La globalización –el proceso de integración de los mercados de bienes, servicios y capitales que viene produciéndose desde la caída del muro de Berlín— está en profunda mutación. Y conviene entender los cambios para evaluar la sostenibilidad de la recuperación económica en España.
En su último informe sobre el desarrollo, el Banco mundial reconoce el enfriamiento de los intercambios internacionales, quebrando la tendencia iniciada durante los años 90. Estos últimos años, las importaciones mundiales de bienes y servicios aumentaron en torno al 2,5% anual, un ritmo inferior al crecimiento de la producción mundial. Sin embargo, durante el periodo anterior a la crisis, las importaciones aumentaban a tasas que doblaban el crecimiento de la economía. Dicho de otra forma, el gasto de las familias y las empresas genera cada vez más producción nacional, y menos importaciones.
Gráfico 1
También en España las importaciones de bienes y servicios se han estancado. Representan en torno al 30% del producto interior bruto, dos puntos porcentuales menos que en 2007. Lo que sí ha cambiado son las exportaciones, que ahora se sitúan en torno al 33% del PIB, un record histórico. Es decir, la economía española ha mejorado su presencia en el exterior. Pero la anemia que padecen los mercados internacionales acabará afectando al dinamismo exportador.
Gráfico 2
Los movimientos internacionales de capital “productivo”, por su parte, han entrado en fase de contracción. El volumen de préstamos bancarios entre países ha caído, y las inversiones directas (creación o ampliación de filiales, adquisición de empresas, etc.) se han desacelerado. En España, las posiciones inversoras en nuestro país, que habían registrado un crecimiento intenso antes de la crisis, se han moderado. Y las inversiones directas de España en el exterior han seguido una pauta descendente. Sin embargo, el mundo sigue invirtiendo cantidades ingentes en productos financieros, de carácter especulativo.
«Incluso se están dando casos de repatriación de producción, por ejemplo de producción de bicicletas Orbea y de algunas actividades de Mango, de regreso de China. O el ensamblaje de automóviles Jaguar & Land Rover, relocalizado en el Reino Unido después de un periplo por India».
El cambio de rumbo de la globalización refleja la importancia creciente de los servicios y del intercambio de conocimientos, tradicionalmente menos internacionalizados, así como el agotamiento de la externalización de actividades hacia los países emergentes, como China. Los diferenciales de salarios entre países ricos y emergentes se han reducido, lo que limita el incentivo a externalizar las actividades de menor valor añadido como la confección de ropa o los centros de atención telefónica. Incluso se están dando casos de repatriación de producción, por ejemplo de producción de bicicletas Orbea y de algunas actividades de Mango, de regreso de China. O el ensamblaje de automóviles Jaguar & Land Rover, relocalizado en el Reino Unido después de un periplo por India.
La empresas que regresan aluden a la proximidad con respecto al consumidor, la presencia de una clase media estable, y la seguridad jurídica, como factores más determinantes en las decisiones de localización de las inversiones y la ampliación de cuotas de mercado. Por tanto, la reducción de las desigualdades, el fortalecimiento del estado de derecho y la seguridad en las relaciones económicas constituyen factores esenciales de competitividad.
Por otra parte, el proteccionismo está en auge. El Brexit duro que se avecina es una de sus múltiples facetas. Según la Organización Mundial del Comercio, cada mes se registran 21 nuevas restricciones a las importaciones en los países del G20. Y, ante el temor a perder empleos, agudizar las desigualdades sociales, y alentar los populismos, se aleja la perspectiva de alcanzar nuevos acuerdos comerciales a nivel multilateral —algo que confirma el anuncio de nuevas medidas proteccionistas en los EE.UU.—.
No cabe duda de que estos acuerdos amparan oportunidades de crecimiento, como lo demuestra la etapa de bonanza económica que coincidió con la integración de España en Europa, o la actual fase de recuperación.
Sin embargo, para ser exitoso, el comercio internacional y la inversión deben operar en un marco regulatorio transparente, que evite la competencia desleal, la evasión fiscal y el dumping social. El libre intercambio tiene que ir de la mano de políticas tecnológicas y de empleo a la altura de los desafíos, y del mantenimiento de un estado de bienestar bien diseñado –algo que se ha venido prometiendo en todos los foros internacionales, con una repercusión desigual en la práctica. Reordenar y regular para evitar la des-globalización.
Fuentes de los gráficos: Banco Mundial, INE, Banco de España y Funcas.