El apagón de ayer en España ha puesto en primer plano una preocupación pública de largo recorrido sobre la fiabilidad del suministro eléctrico de la que, sin embargo, hay pocas evidencias recientes. Sorprendentemente, la Encuesta Social Europea (ESS) incluyó en su octava edición (2016) una serie de preguntas para conocer las percepciones que los ciudadanos tenían acerca de los riesgos que afrontaba el suministro eléctrico. Participaron en aquel estudio 22 países. Cabe preguntarse por qué se incluyó una batería de preguntas tan aparentemente ajena a la actualidad de ese momento. Aunque para muchos en España el temor a los apagones pudiera parecer lejano hasta ayer mismo, en el centro de Europa las tensiones con Rusia desde la invasión de Crimea en 2014 generaron una cierta sensación de ‘inseguridad energética’ que, con acierto, se reflejó en aquel cuestionario. Gracias a esos datos podemos saber hoy que la preocupación por el suministro eléctrico en España y Portugal se situaba entonces por encima de la media de los países participantes en la encuesta y que, en la valoración de algunos riesgos, portugueses y españoles se parecían más a rusos e israelíes que a alemanes o polacos. Desafortunadamente, no contamos con datos recientes que permitan evaluar si la preocupación pública por una emergencia de este tipo se ha visto alterada por acontecimientos posteriores, como la pandemia de la Covid-19, la guerra en Ucrania o el encarecimiento sostenido de los precios de la energía en los últimos años, pero los datos de la ESS proporcionan un punto de partida sólido para analizar, eventualmente, la evolución de las preocupaciones públicas ante nuevas crisis.
Como se puede ver en el gráfico 1, el 21% de la población española mayor de 15 años se declaraba muy preocupada por los cortes eléctricos, superando claramente la media del 15% de los 22 países de la ESS. España era, de hecho, el cuarto país más preocupado, solo por detrás de Rusia (31%) e Israel (24%), dos países con situaciones geopolíticas realmente complicadas, además de Portugal (22%), también afectado por el suceso de ayer.
La ESS también recogió información sobre la preocupación por cortes en el suministro eléctrico debidos a diferentes motivos: ataques terroristas, insuficiencia de la energía generada, desastres naturales y fallos técnicos (gráfico 3). En lo que se refiere a los cortes eléctricos debido a ataques terroristas, España, con un 31%, se situaba como el cuarto país con mayor porcentaje de entrevistados muy preocupados por ese riesgo. Los otros países que lideraban la clasificación por delante de España incluían de nuevo a Portugal (44%), Francia (41%) y Bélgica (37%), además de los antes citados Israel (40%) y Rusia (35%). La preocupación por cortes eléctricos debidos a algún desastre natural (26%) estaba también en España por encima de la media de la ESS (22%). Por delante de nosotros solo se situaban Portugal (38%), Francia (33%), Israel (33%), Eslovenia (31%) y Rusia (28%). La eventualidad de cortes debido a que el sistema eléctrico no generara una oferta suficiente para abastecer la demanda ha tenido un papel más relevante en el debate sobre la energía en España. Quizás por eso España es también aquí el tercer país en el que esta preocupación era más común, con un 28% de encuestados muy preocupados, solo por detrás de Israel (29%) y Portugal (38%).
La cifra de españoles que temían que se produjera un fallo técnico (26%) era ligeramente menor que la de los que se preocupaban por otros riesgos pero, en todo caso, cuatro puntos por encima de la media de la ESS (22%) (gráfico 2). A este respecto, la clasificación de las opiniones públicas más preocupadas no puede sorprender: Portugal (23%), Francia (24%), Israel (28%) y Rusia (30%).
Con la perspectiva de lo sucedido ayer, los datos de la ESS llaman la atención sobre la utilidad de contar con sistemas de monitorización de la opinión pública que, más allá de la coyuntura política de más actualidad, permitan seguir de forma regular y con criterio informado la evolución de preocupaciones sociales. Gracias a cuestionarios bien diseñados, podemos ahora medir el impacto de sucesos que, hasta el 28 de abril, pocos anticipaban. O quizás no tan pocos.