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La Europa que queremos

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La Comisión Europea ha abierto un debate crucial para nuestro país sobre la reforma de las reglas que rigen el seguimiento de la política económica en los Estados miembros. Hay que aplaudir esta iniciativa, que coincide con el Brexit, tanto desde el punto de vista del espacio de soberanía nacional, como de la capacidad de elaborar una estrategia económica y social propia, sin agravar los desequilibrios fiscales.

Lo que más salta a la vista es que la gobernanza económica, si bien es necesaria especialmente para los países que comparten el euro, es innecesariamente compleja por la superposición de normas (pacto de estabilidad y crecimiento, procedimientos de corrección de desequilibrios, semestre europeo…) y la opacidad de su puesta en marcha. En teoría, Bruselas podía haber impuesto sanciones de hasta el 0,2% del PIB en decenas de casos, pero en la práctica nunca se han aplicado.

Sin embargo, la reforma no debe contentarse con un esfuerzo de simplificación. La política fiscal europea sufre de una anomalía, por tender a agravar el ciclo, en vez de suavizarlo, como debería ser su papel. Es llamativo el rigor con que se aplican las reglas en periodos de recesión, que es cuando el apoyo de la política fiscal es necesario, y la laxitud en periodos de expansión. La consecuencia es menos crecimiento y más desempleo en la zona euro, que es donde los criterios se aplican con más severidad. En España, esto se ha traducido por algo tan contraproducente como que el déficit público primario (descontando el pago por intereses) se redujo más del doble en la crisis, marcada por la austeridad, que durante el periodo que llevamos de recuperación.

Gráfico 1

Gráfico 2

Fuente de los gráficos: Eurostat.

El sesgo deflacionista de la política fiscal europea se podría corregir cambiando los criterios de evaluación del cumplimiento de los objetivos de cada país, y a la vez modulando las sanciones (una multa demasiado elevada, por la dificultad política a activarla, es menos disuasiva que un sistema modular o un seguimiento estrecho).

«La presión de Bruselas se ejerce con mayor contundencia en los países deficitarios que en aquellos que mantienen superávits excesivos. Algo que también contribuye al sesgo deflacionista en la eurozona».

Raymond Torres

También se puede compensar creando un presupuesto anticíclico a nivel comunitario, como un seguro europeo de desempleo que complemente los sistemas nacionales. Esta es una idea que empieza a abrirse camino, pero se enfrenta a la liga hanseática liderada por Holanda, reticente a aumentar el presupuesto europeo. La única forma de salir del impasse es innovando en la financiación, o compensando parcialmente ese presupuesto anticíclico con reducciones en otros programas.

Por otra parte, el seguimiento de las economías es asimétrico porque la presión de Bruselas se ejerce con mayor contundencia en los países deficitarios que en aquellos que mantienen superávits excesivos. Algo que también contribuye al sesgo deflacionista en la eurozona. Las tímidas llamadas a un presupuesto más expansivo en Alemania contrastan con las severas advertencias dirigidas a Italia, bajo la amenaza, sin duda justificada, del brazo corrector. Y es que no existe un procedimiento de corrección por superávits excesivos.

Finalmente, el endeudamiento del sector privado y de los precios de los activos financieros e inmobiliarios merecen un seguimiento reforzado. No solo porque las peores crisis estallan a raíz de desajustes financieros. Además, el impacto de la política macroeconómica depende en buena medida de la posición financiera de las empresas y de los hogares: cuando estos se endeudan en exceso, la política fiscal y la financiera deben jugar un papel moderador; y a la inversa, en tiempos de desendeudamiento privado, las políticas públicas tienen que apoyar la coyuntura. Esta es la mejor manera de no caer en la japonización, o de estancamiento secular.

El diferencial favorable de crecimiento de la economía española y los esfuerzos por sanearla nos sitúan en buena posición para avanzar en la corrección de los desequilibrios y para participar activamente en la reforma de la Europa económica, con propuestas originales basadas en nuestra propia experiencia. Progresar es también mostrarse audaz en los Presupuestos y en la reforma de Europa.

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