El mundo en el que vivimos está cada vez más urbanizado y muchas de las mayores ciudades del mundo atraen cada vez más población, especialmente en los países en vías de desarrollo. Entre 1950 y 2009, la población urbana en el mundo pasó de 732 a 3.400 millones de personas y la tasa de urbanización aumentó del 30al 50%. Hoy en día, aproximadamente un 55% de la población mundial vive en ciudades y las Naciones Unidas predicen que, en el año 2025, esta cifra aumentará hasta los 5.000 millones.
Sabemos que la tasa de urbanización de un país y su desarrollo económico están altamente correlacionados. Una explicación de este fenómeno es que, a medida que el país se hace más rico, un mayor número de sus habitantes se desplaza a vivir en sus ciudades, tal vez porque el proceso de crecimiento económico y de cambio estructural asociado al mismo viene a menudo acompañado de una reducción en el peso del sector agrícola en la economía. También es posible que, puesto que la gente suele ser más productiva en las ciudades que en los pueblos, una mayor población urbana enriquece al país.
Los pocos estudios empíricos de los que disponemos sobre la relación entre la concentración de población urbana y el crecimiento económico se basan en regresiones donde la variable dependiente es el crecimiento económico y la principal variable explicativa es alguna medida de concentración urbana, normalmente la ratio de la población de la mayor ciudad y la población urbana del país, también conocido como la primacía urbana. Estos modelos incluyen otros controles, en particular el nivel de desarrollo del país. Como sugiere la hipótesis de Williamson, cuando un país es pobre, la concentración urbana es alta para ahorrar en los escasos recursos del país, y, a medida que este se enriquece, la población urbana tiende a repartirse entre otras ciudades. Así pues, estos estudios nos muestran que concentrar más población en unas pocas ciudades es positivo hasta cierto punto.
«La concentración urbana es positiva para la economía de estos países siempre y cuando vaya acompañada de un aumento en la inversión en infraestructura, por ejemplo, en acceso a sanidad».
Algunos autores relacionan este nivel crítico con el concepto teórico del tamaño óptimo de las ciudades. Otros trabajos prefieren usar medidas absolutas de población y estimar el efecto de tener muchas ciudades medianas y llegan a la conclusión de que es mejor para el crecimiento económico tener un gran número de ciudades de tamaño mediano. Desde un punto de vista teórico, existen modelos de equilibrio general con muchas ciudades que nos ayudan a entender, entre otras cosas, cuáles son las ganancias o pérdidas asociadas a desplazar a un gran número de personas de una ciudad a otra. Estos estudios, aunque muy prometedores, se han llevado a cabo solamente para Estados Unidos, China y México. Sus resultados sugieren que existen sustanciales ganancias asociadas a aumentar la concentración urbana, al menos en China, reflejando el hecho de que restricciones a la emigración de zonas rurales a zonas urbanas como las impuestas por el sistema Hukou, son dañinas para la economía China.
En los países en vías de desarrollo se sitúan, hoy en día, las mayores ciudades del mundo y las que crecen más rápidamente. En los últimos años, un gran número de economistas urbanos han empezado a trabajar muy activamente en el estudio de los sistemas de ciudades en estos países. Uno de los principales hallazgos de estos trabajos es que la concentración urbana es positiva para la economía de estos países siempre y cuando vaya acompañada de un aumento en la inversión en infraestructura, por ejemplo, en acceso a sanidad. Es difícil, dado lo poco que sabemos sobre este tema, formular políticas de concentración de población que beneficien a la economía de forma agregada. En primer lugar, es necesario poder estimar con mayor fiabilidad cuál es el tamaño óptimo de las ciudades de un país y como éste depende de su nivel de desarrollo. Por otro lado, es necesario estimar modelos macroeconómicos de equilibrio general en más países para poder entender bien las consecuencias que tendría la aplicación de este tipo de políticas. Teóricamente, parece claro que los gobiernos podrían mejorar la distribución de la población puesto que los individuos eligen el lugar donde viven y trabajan sin tener en cuenta las consecuencias agregadas de sus decisiones. Sin embargo, en la práctica, diseñar e implementar este tipo de intervenciones es complicado y parece poco realista dado nuestro limitado conocimiento sobre este tema.
Esta entrada es un resumen del artículo ‘Concentración de la población y crecimiento económico’, publicado en el número 164 de Papeles de Economía Española.