La larga y profunda crisis que nuestro país ha atravesado en los últimos años nos lega un nuevo panorama al que los distintos sectores y agentes económicos se van a tener que enfrentar. La evolución experimentada en este período –de distinto calado según el área o asunto del que hablemos– implica nuevos retos y desafíos que es necesario analizar y comprender. Con este propósito, el último número de Cuadernos de Información Económica, (CIE) editado por Funcas, que se ha publicado hoy, estudia –entre otros asuntos– algunos de los cambios registrados en sectores fundamentales de la economía española, como el manufacturero, los ajustes que se precisan en otros, como el financiero, o las consecuencias de la crisis en el empleo o en las retribuciones.
Y es que terminar los estudios en un contexto de crisis económica da lugar a menores ingresos laborales que si se hace en situaciones de expansión, aunque la clave no está tanto en que se vayan a percibir menores salarios sino en la menor probabilidad de encontrar empleo. El artículo de Daniel Fernández-Kranz y Nuria Rodríguez-Planas incluido en el CIE trata de comprender cómo afecta el ciclo económico en el momento de incorporarse al mercado de trabajo a la trayectoria laboral, un ejercicio útil para diseñar políticas de choque contra la elevada tasa de paro actual.
Los autores señalan que si se compara a los jóvenes que se incorporaron al mercado laboral cuando había crisis económica con quienes lo hicieron en una situación de crecimiento se ve que, incluso a largo plazo, a los primeros les va peor que a los segundos porque se benefician menos de la posterior recuperación. Para la generación que termina sus estudios en un año de crisis se reduce fuertemente la probabilidad de encontrar empleo y, aunque la diferencia con la que termina en época de crecimiento se va acortando hasta prácticamente coincidir al cabo de 10 años, el efecto global sobre los ingresos anuales es de una caída media en ese periodo del 9,6%, el 12,5% y el 6,4% de los individuos con educación secundaria, con formación profesional y con una licenciatura universitaria, respectivamente.
Sin embargo, la clave de estas diferencias no está en el salario que perciben los ocupados pues apenas difiere el de quienes encuentran empleo en una u otra situación económica. La clave está en la menor probabilidad de encontrar empleo de los que terminan sus estudios en época de crisis, dando como resultado un mercado de trabajo caracterizado por una notable dualidad.
El análisis realizado por Antonio Montesinos, Javier J. Pérez y Roberto Ramos disecciona los cambios que se han producido en la estructura y composición del empleo público durante la reciente crisis económica. Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), entre 2007 y 2014 el número de empleados de las AAPP se redujo en 35.000 personas, hasta los 2,8 millones, cifra un 1,3% inferior a la registrada en 2007 y que representa el 12,1% de la población activa. Sin embargo, hay que diferenciar dos fases: de 2007 a 2011 hubo una expasión del empleo público liderada por las CCAA, que alcanzaron su nivel máximo de efectivos en 2011 (1,8 millones de asalariados). En conjunto, el empleo total de las AAPP en esos cuatro años aumentó en 310.000 personas. A partir de 2012, las necesidades del proceso de consolidación fiscal llevaron a una corrección importante de manera que entre ese año y 2014 el número de empleados de las AAPP se redujo en alrededor de 345.000 personas. La reducción del número de efectivos se apoyó mayoritariamente en los trabajadores temporales, lo que dota al ajuste de un carácter no solo estructural, sino también cíclico. Por otra parte, el aumento de la jornada legal de trabajo ha mitigado los efectos de la disminución del empleo, especialmente en algunos sectores como el educativo.
La recuperación de los equilibrios previos a la crisis requiere un periodo de tiempo prolongado en el que el sector financiero ocupa una posición clave. Para analizar la situación actual, dos artículos abordan cuestiones como el ahorro y el crédito y los retos de la banca española tras la reestructuración. Joaquín Maudos revisa la evolución reciente del sistema bancario español con especial atención a la rentabilidad y la eficiencia de las entidades en el actual escenario de reducidos tipos de interés y desapalancamiento del sector privado. El autor explica que el sector se enfrenta a “un futuro en el que es difícil aumentar la rentabilidad, lo que exige a las entidades seguir ganando eficiencia y plantear nuevos modelos de negocio, así como reflexionar sobre la viabilidad futura del actual modelo de banca minorista apoyado en una extensa red de oficinas de tamaño excesivamente reducido en el contexto europeo”. En definitiva, sigue siendo necesario racionalizar costes y plantear nuevos modelos de negocio menos dependientes de la oficina tradicional. Además, los nuevos grupos bancarios que han surgido en España y los que puedan surgir con nuevas fusiones deberían de poner su mira en la expansión internacional.
Santiago Carbó y Francisco Rodríguez muestran que el esfuerzo de desapalancamiento por parte de empresas y familias está siendo compatible con una paulatina recuperación de los flujos de ahorro financiero y de nuevos créditos. Asimismo apuntan que, aunque la devolución de la deuda pesa todavía más que la nueva financiación, en 2016 podría invertirse la relación. El crecimiento del crédito nuevo a hogares, pymes y grandes empresas, aunque lejos de las cifras de 2010, sugiere un progresivo avance de la financiación al consumo y a la inversión que, además, se realiza a tipos de interés más bajos.
El artículo de María Jesús Fernández analiza la competitividad en costes de la industria española y su comportamiento diferenciando entre las ramas orientadas a las exportaciones y las orientadas al mercado interno. En su opinión, la mejora de los márgenes es condición necesaria para que la industria manufacturera recupere su atractivo como destino de la inversión productiva y aumente su cuota de mercado frente a las importaciones para atender al crecimiento de la demanda.
Ramón Xifré también estudia el sector exterior de la economía española. Considera que la situación de España está lejos de las economías exportadoras como Alemania, Holanda, e incluso Italia, y cita como principal diferencia el menor nivel de actividad exterior de las pequeñas empresas nacionales. Por tal motivo, coloca el acento en la que denomina base de la pirámide empresarial española, empresas que han iniciado su actividad exportadora en los años de la crisis, que cuentan con un proyecto de negocio consolidado y que pueden convertirse en exportadoras regulares. Xifré concreta que la internacionalización de la economía española adolece de deficiencias estructurales de tres tipos: productiva, empresarial y geográfica y propone, como posibles soluciones, el apoyo individualizado, la creación de redes y alianzas, el aprovechamiento del potencial de las TIC y abordar el proceso de internacionalización como parte de una estrategia de mayor calado que busque mejorar la competitividad del negocio.
Puede descargarse aquí el número 249 de “Cuadernos de información económica”.