Existe una idea generalizada de que cada vez hay menos conductores con carné tipo B, que permite conducir un automóvil cuya masa máxima autorizada no excede de 3.500 kg y está diseñado para el transporte de no más de ocho pasajeros, además del conductor. Y la razón fundamental que se esgrime es la presencia de nuevos modelos de movilidad compartida que explicaría una menor preferencia por el vehículo privado y, por tanto, una menor necesidad de tener la licencia que permite conducir un coche.
En los países donde se cuenta con estadísticas oficiales sobre las características sociodemográficas de quienes poseen el carné de conducir se ha analizado esta cuestión y la conclusión principal es que el censo de conductores no disminuye en todos los países y donde está disminuyendo lo está haciendo de forma lenta. En España la falta de este tipo de encuestas oficiales justifica que sean muy pocos los estudios sobre esta cuestión y los que se encuentran se limitan a comparar dos momentos en el tiempo o bien hacen referencia a encuestas con una representatividad escasa sobre la población.
Delbosc y Currie (2013), por ejemplo, realizaron una revisión sobre las tendencias encontradas en otros trabajos en cuanto a la posesión del carné de conducir en 14 países desarrollados. El rango temporal que abarcan discurría entre 1983 y 2010, y era diferente entre países, si bien los resultados eran bastante concluyentes en cuanto a que existió una reducción del 1% anual en 9 países (Australia, Estados Unidos, Canadá, Japón, Noruega, Suecia, Gran Bretaña, Alemania y Francia), pero en el resto (España, Finlandia, Israel, Holanda y Suiza) se produjo un aumento. En concreto, en España se muestra que en 2009 el 50% de los jóvenes entre 18 y 24 años tenían el carné de conducir, mientras que en 1999 esta cifra era tan solo del 37%. En la población con edades entre los 25 y los 29 años el incremento fue muy reducido, pues en esa década se pasó del 74% al 75%.
Recientemente, se pudo leer la afirmación “En cuestión de cinco años, España ha perdido más dos millones de conductores con carné de conducir B” en una revista especializada de automoción. Esta afirmación era sorprendente tanto por la magnitud de la caída como por tratarse de un período tan breve de tiempo. Además, este cambio de comportamiento era distinto al observado en otros países donde, a nivel agregado, no se observaban grandes diferencias en el censo total de conductores, aunque sí un retraso en la edad a la que se obtiene el carné de conducir. Es decir, cuando existe evidencia de que está disminuyendo el censo de conductores es muy leve porque se debe a que el porcentaje de jóvenes que tienen el carné de conducir ya está disminuyendo, pero cuando esto se traslada a la población de más de 30 años el efecto se diluye. Por ello la reducción identificada en España era extraordinaria, más aún porque se citaba como fuente oficial a la DGT (Dirección General de Tráfico).
Efectivamente, según la DGT, en 2015 había en España un total de 18,45 millones de personas con el carné de conducir tipo B; y en 2020 esta cifra solo ascendía a 16,37 millones. Sin embargo, esta variación tan notable (una reducción del 2,4% anual) era difícil que hubiera pasado tan desapercibido por quienes investigan en este campo. Un análisis de los datos de la DGT con un poco más de atención permitió identificar dónde estaba el matiz que, por otra parte, es crucial. Los 16,37 millones de personas a que se refieren en 2020, solo tienen el carné tipo B. Es decir, no poseen ningún otro carné de conducir ya sea de moto, camión o autobús. Lo que ha ocurrido es que esos dos millones de personas han pasado de tener solo el carné tipo B a tener también otros permisos, sobre todo de moto. Es preciso recordar que con una antigüedad de 3 años en el carné tipo B se pueden llevar motos de hasta 125 cc de cilindrada (siendo esta capacitación solo válida en España). Además, existen tres razones que pueden explicar el aumento de censo de conductores con permiso de coche y de moto. La primera, que esté aumentando la preferencia por las motos de más potencia de manera que, aunque se posea ya un permiso de coche con más de 3 años de antigüedad, será preciso sacarse el carné A2. La segunda que, debido al aumento del servicio de motosharing, que solo tiene motos con menos de 125 cc de cilindrada, los jóvenes quieran utilizar este servicio y obtengan el permiso de conducir estas motos (el tipo A1 se puede sacar a partir de los 16 años) y después saquen el carné de conducir de coches. Finalmente, es posible que los conductores tengan el permiso de coche con menos de 3 años antigüedad quieran sacarse el permiso tipo A1 para utilizar el servicio de motosharing.
En efecto, cuando se suman todas las combinaciones posibles que incluyen el carné tipo B más otros tipos de carnés, el censo total de personas que poseen el carné tipo B no solo no ha bajado, sino que ha subido: en 2020 hay 27,7 millones frente a 25,5 en 2015. El Gráfico 1 muestra claramente la situación. ¡Misterio resuelto!
Pero, en realidad, la variable que interesa analizar es qué parte de la población (en el rango de edad que puede acceder al carné) posee, al menos, el carné tipo B. El Gráfico 2 muestra el porcentaje de población con carné para conducir turismos y pone de manifiesto que entre 2010 y 2019 esta variable ha estado creciendo, siendo este crecimiento menos intenso durante la crisis de 2010 a 2013. Solo en el año 2020 se ha observado un ligero retroceso, pasando del 69,9% en 2019 al 69,1%. No obstante, este resultado no permite afirmar que se esté produciendo un cambio de tendencia, ya que el confinamiento provocado por la pandemia redujo sensiblemente la posibilidad de obtener nuevas licencias en todos los tipos de carné de conducir.
En definitiva, el análisis expuesto pone de manifiesto que el censo total de conductores de turismos no está disminuyendo. Trasladando esta conclusión al contexto de la movilidad permite afirmar que los nuevos modelos de movilidad que no requieren un permiso de conducir como las bicicletas, los patinetes o los coches de alquiler con conductor no están teniendo todavía efectos significativos en la población total (mayor de 18 años) en relación con la necesidad de tener el carné de conducir. Por tanto, es preciso seguir profundizando en el estudio del uso del vehículo privado.