El conflicto que se ha desatado en el este de Europa complica el escenario de recuperación que se planteaba a inicios de año. Habida cuenta de las incertidumbres en torno a la envergadura del conflicto y su duración, una cuantificación completa del impacto en la economía española no es factible de momento. No obstante, es posible estimar un orden de magnitud del efecto en la inflación del incremento de los precios energéticos que se está registrando en los mercados como consecuencia del conflicto.
Antes del estallido de la contienda, se anticipaba una menor tensión en los mercados del gas a partir de la primavera, como lo evidenciaban las transacciones observadas en el mercado a plazo. Esta relajación permitía vislumbrar una desaceleración en el precio de la electricidad a partir de abril. En cuanto al petróleo, la previsión era de un mantenimiento en torno a 80$ el barril de Brent hasta finales de año. Con estas hipótesis, la previsión de IPC para 2022 era de un incremento del 4,6% en media anual, un ritmo significativamente menor a las cotas alcanzadas en el periodo más reciente (véase la Tabla, “previsión pre-conflicto”).
Sin embargo, la amenaza de una disrupción en las exportaciones rusas de energía se está reflejando en los mercados energéticos. Los precios en el mercado a plazo del gas se han disparado cerca de un 30%, algo que, de mantenerse, entraña un encarecimiento de la electricidad y no una desaceleración como se prevé en el escenario central. Por su parte el barril de petróleo cotiza en torno a 100 dólares, significativamente por encima de lo previsto inicialmente. Todo ello redundaría en un incremento del IPC del 5,6%, un punto más que la previsión realizada antes del conflicto de Ucrania (véase la Tabla, “escenario tensionado”).
Finalmente, en caso de un riesgo incrementado en que los precios observados en el mercado spot se perpetuaran, con alzas incluso superiores a las observadas en los mercados a plazo, el IPC se incrementaría hasta el 6,5%, casi dos puntos más que en la previsión preconflicto (véase la Tabla, “escenario de tensión incrementada”).
Una inflación más elevada erosionaría la capacidad de compra de los hogares y por tanto restaría fuelle a la recuperación del consumo privado, con una incidencia muy importante en el crecimiento. También afectaría las exportaciones hacia países como Alemania, aún más expuestos que el nuestro a los recortes de suministro de gas ruso. Todo ello sin contar el previsible deterioro de la confianza, factor clave de la inversión empresarial, o el impacto sobre los tipos de interés y las primas de riesgo. Por tanto, de mantenerse las actuales tensiones, la economía española crecería a una tasa significativamente inferior al 5,6% anticipado por Funcas.