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Estrés en la banca americana

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En el tramo final del 2025, el sector bancario internacional está cerrando un ejercicio de resultados económicos benignos, pero también se ha visto sacudido por eventos críticos que refuerzan la incertidumbre. En EE. UU., dos bancos regionales –Zions Bancorp y Western Alliance– estuvieron contra las cuerdas tras declarar pérdidas asociadas a fraudes en préstamos inmobiliarios, lo que detonó una oleada de nerviosismo que arrastró al índice bancario KBW del Nasdaq. Estas dificultades se suman a la fragilidad heredada de las quiebras de Silicon Valley Bank y Signature Bank, bancos regionales también, en el 2023, que evidenciaron brechas regulatorias y vulnerabilidades estructurales en el segmento medio del sistema bancario. Este último shock para los bancos regionales surge en un contexto de estrés crediticio al alza y creciente morosidad en segmentos específicos, por ejemplo, de automóviles y piezas, que quedó en evidencia tras el colapso de la deuda de First Brands, una empresa del sector con numerosos impagos.

Existen temores de contagio debido a las prácticas crediticias opacas que a menudo involucran financiación fuera del balance. Aunque la Reserva Federal ha mantenido siempre una postura muy prudente, el incremento de tipos de interés de los últimos años –y aunque ahora estén bajando– y la retirada de liquidez han incrementado el riesgo sistémico mientras los bancos pequeños luchan por sobrevivir en un entorno de financiación cada vez más exigente. Como ya ocurrió en la crisis financiera global del 2008, el mayor ruido en el sector bancario internacional está viniendo de nuevo de Estados Unidos. Así fue en la primavera del 2023 y recientemente de nuevo. Los principales afectados, los bancos medianos (regionales), con un menor grado de exigencias normativas, y los intermediarios financieros en la sombra, fuera del perímetro regulador, y que además pesan más en ese lado del Atlántico. Es paradójico que mientras en Europa se necesita con urgencia una notable simplificación regulatoria en la banca para potenciar la innovación y el crecimiento, en Estados Unidos existan lagunas supervisoras.

Los competidores tecnológicos como las fintech han crecido enormemente en EE. UU. desde el 2008 y generan otro tipo de estrés, que se nota más que en otras partes del mundo. Esa presión no solamente tensiona la captación de negocio financiero y crédito –lo que aumenta los riesgos– sino que también obliga a los bancos tradicionales a acelerar su transformación tecnológica. La inteligencia artificial revoluciona la detección de fraude, la calificación crediticia y la experiencia de usuario y exige inversiones cuantiosas. Los bancos tienen que responder más rápidamente a los cambios regulatorios y las expectativas de los clientes. Quien no se digitalice quedará rezagado, pues el cliente, ahora más informado y exigente, prioriza la rapidez, seguridad y personalización de los servicios.

Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.


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