El pulso de la recuperación late con más fuerza, e incluso podría sorprender, en consonancia con la mejora de la situación sanitaria y el avance de la inmunización. Pero la mejora global esconde un cambio más profundo: el de una transformación del tejido productivo que conviene anticipar para que la onda expansiva no decaiga prematuramente.
Las brechas sectoriales conforman la parte más visible de esa transformación, por el impacto asimétrico de una crisis que ha afectado a las actividades más dependientes del contacto social. La remontada cambia las tornas, propulsando la hostelería y el ocio a medida que la movilidad se restablece. Pero más allá de ese movimiento pendular, se perciben alteraciones estructurales, como la pérdida de peso del trabajo de oficina: el índice de actividad de servicios administrativos y auxiliares, tras el fuerte descenso registrado en 2020, mantiene una senda de declive. El resultado es una contracción del 12% desde el inicio de la crisis, frente a una caída del 8,4% del conjunto del sector de servicios. A la inversa, la industria y los servicios asociados a las nuevas tecnologías cayeron menos que el resto durante la crisis, y ahora lideran la recuperación, rozando los niveles pre-pandemia, o en algunos casos superándolos (los servicios destinados a equipos para las tecnologías se disparan un 30%).
La mutación proviene sobre todo de la aceleración generalizada de la revolución digital, sin duda una de las consecuencias más llamativas de la pandemia. Dentro del sector del comercio, por ejemplo, destacan los servicios en línea y de logística, en detrimento de la venta presencial. El sector financiero registra una tendencia similar, propiciada por el cambio de hábitos de los consumidores. Y en todos los sectores permea el discurso de lucha contra el cambio climático, espoleado por la presión de la sociedad civil.
La transformación tecnológica se adentra en las empresas, que aligeran estructuras jerárquicas innecesarias ante la horizontalidad de la economía digital. Ésta ejerce como acicate a la innovación y al talento, independientemente de la posición de cada persona en el organigrama. Nos asomamos a un proceso acelerado de destrucción y creación de empresas. Ver el ritmo desbocado de concursos de acreedores.
La participación en las plataformas y las competencias relacionales son cada vez más demandadas, mientras que algunas tareas rutinarias son sustituidas por algoritmos. La polarización del empleo es, por tanto, otra tendencia exacerbada por la crisis, que se traduce en un incremento de las ocupaciones profesionales y técnicas, así como de las del sector del cuidado y de la logística. A la inversa, descienden las ocupaciones administrativas y de operarios industriales. Así pues, el empleo se transforma, pero no escasea: las vacantes se multiplican tanto en España, con incrementos de la afiliación efectiva de 30.000 en marzo y más de 60.000 en abril, como en otras economías avanzadas, en especial EEUU, desmintiendo los agoreros de la robotización.
Gráfico 1
Fuente: CPB.
Gráfico 2
Fuente: INE y Markit Economics.
La globalización también experimenta una reconfiguración, marcada por la reorganización de las cadenas de suministro y el auge de las economías asiáticas que se benefician del boom de semiconductores. El mercado norteamericano se dispara, mientras que la eurozona, que representa más de la mitad de nuestras exportaciones, emerge con retraso. La inflación de costes de producción es otra de las características de la recuperación global, con repercusiones para nuestra economía: el índice de precios de importación se incrementó hasta abril un 6,6%, y el indicador PMI de costes industriales se acerca a máximos de la serie histórica.
Si bien aún es temprano para determinar la envergadura de los cambios tecnológicos y geo-industriales en curso, muchos de los factores que los impulsan parecen irreversibles y entrañan una transformación del conjunto del aparato productivo. Todo apunta, por tanto, a que las palancas del Plan de recuperación que atañen al capital humano, a la movilidad funcional y a la modernización del conjunto del tejido empresarial son más importantes para el futuro del país que el ingente volumen previsto de fondos europeos.
CONFIANZA | Uno de los principales indicadores de confianza de la economía española registra una nueva mejora. El índice de sentimiento económico de la Comisión Europea se sitúa en mayo 8,3 puntos por encima de la media de la serie iniciada en 2000 (un incremento de más de dos puntos con respecto a abril). Si bien el nivel del índice es netamente superior al registro pre-crisis, las expectativas evolucionan algo más favorablemente en Alemania, Francia e Italia. La encuesta también anticipa un repunte de los precios en los próximos meses, en línea con otras estimaciones.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.