A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, al mismo tiempo que la sociedad española completaba su transición demográfica y consolidaba su transición sanitaria y epidemiológica, se alcanzaban los mejores indicadores de salud y bienestar de su historia. Sin embargo, pese a todos aquellos avances, los años finales de la pasada centuria y los primeros años del siglo XXI, se han acompañado de la aparición de nuevos retos demográficos y epidemiológicos que pueden cuestionar muchos de aquellos avances.
En España, fue al final de la década de los setenta del siglo XX cuando, con un cierto retraso en relación con los países de la Europa occidental, la mayoría de la población fue capaz de cubrir de forma satisfactoria los requerimientos de energía, proteínas y de la mayor parte de micronutrientes, y mostrar un perfil calórico que se ajustaba casi perfectamente a las recomendaciones de los organismos internacionales. A finales del siglo XX, sin embargo, se inició una nueva etapa donde el consumo de dietas basadas en grasas saturadas, azúcares e hidratos de carbono, junto a un descenso de la actividad física, derivó en un aumento de la obesidad y de las enfermedades degenerativas. En la actualidad nos encontramos en la última o penúltima etapa del modelo transicional, caracterizada por la necesidad de fomentar el consumo de dietas equilibradas y saludables que permitan controlar las enfermedades y los problemas de la etapa anterior disfrutando así de una vida más larga y de mayor calidad.
Así pues en el caso español, al mismo tiempo que se fueron resolviendo los problemas de desnutrición propios de la etapa pretransicional, fueron apareciendo los problemas postransicionales ligados a la sobrealimentación (dietas hipercalóricas, mayor consumo de grasas de origen animal y de azúcares libres, o menor ingesta de alimentos ricos en fibra, entre otros) y que explicarían, desde el punto de vista de la transición alimentaria y nutricional, una parte importante de los cambios que acompañaron la transición epidemiológica española, con el incremento de las patologías asociadas al sobrepeso y la obesidad.
«En España, fue al final de la década de los setenta del siglo XX cuando, con un cierto retraso en relación con los países de la Europa occidental, la mayoría de la población fue capaz de cubrir de forma satisfactoria los requerimientos de nutrición y mostrar un perfil calórico ajustado a las recomendaciones de los organismos internacionales».
El cambio en el comportamiento alimentario de la población española, asociado al aumento del bienestar socioeconómico, tuvo un impacto positivo al reducir los problemas asociados a la malnutrición por defecto, además de mostrar un efecto beneficioso sobre el crecimiento infantil y juvenil, que se reflejó, entre otros indicadores, en el aumento de la estatura. Sin embargo, la evolución hacia un estilo de vida caracterizado por el estrés, el sedentarismo y un descenso en la actividad física y por tanto en el gasto energético, a la vez que, como se ha comentado, un consumo cada vez mayor de alimentos ricos en grasas saturadas, azúcares simples o sodio, y calóricamente densos, han comportado el citado aumento del sobrepeso y obesidad, y el incremento de problemas de salud como la diabetes, determinados tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares ante una creciente prevalencia de problemas asociados a la malnutrición por exceso.
En la actualidad, las cuestiones alimentarias y nutricionales pueden jugar un papel relevante en el mantenimiento y la promoción de unos estándares de calidad de vida óptimos en la población general y en las personas mayores en particular. Resulta evidente la necesidad de fomentar el consumo de dietas equilibradas y saludables que permitan controlar las enfermedades y los problemas derivados de una mala alimentación, disfrutando así de una vida más larga y de mayor calidad. La gastronomía, entendida como la ciencia que nos aporta los conocimientos necesarios para la elección de los alimentos más convenientes y como el arte de conseguir el agradable condimento de estos y su presentación en la mesa, nos aporta elementos clave a la hora de conseguir este objetivo.
En los países desarrollados nunca habíamos tenido acceso a una variedad tan grande de alimentos como en la actualidad, pero, aun así, los productos estandarizados y las nuevas formas de restauración colectiva, tienen cada vez más aceptación y va ganando terreno la desestructuración de los hábitos alimentarios. Es por todo ello que debemos ser capaces de conjugar que la alimentación que ofrezcamos y promocionemos sea saludable y de calidad, y en este contexto la Dieta Mediterránea (DM) se presenta como un patrón alimentario que reúne todas estas características.
En nuestro caso, la necesidad de recuperar el modelo alimentario de referencia que representa la DM se ha convertido en una prioridad y en una reivindicación desde hace décadas. El reto consiste en readaptar a las actuales circunstancias algunos de los valores que configuraban aquel modelo mediterráneo de vida que nos permitió completar la transición nutricional y alimentaria, y poder alcanzar los parámetros del ideal de la DM.
Se trata de un proceso de recuperación y adaptación de la DM que debe ser liderado por el sector público a través de políticas de alimentación y nutrición, pero al que se tienen que incorporar sectores claves en el ámbito de la alimentación como la industria agroalimentaria, aportando sus cuotas de responsabilidad social, o la restauración colectiva, además de insistir en la mejora de la educación en alimentación y nutrición.
Esta entrada es un resumen del artículo Transición epidemiológica-nutricional y cambios demográficos en la España contemporánea, publicado en el número 23 de Panorama Social, sobre Retos demográficos. Puede acceder aquí al contenido completo de la revista.