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La conciencia medioambiental, necesaria, pero no suficiente

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La protección del medio ambiente ha alcanzado en este siglo la consideración de ideal normativo de primer orden. Siete de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) apelan de manera más o menos directa a la defensa de la naturaleza y sus recursos[1], y raro es el mes del año en el que no se celebra algún Día Internacional o Mundial dedicado a destacar valores o comportamientos relacionados con la protección medioambiental. Uno de esos días es el 29 de enero, declarado Día Mundial de la Acción frente al Calentamiento Terrestre (también conocido como Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2)[2].

El sentido de estas declaraciones y celebraciones es el de concienciar a la población del deterioro medioambiental provocado por la acción humana y de la necesidad de actuar contra él de una manera concertada, solvente y sin dilaciones. Se parte del supuesto de que solo cuando se alcanza un nivel alto de conciencia social sobre un problema, los miembros de la sociedad lo incorporan a su toma de decisiones individuales y, en consecuencia, a sus acciones.

¿Pero acaso no está ya la población mundial concienciada de problemas como el calentamiento global y sus riesgos? Sin duda cada vez más, pero las diferencias entre países son ostensibles. Así lo ponen de manifiesto las encuestas incluidas en el Global Attitudes Survey del Pew Research Center realizadas durante la primavera de 2022 (Gráfico 1a). Es cierto que en las sociedades europeas analizadas (así como también en la japonesa y surcoreana) la percepción del cambio climático como una gran amenaza para sus países está muy extendida: los porcentajes de personas que comparten esa percepción superan a los porcentajes correspondientes a riesgos de tanta entidad como los de la “propagación de enfermedades infecciosas” o los “ciberataques de otros países”. Pero esta posición tan destacada del calentamiento global como amenaza nacional (además de global) no se observa en otros países de fuera de Europa. Por ejemplo, en Israel, Estados Unidos, Malasia o Singapur los porcentajes de personas que ven en los ciberataques y la propagación de enfermedades infecciosas grandes amenazas para sus respectivos países son más altos que los de quienes señalan el calentamiento global (Gráfico 1b). 


Las sociedades europeas meridionales (Grecia, Italia, Francia y España) se sitúan en el grupo de las que en mayor medida perciben el calentamiento global como una amenaza para el propio país. En torno a cuatro de cada cinco entrevistados en esos países suscriben esta opinión, proporción claramente mayor que la observada en países con más tradición ecologista, como Alemania (73 %) o Suecia (70 %).

El dato español (78 %) coincide con el que arrojan los barómetros más recientes del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ante una pregunta enunciada de manera diferente, pero que trata de extraer una información similar: “¿Diría Ud. que en estos momentos el cambio climático le preocupa mucho, bastante, poco o nada?” Planteada así la cuestión, el 80 % de los entrevistados entre septiembre y diciembre de 2022 contestaron “mucho” o “bastante”; un 11 % declaró, en cambio, poca preocupación, y un 4 %, ninguna (un 3 % puso incluso en duda la existencia de un cambio climático).

El análisis desagregado de los datos muestra una mayor preocupación entre las mujeres y entre las personas que se autoubican ideológicamente en posiciones de izquierda (Gráficos 2a y 2b). De hecho, las opiniones que reflejan nula preocupación por el cambio climático o lo niegan solo superan el 10 % entre los hombres y entre quienes se identifican con posiciones ideológicas entre el 7 y el 10 en la escala de 1 (izquierda) a 10 (derecha).  Sin embargo, la edad –la variable que a menudo se supone más discriminante en estas cuestiones, dada la mayor preocupación por el deterioro del medioambiente que han mostrado públicamente los jóvenes– no arroja diferencias relevantes (Gráfico 2c).


Una mayoría tan amplia como la que manifiesta sentirse muy o bastante preocupada por el cambio climático opina que en España se deben hacer cambios profundos en “la lucha contra el cambio climático y el cuidado del medio ambiente”. La defensa de cambios profundos solo alcanza un nivel tan alto en el caso del “desarrollo de la ciencia y la innovación” (Gráfico 3). En línea con la mayor preocupación por el cambio climático que expresan las mujeres, son también ellas las que más frecuentemente consideran que se deben hacer cambios profundos (83 % frente a 71 % de los hombres). Esta opinión también abunda más entre quienes se identifican con posiciones de izquierda en la escala de autoubicación ideológica (alcanzando entre el 85 y el 95 % en el grupo de quienes se posicionan en el tramo marcado por los puntos 1 y 4 de la escala, mientras que los porcentajes de quienes lo hacen entre los puntos 6 y 10 oscilan entre el 44 y el 66 %) (Gráficos 4a y 4b).


