El trabajo doméstico ha recibido históricamente un escaso reconocimiento no solo social, sino también institucional. Considerado un trabajo poco productivo y subalterno, incluso los Estados que se precian de proteger particularmente los derechos sociales se han abstenido durante mucho tiempo de intervenir en las condiciones laborales de quienes lo desempeñan y de combatir su precariedad, reflejada, sobre todo, en largas jornadas, bajos salarios y relaciones…
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