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Supuestos engañosos

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Cuando una solución llega tarde, puede convertirse en el siguiente problema. Muchas fueron las voces que criticaron en su momento a la Reserva Federal por la masiva expansión cuantitativa que ahora se bate en retirada. Ahora resulta difícil negar su éxito porque ha repercutido positivamente donde más se necesitaba, en la economía real de EE UU. Sin embargo, una medicina tan fuerte ha dejado un perverso legado a los mercados, al acentuar esa errónea sensación de que la liquidez es infinita. Bancos comerciales y de inversión y todo tipo de fondos y empresas de valores han podido acceder a financiación a corto plazo a un coste bajo. Muchos de los clientes de estas empresas financieras, de hecho, han comprado activos que, en su mayoría, pudieran retirar casi sin previo aviso. La liquidez ha servido a las entidades para financiar sus posiciones de largo plazo, si bien éstas se han orientado en gran medida hacia deuda pública y renta variable con cierta reputación o calificación. Pero el mercado de renta privada sigue medio muerto. No parece que exista un puente privado entre el corto y el largo plazo en los servicios de inversión.

El problema es que si la liquidez oficial se frena, la maquinaria de estos fondos también. Vivimos en medio de un mundo financiero en el que predomina la ilusión de que la liquidez es perpetua porque los bancos centrales están ahí para inyectar la que sea precisa. La Fed ya ha dejado claro que esto se acabó, decisión que no ha sido plato de gusto para los grandes bancos de inversión americanos. De momento, la preocupación no se ha extendido demasiado porque los tipos de interés son extremadamente reducidos y la liquidez continúa siendo barata. Pero los tipos subirán más pronto que tarde y está por ver si la industria financiera estadounidense está preparada para ello.

La pelota ahora ha pasado al Banco Central Europeo y, a falta de alternativas, la autoridad monetaria de la eurozona parece dispuesta a realizar una cierta expansión, que solamente sería muy intensa si la deflación se asomara de verdad, que aún está por ver. Pero podemos estar en presencia de un conjunto de supuestos engañosos que, en realidad, estén revelando que este decidido apoyo llega tarde. De hecho, el gran perdedor hasta la fecha en el juego de la “liquidez casi gratis” ha sido la renta fija privada, cuya negociación en el mundo ha caído un 70% durante la crisis. Ahora, el BCE trata de estimular este mercado con un programa masivo de compra de fondos de titulización. Se trata, una vez más, de hacer algo que debería haber hecho el sector privado que, sin embargo, no hace porque está impregnado de artificialidad a base de liquidez gratis.

El gran perdedor hasta la fecha en el juego de la “liquidez casi gratis” ha sido la renta fija privada

Gran parte de la renta privada se movía y navegaba a través de las carteras de negociación de los bancos que entonces manejaban un riesgo de liquidez que ahora parece no existir. Sin embargo, la nueva regulación de solvencia presiona mucho a los bancos para que no adopten riesgo y, por eso, otra vez tiene que ser un apoyo oficial externo el que mueva el mercado. Los movimientos son espasmódicos y momentáneos. Desgraciadamente, ahora no hay otro remedio, pero el reto más difícil para el BCE es cómo hacer que los mercados privados se reactiven a partir de iniciativas públicas que precisamente fijan el incentivo desde fuera. Algo parecido a lo que intenta ahora la UE con el fondo para infraestructuras: tirar un anzuelo para que los agentes privados hagan a petición de Bruselas algo que no han querido hacer hasta ahora en cada país. Es mucho suponer.

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Santiago Carbó es director de estudios financieros de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).

Artículo publicado en el periódico El País.

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