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Una panorámica actual de las desigualdades económicas y la pobreza en España: diacronía y comparación internacional

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El análisis de los datos básicos sobre las desigualdades materiales en España desde una perspectiva diacrónica y comparada (con otros países de la Europa de los 15 [UE15]) permite entender lo específico de la situación española en esta materia. También nos recuerda la gran variedad de casos, como antídoto contra generalizaciones habituales en los estudios sobre desigualdad, como la que postula el gran aumento de la desigualdad en muchos países desarrollados en las décadas recientes.

Este estudio aborda las desigualdades económicas desde un enfoque amplio, que no trata solo de la desigualdad de rentas medidas en un momento determinado, sino a lo largo de la vida de los individuos. Por ello atiende a la desigualdad de consumo y de riqueza, más relacionadas con trayectorias vitales largas. También tiene en consideración a los servicios públicos en especie, observando así las desigualdades en función de una renta ampliada que incluye esos servicios.

Por otro lado, se complementan los datos obtenidos a través del indicador habitual del riesgo de pobreza —en última instancia, una medida de la desigualdad— con indicadores que “absolutizan” dicho riesgo, pues establecen umbrales fijos, y no cambiantes, en el tiempo (pobreza anclada) o miden la capacidad para afrontar determinados gastos (privación material). A ello contribuyen también los indicadores de pobreza persistente y de brecha de pobreza.

Desigualdades

En términos de desigualdad, el índice de Gini (con valores entre 0 y 100, según la distribución de los ingresos se aleje de una distribución absolutamente igualitaria) estimado para España en el periodo 2005-2016  es de 33,5, el tercero más alto de la UE15, quedando cercano a otros países de Europa del Sur y lejos de las bajas cifras de los nórdicos, próximas a 26.

A pesar de la variedad de las fuentes, puede afirmarse que la desigualdad así medida no ha cambiado sustancialmente en España en los últimos treinta años, aunque es posible que, tras la crisis, sea algo superior a la medible en la segunda mitad de los ochenta. Con una trayectoria plana, España se une al grupo de países europeos en que la desigualdad apenas ha aumentado en términos netos en las últimas tres décadas, distinguiéndose de países como Italia, el Reino Unido y los nórdicos, en los que sí se observan aumentos sustantivos de la desigualdad.

«El quid de la cuestión de la diferencia española con los niveles medianos o más bajos de desigualdad en la UE15 son las transferencias sociales monetarias, pues con ingresos básicamente procedentes del empleo, España no es un país especialmente desigual».

El aumento de la desigualdad tras la crisis probablemente se deba a que esta afectó más intensamente a los deciles más bajos de la distribución de ingresos, especialmente en términos de pérdida de empleo, y, quizás, en términos salariales.

El quid de la cuestión de la diferencia española con los niveles medianos o más bajos de desigualdad en la UE15 son las transferencias sociales monetarias, pues con ingresos básicamente procedentes del empleo, España no es un país especialmente desigual (10º puesto de 15 países). Lo que ocurre es que las transferencias reducen menos esa desigualdad “de mercado”, pues representan un menor monto que en otros países europeos y no son tan redistributivas, al concentrarse menos en los niveles más bajos de renta.

La desigualdad a medio o largo plazo es más baja que la medida en un año determinado. Un ejercicio de simulación de desigualdad a largo plazo situaría a España en valores más cercanos a los medianos, producto de una mayor movilidad a corto plazo entre niveles de ingresos. Ello no necesariamente es síntoma de un mercado de trabajo que funcione bien.

Si el índice de Gini español medido en los términos habituales es de 33,2, en términos de renta ampliada medida en 2009 desciende hasta 26,1, aunque su posición relativa (alta) en el conjunto de la UE15 apenas cambia. Si lo que se miden son las desigualdades de consumo, en 2015 España ocuparía el cuarto lugar en la UE15 mientras que, en términos de desigualdades de ingresos, en ese mismo año ocuparía el primero.

Solo al considerar las desigualdades de riqueza deja España de ocupar lugares preferentes en la clasificación: es el país mediano con datos de la última ola de la Encuesta de Finanzas y de Consumo de las Familias del BCE, y en la anterior estaba en un lugar bajo de la clasificación. Muy probablemente, ello se deba a la gran extensión de la propiedad de la vivienda habitual en España. A diferencia de lo que puede observarse en países como EEUU, no se observan grandes cambios en la desigualdad de riqueza entre 1984 y 2013.

