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El valor del voluntariado: la necesaria ayuda y el impacto social transformador

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La reciente movilización masiva para ayudar a los damnificados por la catástrofe de la DANA en Valencia es un recordatorio del profundo impacto social que el voluntariado puede tener en situaciones de emergencia. Miles de voluntarios acudieron espontáneamente a rescatar a afectados, distribuir suministros esenciales y colaborar en las tareas de limpieza. Esta reacción demostró cómo la solidaridad puede transformar momentos de crisis en oportunidades de cohesión social.

Más allá de movilizaciones puntuales, la aportación de los voluntarios se materializa en el día a día. En España, muchos miles de personas dedican tiempo y esfuerzo a múltiples causas: desde acompañar a personas mayores, organizar bancos de alimentos o brindar apoyo educativo a niños en riesgo de exclusión social, hasta participar en proyectos de reforestación y limpieza para preservar el medio ambiente. En contextos más específicos, como el sanitario, acompañan a pacientes crónicos o participan en campañas de prevención de enfermedades. También en el ámbito cultural muchos voluntarios contribuyen a restaurar patrimonio histórico y promueven el acceso a actividades artísticas a comunidades desfavorecidas.

Según los últimos datos de la Encuesta Social Europea (ESE), recientemente publicados, en España, una de cada cinco personas de 16 años o más (19,8 %) declaró en 20241 haber participado como voluntario en una organización sin ánimo de lucro o benéfica en el último año (gráfico 1a). Esta cifra sitúa a España en una posición intermedia en el contexto europeo. Aunque está lejos de los niveles alcanzados en países como Noruega, Islandia o Suiza, con una participación superior al 35 %, y de otros países del norte y centro de Europa como Finlandia, Países Bajos, Alemania, Francia o Suecia, con una participación cercana a un tercio, la cifra correspondiente a España refleja la relevancia del voluntariado para un segmento importante de la sociedad española.

A pesar de que a menudo se asocia el voluntariado con la juventud, los datos de la Encuesta Social Europea no respaldan esta idea para España. En realidad, las actividades de voluntariado son más comunes en las edades centrales de la vida (35-44 años), en las que alcanzan al 24 %, mientras que la participación disminuye en los extremos: tanto en el segmento de 16 a 24 años como en el de 65 años o más ronda el 15 % (gráfico 2a). En el contexto europeo tampoco se observa una patrón claro de mayor participación juvenil en organizaciones de voluntariado (gráfico 1b). En los países con mayor presencia del voluntariado, la participación de los jóvenes suele estar claramente por debajo de la media nacional. En cambio, en los países donde el voluntariado es menos común, es más frecuente que los jóvenes superen la media. Llama la atención que la variabilidad en la participación de los jóvenes de un país a otro es relativamente baja en comparación con la de los mayores. 

En España, la participación de las mujeres en organizaciones de voluntariado supera a la de los hombres, con una diferencia de casi 5 puntos porcentuales (22 % frente al 17,3 %), lo que la convierte en el país con la brecha más pronunciada a favor de las mujeres. En realidad, en el conjunto de países con datos en la Encuesta Social Europea de 2023 no se observa un patrón uniforme en función del género (gráfico 1c). Lo que sí constituye un patrón común a todos esos países es la mayor prevalencia del voluntariado entre las personas con estudios superiores. En España la diferencia entre el porcentaje de voluntarios entre las personas con estudios superiores y la media del país alcanza los 12 puntos porcentuales (gráfico 1d).


Es interesante observar que dos variables, en principio, tan indicativas de nuestra orientación hacia lo social, como son la religiosidad y la autoubicación ideológica, no muestran asociaciones claras con la participación en actividades de voluntariado. Según los datos de la ESE, quienes se consideran poco religiosos participan en actividades de voluntariado algo más que la media nacional (gráfico 2b). Tampoco la ideología presenta un gradiente claro, aunque cabe resaltar que el voluntariado es más frecuente en el segmento situado más a la izquierda, con una notable diferencia de casi siete puntos porcentuales con la media (26,6 % frente a 19,8 %) (gráfico 2c).

Lamentablemente, no hay datos recientes sobre las modalidades del voluntariado y su frecuencia. Sin embargo, dos encuestas del CIS llevadas a cabo en 2017 nos dan alguna pista. En un módulo perteneciente al International Social Survey Programme con trabajo de campo entre finales de 2017 y principios de 2018, el 18 % de los entrevistados declaró haber participado en actividades de organizaciones religiosas o benéficas en los últimos 12 meses (gráfico 3). De ellos, un tercio afirmó haber participado solo una vez en ese tiempo, otro tercio lo hizo en varias ocasiones, y el tercio restante se reparte por igual entre quienes participaron de una a tres veces al mes y quienes lo hicieron semanalmente o con mayor frecuencia. La suma de estos dos colectivos, que engloba a quienes manifiestan un compromiso constante y cotidiano, equivale al 6 % del total de los encuestados.


Otra encuesta del CIS, de noviembre de 2017, detalla los tipos de tareas de voluntariado más comunes. De todos los entrevistados, un 13 % había colaborado ayudando a personas sin hogar, un 12 % promoviendo y defendiendo los derechos humanos, y otro 12 % apoyando a personas con discapacidad (gráfico 4). Además, un 11 % cuidó o acompañó a personas enfermas, un 10 % a personas dependientes, un 9 % trabajó con inmigrantes y otro 9 % participó en actividades educativas dirigidas a niños, adolescentes o adultos. De estos datos se desprende la importancia de las actividades de asistencia a personas en situación de vulnerabilidad entre los voluntarios.


La celebracion del Día Internacional del Voluntariado este 5 de diciembre llama a poner de relieve no solo el alcance del voluntariado, sino las múltiples vías por las que enriquece a la sociedad. La aportación tangible de la ayuda directa a personas vulnerables puede constituir una experiencia formadora o, si se quiere, transformadora, para quienes reciben la ayuda, para los voluntarios y para la sociedad en conjunto, con posibles efectos de fortalecimiento de la cohesión social y el capital social. Es obvio el impacto positivo en quienes reciben la ayuda. No lo es tanto el impacto en los propios voluntarios, pero diversos estudios señalan que participar en actividades altruistas mejora el bienestar emocional, impulsa las redes sociales y aporta un sentido de propósito en la vida. A escala del conjunto de la sociedad, el ejemplo de la masiva movilización a raíz de la catástrofe de la DANA en Valencia muestra cómo las acciones conjuntas de centenares o miles de ciudadanos no solo brindan ayuda material a quienes más la necesitan, sino que también cuidan de la moral colectiva y refuerzan los lazos comunitarios. Sobre todo en momentos de crisis, la solidaridad es un poderoso catalizador para unir a las personas y renovar su confianza en los demás.

[1] Aunque la ola 11 de esta encuesta, a la que se refieren los datos, se etiqueta como de 2023 , en España el campo se realizó de febrero a junio de 2024.

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