Muchas economías —entre ellas la española— llevan un tiempo disfrutando de costes de financiación reducidos. La renta fija europea ha estado fuertemente demandada hasta el punto de que buena parte de estos títulos se compran a tipos de interés negativos. Se paga por tener deuda ante la expectativa de que la inflación permanecerá baja y que, en términos reales, la inversión tendrá sentido. En este marco es en el que el Banco Central Europeo puso en marcha su programa de compra de títulos de deuda soberana. Su penúltimo intento de resucitar la inflación que ahora tanto se echa de menos.
No obstante, en los últimos días pareciera que la dinámica es otra. Llevamos mucho tiempo oyendo que la renta fija se dará la vuelta más pronto que tarde y que habrá que estar preparados para ello. La subida de las rentabilidades de bonos en Europa, lideradas por el bund alemán, es para algunos la señal esperada. Pero la cuestión no es exclusivamente europea, ni viene motivada —al menos no esencialmente— por la incertidumbre en torno a Grecia. Lo que ha ocurrido es que hay un cambio geopolítico en torno al petróleo y un extraño tira y afloja entre mercados y autoridades monetarias por determinar quién controla realmente los designios de la inflación. Es un escenario inédito en las últimas décadas en el que tienen mucho que ver las nuevas formas de obtención de petróleo y gas mediante la fractura hidráulica. El fracking ha dado a Estados Unidos una suficiencia energética que hasta hace poco era impensable. De paso, ha cambiado la estructura del mercado energético mundial y arrastrado a los precios del petróleo a niveles muy reducidos. En los últimos días, se ha producido, sin embargo, una subida del precio del crudo que ha elevado las expectativas de inflación a largo plazo.
La combinación coyuntural de tipos de deuda más elevados y petróleo más caro son señales de posible cambio pero pueden ser muy engañosas. De hecho, muchos productores de energía americanos están esperando a una subida del precio del crudo para relanzar su producción mediante fracking, lo que hundiría de nuevo el mercado de petróleo. Esto generaría liquidez extra en EE UU que podría volver a despertar el apetito por la renta fija y, por lo tanto, prolongar la situación actual. El vuelco para el mercado de deuda tiene que llegar antes o después pero no tiene por qué ser ahora. El equilibrio en el mercado global ha cambiado y la mano de esta partida la lleva Estados Unidos
Interpretar bien esta situación es fundamental para Europa. Se habla estos días de exceso de optimismo en el BCE, que ha fijado expectativas de inflación a largo plazo tal vez demasiado elevadas. Tanto, que algunos propugnan ya que el programa de compra de deuda debería enfriarse. Sin embargo, aún no siendo una solución final y completa para Europa, parar o ralentizar la expansión cuantitativa antes de tiempo podría ser un gran error. Supondría un desequilibrio súbito para una Eurozona aún falta de reformas y de una estructura competitiva solvente en muchos estados. Lo mejor que tenemos mientras es, tristemente, la patada a seguir monetaria.