A pesar de este amplio apoyo a la introducción de cambios profundos en las políticas destinadas a luchar contra el cambio climático, cuando se pregunta por las preferencias de gasto público, la protección del medio ambiente queda por debajo de otras partidas (Gráfico 5).  Más de la mitad de los entrevistados opinan que se debería gastar “mucho más” en sanidad e investigación y ciencia, mientras que menos de uno de cada tres defiende un gasto público mucho mayor para proteger el medio ambiente. Bien es cierto, no obstante, que la preferencia por dotar mejor económicamente las políticas ambientales supera claramente a las preferencias por otros capítulos sociales, como las pensiones (19 %) o la protección al desempleo (14 %) (Gráfico 6). De nuevo, las mujeres y los ciudadanos que se sitúan en la izquierda del espectro ideológico expresan con mayor frecuencia una posición favorable a gastar “mucho más” en la partida de la protección medioambiental (Gráficos 6a y 6b).


De los datos anteriores se desprende que la conciencia del problema medioambiental y la preocupación por el deterioro de la naturaleza están muy presentes en España, sobre todo, entre las mujeres y entre quienes se identifican más con la izquierda (autoubicándose en posiciones por debajo del 6 en la escala ideológica). Cabe afirmar, por tanto, que la opinión pública española es muy favorable a la protección del medio ambiente, si bien con un matiz importante: estas actitudes medioambientalistas se han creado y se mantienen en el marco de un debate público en el que no suelen plantearse los costes en términos económicos y de calidad de vida que implica esa protección (como se expone en este artículo de nuestra revista Panorama Social).

Con todo, en el Día de la Acción contra el Calentamiento Terrestre es preciso subrayar que, aun siendo la toma de conciencia sobre un problema una condición necesaria para adoptar conductas orientadas a hacerle frente, no es una condición suficiente. Una cosa es declarar preocupación, incluso expresar preferencias por un mayor compromiso de la política y el Estado para afrontar la crisis ambiental global, y otra, adoptar conductas consistentes con esa preocupación en los diferentes ámbitos de actuación (transporte, reciclaje, consumo, etc.).

En el caso de la protección medioambiental, el paso de la conciencia del problema a la acción individual requiere superar al menos dos potentes inercias: la del free riding, riesgo común a  todos los bienes públicos (“voy a poder disfrutar de las mejoras resultantes de los comportamientos ecológicos de otros, sin asumir costes específicos porque no se me puede excluir de los beneficios de tales comportamientos”) y la del too big to do something about (“lo que yo haga individualmente en favor del medio ambiente tiene un impacto tan pequeño que no merece la pena”). Independientemente de que consideremos estos comportamientos más o menos inmorales, muy probablemente sean “normales” en sentido estadístico. Superar estas inercias requeriría probablemente, aparte de perseverar en la difusión de valores medioambientales y conocimientos sobre los riesgos del deterioro de la naturaleza, informar de manera realista sobre los costes y esfuerzos que conlleva la lucha contra ese deterioro y establecer estructuras de incentivos económicos para los individuos y hogares que se sumen a esa lucha. La eficacia de una estrategia semejante será probablemente mayor si, además, se ofrecen a la sociedad pruebas del compromiso real de gobiernos y empresas con este objetivo y, por tanto, de la ejemplaridad de sus comportamientos.


[1] Específicamente, los objetivos 13 (Acción por el clima), 14 (Vida submarina) y 15 (Vida de ecosistemas terrestres). También relacionados con la protección del medio ambiente están los objetivos 6 (Agua limpia y saneamiento), 7 (Energía asequible y no contaminante), 11 (Ciudades y comunidades sostenibles) y 12 (Producción y consumo responsables).

[2]
Día Internacional de la Madre Tierra (22 de abril), Día Mundial del Reciclaje (17 de mayo), Día Mundial de la Diversidad (22 de mayo), Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio), Día Mundial de los Océanos (8 de junio), Día Mundial de la Preservación de la Capa de Ozono, (16 de septiembre), Día Mundial de Protección de la Naturaleza (18 de octubre), y Día Mundial contra el Cambio Climático (24 de octubre).

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