La expansión de la economía española se enfrenta a dos potentes tendencias contradictorias, una que la impulsa hacia un sorprendente repunte y otra que la frena. El impulso viene de la demanda interna, que parece tirar con más vigor que en trimestres anteriores. Destaca el auge del consumo privado, como lo muestran los indicadores de ventas minoristas, confianza de los consumidores y actividad en el sector de servicios, todos al alza. La creación de puestos de trabajo —155.000 afiliados más en marzo, y otros 193.000 esperados en abril, según la previsión de Funcas, por el empuje de la Semana Santa— es uno de los principales sustentos del consumo. Otro es la reducción de la tasa de ahorro de las familias. Asimismo, la inversión residencial mantiene su dinamismo, incluso se dispara, con incrementos superiores al 20% en el número de visados de nueva construcción.
También contribuye el consumo público, que ha venido acelerándose estos últimos trimestres hasta crecer por encima del 2% en términos reales. Todo apunta a que la política fiscal mantiene su posición expansiva. Si bien la recaudación se incrementa a un ritmo elevado, en torno al 6% con datos acumulados de 12 meses hasta enero, el gasto público progresa casi un 5%, con una tendencia a la aceleración.
Gráfico 1
Gráfico 2
El enfriamiento viene del inesperado deterioro del entorno externo. La industria alemana, locomotora de Europa, no levanta cabeza y su actividad sigue reduciéndose a un ritmo anual superior al 3%. El plan de estímulos anunciado por el Gobierno alemán parece insuficiente para revertir la tendencia. Pero lo que más preocupa es la situación en Italia, que parece abocada a permanecer en recesión durante buena parte del año. Por otra parte, el impredecible desenlace del Brexit ha generado una acumulación de existencias por parte de empresas y consumidores de ese país. Esto, que ha sostenido las compras al exterior durante los últimos meses, podría estar invirtiéndose.
El resultado es un descenso de las exportaciones españolas (-2,2% en enero respecto a un año antes) y un debilitamiento de la actividad industrial. Como las importaciones mantienen la senda ascendente, en línea con la demanda interna, la aportación neta del sector exterior al crecimiento es claramente negativa. Además, la pérdida de dinamismo de las exportaciones se está notando en la inversión empresarial en bienes de equipo, que sufre un acusado frenazo.
Por ahora, los impulsos están ganando la partida a las tendencias recesivas. Con el 70% de información disponible, la economía podría haber crecido un 0,7% durante el primer trimestre. Esto es una décima más que en el anterior trimestre, y más del triple del crecimiento esperado para el conjunto de la eurozona.
Sin embargo, la desaceleración es ineludible. Y es que los factores externos pesarán con más dureza durante los próximos trimestres, a medida que se afianza el fin de ciclo anunciado en las tres principales potencias mundiales que son EE UU, China y Alemania.
En principio, la inversión productiva debería resistir, gracias a la entrada de inversores extranjeros y los fuertes excedentes empresariales, pero una evolución menos favorable no es descartable. En cualquier caso, las familias no podrán seguir reduciendo su tasa de ahorro indefinidamente, por lo que tendrán que ajustar sus decisiones de gasto a la moderada evolución de las rentas del trabajo. Su posición financiera es negativa, por lo que el proceso de desendeudamiento parece haber tocado fin. Cada vez recurren más al crédito al consumo, una variable a vigilar para no abrir un nuevo frente de vulnerabilidad de la economía española.
Finalmente, lo lógico sería que la política fiscal volviera a una senda de contención de los desvíos presupuestarios. De lo contrario los estímulos acabarían complicando el objetivo de crecimiento inclusivo que necesita el país.
Fuentes de los gráficos: Comisión Europea, Markit Group y Funcas.