El confinamiento ha provocado la hiperactividad de algunos de nuestros grupos de WhatsApp. Los teléfonos están llenos de manifiestos domésticos, interpretaciones de concursos de talentos, raramente de información útil y artículos interesantes, y frecuentemente de bromas, memes y chistes gráficos de calidad diversa. Mi favorito representaba una jaula de pájaros, habitada por una familia, mientras los pájaros vuelan fuera a su alrededor. ¿Qué pensarán las manadas de jabalíes que se adentran en pueblos y ciudades de nuestra desaparición de los espacios abiertos? Son casos de realidad invertida, que son un buen resumen de lo paradójico y surrealista de estos tiempos. En todo caso, esto es una pequeña digresión, porque el asunto de este artículo es una realidad invertida muy específica: la de las aulas.
Otro de mis memes favoritos de estos días lo recibí de un colega profesor de universidad: “he leído muchas novelas de ciencia ficción, y he visto muchas películas apocalípticas, ¡y en ninguna había clases online!”. No se fíen de la literatura fantástica, porque la educación en línea está revolucionando las escuelas y la universidad y mi tesis es que, cuando acabe la pandemia, el mundo educativo habrá cambiado para siempre. Y para mejor. Durante este tiempo los profesores estamos aprendiendo a usar los sistemas de teleconferencia para dar clases online de la forma más interactiva posible, aprendiendo a grabar y editar videos y a diseñar sistemas de evaluación de forma objetiva y poco manipulable (hasta donde se puede). Los alumnos, por su parte, se están habituando a manejar muchas fuentes de información tanto escritas como audiovisuales y desarrollando capacidades para interactuar y trabajar a distancia y sobre todo para el autoestudio. No se cómo acabará esta aventura, pero permítanme, al menos en este pequeño ámbito, ser optimista.
«Cuando volvamos a las aulas, ¿por qué no sustituir parte de nuestras clases magistrales por las mejores clases en línea disponibles? Nuestros alumnos aprenderían los conceptos con este material audiovisual, de manera que en las clases presenciales podríamos trabajar las aplicaciones y dejar más espacio para la experimentación y la investigación».
Juan José Ganuza
El mundo digital se caracteriza –además de por las externalidades de red– por costes fijos altos y costes marginales casi nulos, lo que muy a menudo implica que una sola empresa domine el mercado (“the winner takes all”). Algo parecido se puede producir en la educación. A la fuerza ahorcan: ahora todas las universidades del mundo están incurriendo en los costes fijos y están produciendo una cantidad ingente de material docente audiovisual sobre todas las materias. Cuando volvamos a las aulas, ¿por qué no sustituir parte de nuestras clases magistrales por las mejores clases en línea disponibles? Nuestros alumnos aprenderían los conceptos con este material audiovisual, de manera que en las clases presenciales podríamos trabajar las aplicaciones y dejar más espacio para la experimentación y la investigación. Si están interesados en la asignatura que yo imparto, Teoria de Juegos, les recomiendo un curso abierto de la Universidad de Yale. El profesor, Ben Polak, es sinceramente insuperable: dicción propia de My Fair Lady (o de Peppa Pig, que es el inglés de la reina), sentido del humor, conceptos explicados con claridad con tiza blanca sobre pizarra negra –caligrafía de cuadernos rubio, empezando en la esquina noroeste, y acabando en el sureste, ¡un espectáculo bello!–… El curso es completamente estándar y su temario está presente en casi todos los programas de grado de economía que se imparten en el mundo. Por tanto, ¿por qué no dejar al profesor Polak enseñar el equilibrio de Nash, ocupándonos nosotros en clase de reflexionar sobre el concepto y explorar sus aplicaciones y límites?
Cada campo del conocimiento tiene su estrella. Gregory Mankiw es un gran macroeconomista de Harvard, pero ante todo es un excelente divulgador y docente. Hace años le pagaron un millón de dólares para que se encerrara a escribir un libro de Introducción a la Economía (los libros de texto más rentables son los más básicos). El resultado fue un salto cuántico sobre los materiales existentes, un manual que se leía como una novela y se entendía como si hubieran puesto gafas a nuestras neuronas. ¿No utilizarían sus clases si estuvieran disponibles?
Es verdad que ya existían cursos en línea de grandes profesores (de Coursera, por ejemplo) antes de la crisis. Pero después de la pandemia la oferta de contenidos será inmensa y, lo más importante, la demanda estará más preparada. Por lo que este modelo mixto virtual-presencial que se denomina “aula invertida” (en inglés, flipped classroom) puede tener su momentum. La idea de introducir los conceptos virtualmente antes de una clase presencial práctica no es solo aplicable a la enseñanza no universitaria, sino que proviene de allí. Un instituto americano (Clintondale High School) que tenía unos resultados académicos pésimos y figuraba muy abajo en los rankings la puso en práctica por primera vez. Gracias a la experimentación, a la transformación radical del aula invertida, redujo el fracaso escolar y mejoró espectacularmente sus resultados.
Un proceso similar se está registrando en los seminarios de investigación. Forzados por la necesidad, no solamente nos hemos dado cuenta de que podemos seguir con nuestros seminarios (ahora webinar) internos de investigación a través de internet, sino que se pueden organizar top webinars a coste cero con los mejores investigadores. Por ponerles un ejemplo, el pasado 9 de abril, la Royal Economic Society organizó uno de estos seminarios en líneasobre las consecuencias económicas de la pandemia causada por el Covid-19, impartido por dos de los mejores economistas del mundo, el profesor del MIT Daron Acemoglu y el premio nobel Jean Tirole. El seminario fue seguido por más de 3.500 personas (que difícilmente hubieran cabido en una sala y se hubieran encontrado en el mismo lugar). Todas las áreas de conocimiento están instaurando sus propios webinars. El CEPR Virtual IO Seminar Series, organizado entre otros economistas por un colaborador ocasional de este blog, Gerard Llobet, tiene la intención de convertirse en el seminario de referencia global de Economía Industrial. Específicamente relacionados con la Economia Digital pueden seguir desde el sofá de su casa el Virtual Digital Economy Seminar o el seminario de la TSE “Economics of Platforms Seminar”. Cuando volvamos a las aulas, estos seminarios globales no desaparecerán, porque los economistas habremos aprendido a que es un sistema muy eficiente de transmitir el conocimiento.
Termino con un moraleja macro. Los macroeconomistas están discutiendo sobre la forma de la recesión y la recuperación, en uve, raíz cuadrada o en la temible u. Aunque me encantaría apuntarme a la hipótesis optimista de la uve, tendría que matizar que será la de una montaña rusa: bajaremos con vértigo, y subiremos despacito. Cuando salgamos no lo haremos a toda velocidad; los aviones, restaurantes y teatros empezarán reduciendo sus capacidades y aforos, tendremos que invertir en seguridad laboral, en recuperar las relaciones comerciales perdidas, en abrir nuevos mercados… en definitiva, nuestros costes serán más altos y, si la demanda baja y la curva de oferta (costes marginales) sube, no necesitamos a Mankiw para concluir que creceremos pausadamente. En esta entrada hemos explorado una fuerza opuesta, un rayo de luz en un horizonte oscuro. El teletrabajo puede conllevar ganancias de productividad permanentes. Creo que será así en el sector educativo y en la investigación, no porque se hayan producido nuevas herramientas, sino porque la necesidad nos obliga a aprender a usar las que ya existían.