Desde 2009 hasta 2013, la pérdida de rentas y el aumento de la pobreza y la desigualdad fue imparable, aunque la tendencia revirtió desde 2014. La causa de tanta tribulación hay que atribuirla, evidentemente, a la crisis económica y a su fortísimo impacto sobre el aumento del desempleo. Pero ello no obsta para que también haya que considerar la actuación del gobierno para paliar la situación de las personas empobrecidas y a sacar a la economía de la crisis. Por lo que respecta a la pobreza, las sucesivas administraciones se limitaron a facilitar los recursos requeridos en la protección del desempleo, a sostener un subsidio temporal para los parados de larga duración y a mantener el gasto de pensiones. Pero no se hizo nada más; no se consideró que tal vez la extraordinaria situación a la que nos veíamos abocados hubiese exigido un programa excepcional de lucha contra la pobreza.