La movilidad de ingresos a lo largo de la vida individual parece alta en España. No ocurre lo mismo con la movilidad intergeneracional. En términos ocupacionales, se sitúa en un nivel medio de la UE15, pero queda en un nivel muy bajo en términos educativos.

Pobreza

Como la tasa de riesgo de pobreza (medida como el porcentaje de la población con ingresos por debajo de un umbral establecido convencionalmente en el 60% de la renta disponible equivalente) es también una medida de desigualdad, es normal que la posición comparada de España sea similar a la que se obtiene con el índice de Gini: ocupa el primer lugar de la UE15 en el periodo 2004-2016 (con un 20,9%), de nuevo, sobre todo, por el menor peso reductor del riesgo de pobreza que tienen las transferencias sociales monetarias.

A largo plazo, la tasa más reciente de riesgo de pobreza (2016) debe de ser muy parecida a la observable en 1980. Entre medias se observan alzas y bajas poco pronunciadas, y no claramente asociadas al ciclo económico.

Si nos fijamos en la permanencia prolongada en situación de riesgo de pobreza, podemos hablar de riesgo de pobreza persistente. En promedio para el periodo 2006-2016, la tasa española (13%) sería mucho más baja que la media de la tasa de riesgo de pobreza (20,9%), pero también lo es para el resto de países de la UE15, por lo que España seguiría ocupando posiciones altas (el tercer puesto).

«Las convulsiones provocadas por la recesión en el mercado laboral español supusieron mucho mayores sacrificios a los niveles sociales más humildes, lo que nos distingue de los repartos más equitativos de las cargas habidos en países con mercados laborales menos “disfuncionales”».

Tampoco mejora la posición relativa de España si nos fijamos en la brecha de pobreza, es decir, la distancia entre la renta media de quienes están en riesgo de pobreza y el umbral de pobreza. Ocuparía, una vez más, el primer lugar según el promedio para el periodo 2005-2016.

La tasa de riesgo de pobreza anclada a un umbral fijo en el tiempo está muy asociada al ciclo económico, con más intensidad en España que en la zona euro, probablemente no solo porque, por ejemplo, en la última crisis, la caída del PIB fuera más acusada, sino porque, más allá de esa caída, lo fuera especialmente la caída en el empleo, que afectó más a los niveles más bajos de ingresos.

Finalmente, la privación material, medida con un conjunto de indicadores de acceso a bienes y servicios, está también muy asociada al ciclo económico en España. La tasa de privación material severa recoge el porcentaje de la población que tiene carencias en un número alto de dichos indicadores, por lo que representa un sector de población con muchas dificultades para salir adelante. Dicha tasa ha solido ser más baja en España que en la zona euro en su conjunto, pero creció más rápido durante la crisis, aunque también se ha reducido más rápidamente después. La tasa media española para el periodo 2004-2017 (5%) representaba el valor mediano de la UE15, pero estaba por debajo de la mediana antes de la última crisis y se ha situado por encima en el periodo posterior.

Conclusiones

Hasta aquí los datos. Caben algunas reflexiones sobre ellos. Por una parte, si España decide abrazar como objetivo la reducción de la desigualdad económica, podría instrumentarse aumentando las transferencias sociales monetarias, que, además, deberían diseñarse más redistributivamente, tal como sugiere la comparación internacional. Por otra, las convulsiones provocadas por la recesión en el mercado laboral español supusieron mucho mayores sacrificios a los niveles sociales más humildes, lo que nos distingue de los repartos más equitativos de las cargas habidos en países con mercados laborales menos “disfuncionales”.

La pregunta fundamental respecto de ambas consideraciones es: ¿por qué no ha cambiado apenas la realidad española a ese respecto en las últimas décadas? Responderla remitiría, entre otras cosas, a tener en cuenta los entendimientos que tienen los españoles de las desigualdades económicas y de la pobreza, y de cómo esos entendimientos se traducen o no en las políticas públicas correspondientes. De lo primero nos ocupamos en una investigación de próxima publicación y cuyos primeros resultados ya están disponibles .


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