Desde el último tercio del siglo XX se han producido importantes transformaciones en los comportamientos sociales, demográficos y familiares y en las formas de residencia que han diversificado, en gran manera, la estructura y composición de los hogares. La reducción del número medio de personas residentes y el rápido aumento de hogares unipersonales constituyen dos de las características más relevantes. Vivir solo es una opción residencial más a lo largo del curso de vida y no solo al final de la misma.
A pesar de la intensidad del crecimiento de los hogares unipersonales en España, éstos tienen un peso menor en comparación con el del resto de los países de la Unión Europea, también en el caso de los hogares unipersonales de mayores. Esta situación es congruente con las características de la geografía de los modelos familiares europeos del sur de Europa, con una permanencia dilatada de los jóvenes en los hogares de origen y una mayor presencia de las personas mayores en hogares extensos y, en consecuencia, con una fuerte representación de hogares familiares y menor presencia de hogares unipersonales.
No obstante, los hogares unipersonales han experimentado un notable incremento durante las cuatro últimas décadas y explican el crecimiento del número total de hogares en España. A pesar de la intensidad del crecimiento de hogares unipersonales entre jóvenes y adultos, los protagonistas principales de la residencia en solitario siguen siendo los mayores. Este artículo analiza las características de los hogares unipersonales de los mayores en España a partir de la información de los censos de población.
Los hogares de una sola persona se rejuvenecen y se “desfeminizan”, ya no son la viudedad ni la soltería las únicas vías de entrada a esta forma residencial. Sin embargo, y a pesar de estas evidentes transformaciones, el rostro predominante de los residentes en hogares unipersonales sigue siendo mayor y femenino. Diversas razones explican esta situación y la previsible tendencia futura: el continuo aumento de la esperanza de vida a edades avanzadas, la sobremortalidad masculina o las mejoras en las condiciones de salud y de vida de los mayores; factores todos ellos que inciden en una mayor independencia residencial y un aumento de su duración en las biografías de los mayores. A estos factores se unen otros, como la caída de la fecundidad y el aumento de la infecundidad, o el incremento de las rupturas de las uniones de derecho o hecho, que incrementan la probabilidad de residir en solitario en la vejez.
«El peso del envejecimiento determina las características de la población mayor que reside en solitario aunque se aprecian algunas diferencias respecto al resto de la población mayor que vive en otro tipo de unidades residenciales».
Hombres y mujeres siguen pautas residenciales distintas a lo largo del curso de vida, diferencias que persisten en la vejez. La población masculina reside mayoritariamente, a partir de los 65 años con su pareja o cónyuge, sin hijos (pudiendo reflejar una situación de nido vacío tras la emancipación domiciliar de la prole) y a partir de los 90-95 años la forma de residencia mayoritaria de los varones es el hogar extenso y múltiple (pudiendo resultar de una reagrupación familiar cuando la pérdida de autonomía a edad avanzada es evidente). En cambio, entre las mujeres de 60 a 80 años, la forma mayoritaria de residencia es el hogar de pareja sin hijos (como en el caso de los varones puede mostrar una situación de nido vacío), pero, a partir de los 75-80 y hasta los 90-95 años, la forma mayoritaria es el hogar unipersonal (de resultas de la viudedad, una situación más probable por la esperanza de vida favorable a las mujeres); por último, en la etapa final de la vida, la población femenina reside en hogares extensos o múltiples.
Gráfico 1
Fuente:INE (Censo de Población Española, 2011). Elaboración propia.
Lejos de concluir que las mujeres mayores residen en hogares unipersonales porque se han quedado solas (viudas, separadas, divorciadas o solteras) los resultados ponen de manifiesto que cuando se analiza la propensión a residir solo o sola según el estado civil y el género se observa gran similitud entre hombres y mujeres, con algunas diferencias que vienen determinadas por la edad. En el caso de los solteros, la propensión a vivir solos es idéntica a la de las mujeres solteras, con la salvedad de que éstas prolongan la independencia residencial hasta edades más avanzadas. Los hombres separados y divorciados tienen una propensión ligeramente mayor a vivir en solitario, pero esta diferencia disminuye rápidamente a medida que avanza la edad y se asimila a la de las mujeres. Esta pauta se repite de nuevo con la población viuda, aunque con unas proporciones ligeramente superiores entre las mujeres, y en ambos casos con una duración de la residencia en solitario que se prolonga cada vez más hacia edades más avanzadas y con un gran aumento durante el período 1991-2011.
El peso del envejecimiento determina las características de la población mayor que reside en solitario aunque se aprecian algunas diferencias respecto al resto de la población mayor que vive en otro tipo de unidades residenciales. El nivel de instrucción de los solitarios es menor que el del resto de población mayor, sobre todo entre los hombres. El régimen de tenencia mayoritario entre los mayores que viven solos es la propiedad, pero con un parque de viviendas más antiguo, lo que podría implicar peores condiciones residenciales.
Gráfico 2
Fuente: INE (Censos de Población Española de 1991, 2001 y 2011). Elaboración propia.
Los hombres solitarios mayores están más presentes en los municipios rurales menores de 2.000 habitantes, pero son las mujeres mayores que viven solas las que van ganando importancia en las áreas intermedias y urbanas; una de cada tres mujeres mayor de 65 años vive sola en las ciudades de más de 500.000 habitantes, mostrando que la residencia en solitario de los mayores es un tema fundamentalmente femenino y urbano.
Más información en el artículo “Vivir solo en España. Evolución y características de los hogares unipersonales en la vejez”, incluido en el número 28 de Panorama Social.