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Desaceleración, no recesión

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La directora gerente del FMI se ha estrenado en el cargo lanzando un toque de atención acerca de los riesgos para la economía mundial de la escalada proteccionista. Según las estimaciones del Fondo, la guerra comercial haría perder nada menos que 700.000 millones de dólares a la economía mundial en 2020, cerca de la mitad de lo que produce cada año la economía española. Esta inquietante conclusión ha disparado las alarmas sobre una posible recesión en nuestro país, algo que contrasta con otros análisis que sugieren que la inercia expansiva será más poderosa que las turbulencias externas.   

Dejando de lado argumentos electoralistas o que carecen de rigor, lo que divide a agoreros y optimistas depende, en primer lugar, de cómo se aprecian las tensiones internacionales. Sin duda, una intensificación de los conflictos comerciales perjudicaría directamente a nuestros exportadores, como ya se está viendo en el sector olivarero, además de restar crecimiento en mercados clave como EE.UU y Alemania.

«Una de las claves está en el mercado laboral. En anteriores fases de desaceleración, el empleo caía cada vez que el crecimiento descendía del 2%. […Ahora] el umbral a partir del cual el empleo empieza a crecer podría haberse reducido significativamente como consecuencia de cambios estructurales tanto en nuestro país como en la práctica totalidad de economías avanzadas».

Pero lo que destaca a corto plazo es el riesgo de una ruptura abrupta de las negociaciones en torno al Brexit, que abocaría a una salida sin acuerdo a finales de mes. Si bien los intercambios con Reino Unido representan el 1,4% del PIB español, el impacto de un Brexit abrupto depende de múltiples factores que pueden magnificar o atenuar esa cifra: si se produce un colapso aduanero, el grado de disrupción de las cadenas productivas (por ejemplo, el montaje del Airbus requiere de componentes británicos insustituibles a corto plazo), o la continuidad del pago de las pensiones a los jubilados británicos que residen en nuestro país. La OCDE cifra en un 0,4% el efecto total sobre Europa para 2020. Aunque no hay desglose por país, el impacto sobre España podría ser ligeramente más elevado, por el peso del turismo y la fuerte presencia de residentes británicos.

En el plano interno, una de las claves está en el mercado laboral. En anteriores fases de desaceleración, el empleo caía cada vez que el crecimiento descendía del 2%. De mantenerse la pauta histórica, el empleo se desplomaría, debilitando el consumo. Sin embargo, el umbral a partir del cual el empleo empieza a crecer podría haberse reducido significativamente como consecuencia de cambios estructurales tanto en nuestro país como en la práctica totalidad de economías avanzadas (trabajo a tiempo parcial, ajustes internos en la empresa, limitando los recortes de plantilla). Los datos de afiliación, que apuntan a un incremento, aunque con menor vigor, avalan este cambio. Lo mismo ocurre en Alemania, Italia y Reino Unido donde apenas crece el paro pese a bordear la recesión.

Gráfico 1

El futuro depende también de factores  psicológicos, como la percepción que tienen las empresas acerca de las perspectivas de demanda, o la confianza del consumidor en un contexto incierto. En sus estimaciones, el Fondo atribuye las dos terceras partes del impacto de la guerra comercial a un “deterioro de la confianza” y a “reacciones de mercado”. En España, las familias han decidido incrementar su ahorro, tal vez para prevenir un posible deterioro de ingresos, y la inversión se ha frenado, o incluso cae en algunos componentes. Todo ello pese a que la renta familiar sigue creciendo, los beneficios empresariales se mantienen en niveles record y los tipos de interés se acercan a cero.

Gráfico 2

En suma, si descartamos un grave deterioro adicional del contexto internacional, por ejemplo una ruptura total y cuasi inmediata entre Reino Unido y Bruselas, la economía no entrará en recesión, si bien apenas crecerá un 1,9% este año, y un escaso 1,5% en 2020. Sin embargo, la formación de un gobierno estable y un nuevo impulso reformador mejorarían las expectativas, como se ha visto en Portugal donde la prima de riesgo ha descendido por debajo de la española tras las elecciones, de modo que la desaceleración sería más suave de lo previsto. Todavía disponemos de palancas para fortalecer la confianza, la faceta más volátil de la economía.  

Fuentes de los gráficos: INE, Eurostat, BCE y Funcas.

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