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Poco más de la mitad de los españoles se reconoce como católico

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El inicio del nuevo pontificado en mayo de 2025 despertó un notable interés mediático y social en España, un país que durante siglos fue considerado uno de los principales bastiones del catolicismo y motor de su difusión internacional. Ese antiguo protagonismo contrasta hoy con la evidencia de la secularización de la sociedad española: en abril de este mismo año, solo el 55 % de los españoles mayores de edad se identificaba como católico, una cifra que dista considerablemente del 90 % equivalente registrado en la segunda mitad de los años setenta (gráfico 1)1


A pesar de diversas rupturas metodológicas de la serie anterior, es posible reconstruir la evolución de la identificación católica desde la segunda mitad de los setenta, tal y como se ha hecho en la última Nota de Coyuntura Social. Tras una etapa inicial de estabilidad en niveles cercanos al 90 %, a finales de los ochenta y hasta mediados de los noventa se observa una caída que sitúa la identificación católica en el entorno del 80 %. A partir de ahí, se registra una nueva fase de estabilización hasta aproximadamente 2004, seguida por una nueva caída que se para en 2023 (hasta cerca del 54 %; téngase en cuenta la ruptura de la serie), y que se ve apenas interrumpida en 2019. En el último bienio, los datos apuntan a una nueva estabilización en niveles próximos al 55 %.

Este proceso de secularización no ha afectado por igual a todos los grupos de edad. El análisis de los cambios registrados desde comienzos de este siglo en el total de la población residente en España, a partir de los datos de la Encuesta Social Europea, evidencia que, si bien la disminución en la proporción de católicos es sustantiva en todos los grupos etarios, es especialmente profunda en los más jóvenes (gráfico 2). En 2002, el 60 % de la población de 18 a 29 años se identificaba como católico, mientras que en 2024 solo lo hacía el 32 %, lo que supone una caída cercana al 50 %. En cambio, entre quienes tienen 70 años o más, la identificación como católicos pasó del 89 % al 77 % en el mismo periodo, con una reducción de 12 puntos porcentuales, equivalente a un 14 % de la cifra inicial.


Aunque cabe atribuir en gran medida el avance de la secularización al reemplazo generacional, no es este el único factor que explica la caída de la identificación católica de la población. De hecho, los datos apuntan a que, junto con la incorporación de generaciones menos religiosas, también se ha dado una pérdida de religiosidad a lo largo del ciclo vital. Por ejemplo, el 83 % de los nacidos entre 1943 y 1952 se identificaban como católicos en 2002, cuando tenían entre 50 y 59 años, pero en 2024, ya con edades entre los 70 y 79 años, esa cifra había caído al 73 % (gráfico 3). Esta evolución es aún más marcada en las generaciones más jóvenes: entre 2002 y 2024, la proporción de católicos entre quienes nacieron entre 1973 y 1984 pasó del 60 % al 42%.


El espacio del catolicismo apenas ha sido ocupado por otras religiones, como podría esperarse, en parte, de la incorporación de población de origen extranjero a la sociedad española, sino que en su mayoría se corresponde con quienes se declaran indiferentes, agnósticos o ateos, es decir, por quienes no tienen una adscripción religiosa. Aunque han ganado cierto protagonismo otras confesiones, tanto cristianas como no cristianas, su peso sigue siendo reducido. En 2002, solo el 0,5 % de la población adulta se identificaba con confesiones cristianas distintas del catolicismo, porcentaje que asciende al 3 % en 2024 (gráfico 4). Las religiones no cristianas —principalmente el islam— también han crecido en la población residente en España, pasando del 1 % al 3 % en el mismo periodo. Sin embargo, el cambio más relevante cuantitativamente es el del incremento de quienes no se identifican con ninguna religión: del 22 % en 2002 al 42 % en 2024, lo que representa un cambio sustancial en el panorama religioso del país.


El comportamiento de otros dos indicadores analizados en la última Nota de Coyuntura Social —el desplome de los matrimonios católicos y la caída paulatina de la matrícula en la asignatura de religión católica, reflejo ambos de las decisiones de los adultos jóvenes— sugiere que el proceso de secularización en España aún no ha tocado fondo. A la vista de la evolución de la religiosidad de las cohortes que les antecedieron, no es fácilmente imaginable una recuperación de la religiosidad de aquellos a lo largo de su vida. Sin embargo, la persistencia de “minorías” de cierto tamaño de católicos practicantes en España, así como, especialmente, la gran diversidad nacional todavía observable en la proporción de no creyentes a escala europea nos plantea un recordatorio doble. Primero, no hay un único punto de llegada o un único equilibrio (temporal) respecto del lugar social (y privado) de la religión, y, justamente por eso, segundo, el futuro a medio plazo no es tan obvio, aunque todos los indicadores parezcan apuntar en la misma dirección.


[1] Ténganse en cuenta para la comparación, en todo caso, que ha habido diversos cambios metodológicos en la medición de esta variable a lo largo de ese periodo.

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