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Vientos de optimismo

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En poco tiempo, las expectativas acerca de la economía española han cambiado radicalmente. Los propios hechos han desmentido los augurios de recesión: la actividad sigue creciendo desde el inicio del año, según los principales índices de coyuntura (como los PMI de gestores de compra), avalando el buen comportamiento del mercado laboral. Son buenas noticias, que conviene ponderar a la luz de los riesgos que todavía se ciernen sobre el futuro inmediato. 


El entorno internacional es sin duda menos hostil, no solo por el vuelco espectacular de los precios energéticos (hasta el otoño, los mercados a plazo apuntaban a una cotización del gas de 120€ por MWh, 60% más que en la actualidad). La economía alemana, el flanco más débil de la crisis energética, apenas se contrajo un -0,2% en el último trimestre. Nuestras exportaciones, impulsadas por una posición competitiva favorable, se han beneficiado de este contexto menos negativo. Y las amenazas derivadas de la invasión de Ucrania se han moderado, de ahí el repunte acusado de la confianza tanto de los consumidores como de las empresas. La inflexión de las expectativas también ha animado a las empresas a mantener la plantilla, incluso cuando la demanda se deterioraba. 

Por otra parte, el proceso de desendeudamiento del sector privado ha ayudado a atenuar el impacto del alza de tipos de interés. Pese a la apabullante subida del euríbor en cuatro puntos porcentuales –la más abrupta desde la creación del euro— las hipotecas a tipo variable se han encarecido moderadamente para una mayoría de familias: aquellas que se endeudaron en la época anterior a la era de tipos negativos. Asimismo, gracias a la elevada antigüedad de los préstamos contraídos por las empresas, el golpe financiero de la restricción monetaria ha sido limitado en la mayoría de casos, al menos de momento.

Pérdida de poder adquisitivo

Otra cosa es lo que pase de aquí en adelante. El eslabón más frágil está en el consumo de las familias. Todo apunta a que la pérdida de poder adquisitivo se prolongará en la primera parte del año, hasta que la desescalada de la inflación se afiance. Los salarios de convenio apenas se incrementaron un 2,8% en enero. Los de las grandes corporaciones apuntan a un ajuste algo más generoso, en el entorno del 4%, todavía muy por debajo del IPC. Todo ello redunda en una nueva erosión de la capacidad de compra, cuando la mayoría de hogares ya no disponen de un colchón de liquidez para sustentar el gasto en consumo. Las perspectivas de inversión son más optimistas por los estímulos de los fondos europeos, pero una premisa es que el incremento de los márgenes sirva para invertir en mejoras productivas y no en activos financieros. En todo caso, la inversión pesa menos que el consumo en la demanda total.

Además, el alza de tipos de interés, si bien no ha generado hasta ahora graves problemas financieros a nivel agregado, empieza a incidir en la demanda de crédito, como cabía esperar. El volumen de préstamos nuevos registró un fuerte descenso en el cierre del año, tanto en el segmento de familias como en el de empresas. No es sorprendente habida cuenta del del endurecimiento del acceso al crédito. Por ejemplo, en caso de un nuevo préstamo a tipo variable, el incremento de las cargas financieras generado por el ascenso del Euribor es un 70% más elevado que para los préstamos que tienen una antigüedad media.   

Finalmente, el recrudecimiento del proteccionismo por parte de las dos grandes potencias plantea un importante desafío para una UE que aparece muy dividida. Con todo, el golpe de la doble crisis energética y geopolítica ha sido menor de lo anticipado. Pero las secuelas van a perdurar, algo que aboga por adaptar las políticas que han funcionado en un entorno de excepcionalidad, y hacer frente a los nuevos desafíos globales que se dibujan en el horizonte.

INDUSTRIA | El avance de la producción manufacturera –un 2,5% en 2022— refleja dos realidades distintas. Por una parte, las industrias más afectadas por la crisis energética, como la química, la metalurgia, hierro y acero, textil, papel y otros productos minerales no metálicos, registraron una caída del 3,4% (todas ellos representan en total en torno al 22% del índice de manufacturas). El resto de ramas, entre las que destacan los bienes de equipo, se expandió un 4,5%. Pese a la moderación de los precios energéticos, no se aprecia de momento una inflexión en esa divergencia.

Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.

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