No se trata de actitudes rupturistas ni de movimientos contraculturales. A veces nos encontramos caminando en dirección opuesta a la mayoría de forma involuntaria. Para bien o para mal. Algo parecido le sucede a la economía española, que no siempre parece encajar en los ritmos y direcciones de su entorno. Ya pasó en tiempo y forma durante los peores episodios de la crisis financiera.
En la edición de situaciones a contracorriente de este año, la economía española destaca en tres capítulos. El primero se refiere al entorno político. Tras vagar casi un año con gobierno en funciones, de cita en cita electoral, parece que ahora ese foco de inestabilidad del que estaba pendiente media Europa se traslada a otras plazas como Holanda, Francia o Alemania, con riesgos de radicalización hacia posturas beligerantes con la moneda única o la inmigración. Pero si finalmente se resolvieran sin excesivos sobresaltos y con gobiernos más o menos moderados —que es posible aunque tal vez es esperar mucho en los tiempos que corren— podremos llegar a un 2018 en el que la UE vaya reconfigurando su núcleo duro y España, sin embargo, vuelva a entrar en fase de inestabilidad. Los pactos o coaliciones que son precisos para avanzar en materia presupuestaria y de reformas en nuestro país no se atisban ni parece que haya prisa desde frente alguno porque así sea.
«Nuestro país está entre los que más tiene que perder del bloque con el Brexit si se prolongara la incertidumbre, dadas sus cuantiosas interacciones económicas y financieras con Gran Bretaña, incluido un superávit comercial».
Todo esto sucede en un momento en el que no vendría mal consenso interno para recuperar algo de iniciativa y presencia en Europa. Una debilidad que persiste y conecta directamente con la segunda de las situaciones de desacople respeto a la posición general europea: la inminente activación de la salida de Reino Unido de la UE. Gran Bretaña se está encontrando con tremendas e inesperadas dificultades para encontrar socios estratégicos internacionales para su andadura en solitario, porque la mayoría de los contactados temen que un nuevo acuerdo comercial con Gran Bretaña ponga en peligro sus relaciones con un mercado mucho mayor como el de la UE. Aunque hace unos meses pareciera imposible, se percibe una cierta calma y posición inicial de fuerza de Bruselas respecto a Londres. Esto puede alargar las negociaciones y hacerlas poco fructíferas si los británicos no ceden. Pero a España esto le pilla con el pie cambiado porque le conviene una estrategia más pragmática y menos beligerante. No olvidemos que nuestro país está entre los que más tiene que perder del bloque con el Brexit si se prolongara la incertidumbre, dadas sus cuantiosas interacciones económicas y financieras con Gran Bretaña, incluido un superávit comercial.
El tercer elemento de involuntaria distinción se refiere al ambiente monetario. El pasado jueves Draghi se mostró optimista respecto a la situación económica y prometió mantener los estímulos pero tal vez ese sea el preludio de un cambio en la guía de anticipación de la política monetaria (forward guidance) que puede producirse a partir del verano. Queda tiempo para ver tipos de interés al alza en la eurozona pero pronto existirá un plazo, lo que hasta ahora ni se planteaba. En países ahorradores como Alemania se espera con cierta ansia. En España, con abultada deuda pública y privada, podría ser el último de los vientos de cola que se retirara.