Uno de los más deliciosos platos de la gastronomía china es el pato laqueado. Como en otras recetas internacionales, uno de los aspectos esenciales de su preparación es la separación de la carne de la piel, literalmente inflando el ave con una pompe à gonfler (bomba de hinchar). Si el pato es de calidad, el resultado es espectacular. Si no lo es, se resquebrajará, resecará o, en el peor de los casos, explotará. En China se lleva ya mucho tiempo inflando el mismo “pato” (su economía) y comienza a ofrecer síntomas de agotamiento. La abrupta caída de la Bolsa de Shanghái de ayer podría tener más turbulencias o vaivenes e incluso no se pueden descartar próximas subidas porque el gobierno chino probablemente reaccionará con el anuncio de nuevas medidas expansionistas o la promesa (aún no realizada en forma alguna significativa) de avances liberalizadores. Así llevamos varios meses de dudas y volatilidad.
Que el 20% del crecimiento del PIB lo explique el sector financiero sugiere, o bien un modelo poco sostenible o, como se teme, una burbuja de activos descomunal
Sin embargo, hay al menos tres focos de preocupación importantes. El primero es que la corrección en el mercado bursátil refleja que la economía del gigante asiático no puede crecer como lo hizo en décadas anteriores. Puede deberse al agotamiento del modelo o a un sobrecalentamiento de la economía. Ninguna de las dos explicaciones resulta esperanzadora. Además, en las últimas semanas las estadísticas macroeconómicas chinas han sido puestas en cuestión por su relativa credibilidad. Que el 20% del crecimiento del PIB lo explique el sector financiero sugiere, o bien un modelo poco sostenible o, como se teme, una burbuja de activos descomunal. Lo que lleva al segundo foco de preocupación: la sobrevaloración de los activos mobiliarios e inmobiliarios. Se lleva años temiendo que la que se genera en China sea burbuja entre burbujas. Y casi ocho años después del desastre financiero de 2007-2008 a ambos lados del Atlántico se repite la fórmula: activos sobrevalorados en un contexto de posible subida de tipos de interés.
Un tercer foco de incertidumbre son los efectos de contagio. El hundimiento de los precios de las materias primas tiene mucho que ver con el devenir chino y, lógicamente, tiene efectos colaterales inmediatos en muchos países emergentes e indirectos en el comercio mundial.
Ahora, muchos traders temen que las posiciones de grandes fondos e inversores en China puedan cerrarse si el valor de los activos que les sirven como garantía cae por debajo de un determinado nivel que hoy está mucho más cerca que hace un mes. Ese sería un punto de no retorno hacia una grave crisis en aquel país. Se rumorea —porque es tan comentado como poco documentado— que buena parte de esas garantías están en productos opacos, de shadow banking o banca en la sombra y que el sistema financiero chino podría quedarse con la mayor parte del riesgo finalmente. Lo cual no es un consuelo porque los efectos serían inmediatos sobre el crecimiento de la economía asiática y, por extensión, mundial. Sea como fuere, este puede ser el principio de una nueva crisis cuyo alcance geográfico es aún difícil de determinar. Aviso para navegantes. Pinchazo a la vista.