vislumbran, el ejecutivo podría adelantar los recortes de impuestos prometidos en campaña. No podrá financiarlos reduciendo el gasto, ya que el plan Doge de Elon Musk ha generado mucho descontento social y poco ahorro. La recaudación procedente de las tarifas aduaneras aportará recursos, pero no será suficiente, de modo que el déficit está abocado a dispararse. El descenso del rendimiento del bono norteamericano es un fenómeno puntual que se revertirá a medida que la política fiscal se vaya configurando.
Europa no ha desvelado todavía sus represalias, dando una última oportunidad a la negociación. Entre tanto, urge buscar nuevos socios comerciales o pactos de no agresión, a semejanza del que acaban de sellar China, Japón y Corea del sur. Además, tanto en España como en el resto de Europa, se espera un shock saludable de integración y de inversión cuyos efectos, sin embargo, tardarán en materializarse. En lo inmediato, la coyuntura se moverá con al compás del vaivén proteccionista.
AYUDAS | El plan de ayudas a los sectores más afectados por las medidas arancelarias se inspira de la experiencia exitosa de la pandemia y añade un incentivo para la búsqueda de nuevos mercados. Más del 10% de las exportaciones totales de equipos generadores de fuerza, grasas y aceites, buques, vino y ciertos productos químicos se destinan a dicho mercado. Sin embargo, el impacto de las tensiones comerciales desborda el sector exterior, pudiendo incrementar la incertidumbre y perjudicar la inversión, y las industrias de bienes de equipo y de componentes del automóvil.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.