Hablar de riqueza sin adjetivos es complicado. La vertiente real tiene como componente principal la propiedad inmobiliaria. La financiera se ocupa más de dónde se materializa el ahorro y la deuda. El Banco de España ha publicado este lunes las Cuentas Financieras de la Economía Española del primer trimestre de 2018. Sugieren cambios en la estructura financiera del sector privado. En los años de la crisis y los que siguieron la acumulación de endeudamiento —primero— y cómo reducirlo —después— acaparó el protagonismo. Desde 2010 hasta marzo de este año el sector privado en España ha devuelto préstamos y valores de deuda por valor de 497.169 millones de euros. Un esfuerzo denodado que parece agotarse. En los primeros tres meses del año la deuda privada se redujo en 3.000 millones de euros, un ritmo netamente inferior al de los últimos años.
A pesar de que ese desendeudamiento supone un coste de oportunidad en términos de inversión, ha sido crucial para el saneamiento de la economía. Además, tras la crisis de deuda soberana, el comportamiento positivo de la Bolsa permitió recuperar buena parte del terreno perdido y aumentar los activos financieros y (deducidos los pasivos) la riqueza neta de economías domésticas y empresas. Sin embargo, se observa otro elemento de fragilidad. Sobre todo, porque la riqueza financiera neta de los hogares cayó en el primer trimestre hasta los 1,36 billones de euros, un 116% del PIB pero 4,6 puntos porcentuales inferior al de diciembre de 2017. Parte del problema ha estado en la caída de valor de los activos, sobre todo los de renta fija y variable. En el primer trimestre, los instrumentos financieros en poder de las familias españolas cayeron en 4.000 millones de euros. Aunque las adquisiciones aumentaron un 19%, el precio de mercado disminuyó un 24%. Esto sucede en un año difícil para los fondos de inversión, donde los hogares mantienen un 15% de su inversión financiera.
«La riqueza financiera neta de los hogares cayó en el primer trimestre hasta los 1,36 billones de euros, un 116% del PIB pero 4,6 puntos porcentuales inferior al de diciembre de 2017. Parte del problema ha estado en la caída de valor de los activos, sobre todo los de renta fija y variable».
Estos no son elementos de debilidad exclusivos del sector privado en España. Reducir la deuda privada y enfrentarse a un panorama de mercado incierto son factores de incertidumbre internacionales en la actualidad. El cambio en las políticas monetarias a ambos lados del Atlántico también puede acelerar una transformación de la estructura financiera. Aunque los depósitos constituyen hoy el 40% del balance financiero familiar en España, gran parte son transaccionales o a corto plazo. Si finalmente acaban subiendo los tipos y la incertidumbre en los mercados no se disipa, las imposiciones a plazo pueden ganar terreno, sobre todo en la medida en que el nerviosismo pueda instalarse en los mercados de renta fija.
A pesar de las relativas flaquezas de la riqueza familiar (magnitud stock), el ahorro financiero de la economía (flujo) se mantiene en ese 2% en el que se mueve en los últimos años. Eso sí, merced más a la contención del gasto público que de una mejora de hogares y empresas. En las familias, el ahorro financiero ha caído del 2,4% del PIB en el primer trimestre de 2017 al 0,4% en el primero de este año. El esfuerzo financiero postcrisis no puede ser eterno.